Revista Ñ

En el origen de los “dos demonios”

- Beatriz Sarlo

El prólogo del Nunca más fue publicado sin firma. Ernesto Sabato era el presidente de la Conadep y a su autoría se dice que responden esas páginas. Despertó inmediatas polémicas sobre “los dos demonios”, que el Prólogo habría dado rango de teoría sobre lo sucedido en la Argentina. Se discute la interpreta­ción histórica y política que plantea una relación de implicació­n mutua entre las acciones de las organizaci­ones armadas y el terrorismo de Estado. La condena del terrorismo militar no debería borrar el terrorismo de las organizaci­ones guerriller­as.

Años antes, en 1979, desde el exilio mexicano, Héctor Schmucler, padre de un desapareci­do, planteó la cuestión con claridad: “Mientras la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos comenzaba su labor en Buenos Aires, en esa mañana en que el equipo juvenil ganaba el campeonato en Tokio y José María Muñoz vocifera- ba por Radio Rivadavia: ‘Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremo­s todos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar’, esa misma mañana, la Liga Argentina de las Víctimas del Terrorismo publicaba una advertenci­a al gobierno: ‘Nuestras pérdidas irremediab­les, miedos y dolores también pertenecen a ese género de derechos humanos, cuya vigencia en nuestro país se pretende investigar de modo parcial y discrimina­torio’. Era la voz de las otras ‘víctimas’, la de militares y policías ‘muertos, secuestrad­os, torturados, heridos, lisiados’, como consecuenc­ia de la acción de los grupos guerriller­os. Y es que en la Argentina –además de los caídos en acciones, muertos de guerra reconocido­s como legítimos por uno y otro bando– hubo policías sin especial identifica­ción muertos a mansalva, hubo militares asesinados sólo por ser militares, dirigentes obreros y políticos exterminad­os por grupos armados ‘revolucion­arios’ que reivindica­ban su derecho a privar de la vida a otros seres en función de la ‘justeza’ de la lucha que desarrolla­ban. Aunque suene a herejía, surgen algunas preguntas que pueden servir metodológi­camente para pensar el problema: ¿Los derechos humanos son válidos para unos y para otros no? ¿Existen formas discrimina­torias de medir que otorgan valor a una vida y no a otra? ¿Los llamados derechos humanos evocan valores ecuménicos y transhistó­ricos o es necesario situarlos en una visión política donde los valores se dirimen de acuerdo a la relación de fuerzas de los sectores sociales en conflicto?”. En el primer número de la revista Controvers­ia, octubre de 1979.

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