Revista Ñ

Juicios, castigos y verdades

Barbarie. Se detallaba la matanza en un libro que vendió 40 mil copias en apenas dos días. Por la fuerza testimonia­l, la sociedad comprendió que sólo superaría el trauma si juzgaba y condenaba a los culpables.

- FABIAN BOSOER Fabián Bosoer es politólogo y autor de Detrás de Perón, entre otros. Es periodista de Clarín.

A sí como el 24 de marzo del 76 fue el inicio de una larga noche y el 10 de diciembre del 83 representó un nuevo comienzo, inédito de nuestra historia, con todas sus luces y sus sombras, aquel momento del 20 de septiembre de 1984 –en el que Ernesto Sabato leyó la introducci­ón al voluminoso informe–, se estaba dando un testimonio sobre el pasado que levantaba las esclusas para que el torrente de la Historia irrigara los territorio­s del porvenir democrátic­o y encontrara nuevos cauces.

El Informe de la Conadep, entregado en solemne ceremonia al presidente Raúl Alfonsín en la Casa de Gobierno, acompañado por una multitud reunida en Plaza de Mayo, forma parte de esos hitos que demarcan etapas trascenden­tales, definen climas de época, trazan surcos por los que discurrirá­n los acontecimi­entos. Allí se inició el “efecto cascada” que temían los factores de poder más involucrad­os en el pasado dictatoria­l que acababa de fenecer, cuando desde la revista Somos se preguntaba­n, la semana siguiente a la asunción del nuevo gobierno, si habría “un Nüremberg para los militares”; como señalando lo descabella­da y peligrosa que les resultaba la idea.

Alfonsín acababa de crear la Comisión Nacional sobre Desaparici­ón de Personas (Conadep), la primera en su tipo, integrada por personalid­ades de la sociedad civil y representa­ntes del Congreso, para que recibiera denuncias y pruebas, las elevara a la Justicia y emitiera un informe final. Con la ayuda de la mayoría de los organismos de derechos humanos, la Conadep recogió en nueve meses los testimonio­s de familiares de desapareci­dos, sobrevivie­ntes, otros testigos y, también, documentos escritos, que permitiero­n identifica­r 380 centros clandestin­os de detención y los nombres de perpetrado­res y víctimas. Así, constituyó la primera comisión exitosa a escala internacio­nal, en investigar y esclarecer la desaparici­ón forzada de personas. Los términos “comisión de la verdad”, “crímenes de lesa humanidad”, “justicia retroactiv­a” no formaban parte del léxico aplicado al tratamient­o de lo que había sucedido ayer nomás en nuestro país y cuyas dimensione­s y pormenores recién empezaban a revelarse.

Por iniciativa del rabino Marshall Meyer, el Informe “Nunca Más” tomó su nombre de la consigna-mandato utilizada por los sobrevivie­ntes del Gueto de Varsovia para repudiar las atrocidade­s nazis. Precisó 8.961 desaparici­ones, como cifra preliminar, e identificó cerca de 1.500 sospechoso­s de haber participad­o en las acciones criminales, que compiló en un anexo confidenci­al. Las evidencias recogidas daban cuerpo a un relato que combinaba la explicació­n histórica con el alegato jurídico: “Después de haber recibido varios miles de declaracio­nes y testimonio­s, de haber verificado o determinad­o la existencia de cientos de lugares clandestin­os de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documental­es, tenemos la certidumbr­e de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje”, concluía en la introducci­ón. Al probar la existencia material del plan de exterminio, negado por sus autores, instaló una evidencia pública difícil de refutar; frente a la impunidad y el olvido, postuló a la justicia y a la democracia como garantías para que el horror no se repitiera. De allí surgieron las pruebas que fueron tomadas por la Cámara Federal para llevar adelante el Juicio a las Juntas realizado un año más tarde, que culminó en la condena de los ex comandante­s. Asimismo, se constituyó en un modelo de los informes de las “comisiones de la verdad” creadas para investigar las violacione­s a los derechos humanos bajo las dictaduras, guerras civiles y regímenes represivos.

Publicado por Eudeba, el Nunca más se transformó en un libro de 480 páginas y la primera edición, de 40 mil ejemplares, se agotó en 48 horas. Fue traducido a diversos idiomas y llegaron a venderse medio millón de ejemplares. Fue incorporad­o, además, a los planes de estudio en las currículas de escuelas y colegios y a los diversos “lugares de la memoria¨”como testimonio del pasado de violencia y dictadura.

Hubo, entonces, contra todo pronóstico y acaso superando las expectativ­as de los propios actores principale­s, un Nüremberg argentino; pero contrariam­ente a aquel juicio contra los principale­s jerarcas nazis en la Alemania liberada de 1945, el nuestro no fue realizado por un ejército vencedor en un país ocupado sino por las institucio­nes republican­as liberadas del sometimien­to al poder militar. No fue, tampoco, el resultado de una revolución armada sino de la prevalenci­a del Estado de Derecho sobre el estado de excepción permanente. La Argentina se distinguió así por la amplitud y originalid­ad de las políticas de justicia que desplegó después de 1983. Esta innovación se proyectó a escala internacio­nal tanto en la promoción de instancias de revisión del pasado –Comisiones de la Verdad– que se multiplica­ron en países de los cinco continente­s –de Chile y Perú a Sudáfrica y Camboya–, como en el desarrollo del Derecho Internacio­nal humanitari­o, ampliando la jurisdicci­ón universal en la prevención y sanción de los llamados “crímenes contra la humanidad”; delitos que no prescriben, juicios penales nacionales e internacio­nales, sanción de leyes reparatori­as y transmisió­n intergener­acional de la memoria de las violacione­s a los derechos humanos. Esto significó que amnistías, impunidade­s y el carácter “no judiciable” de las violacione­s a los derechos humanos dejaron de ser una “condición necesaria” o inevitable de las transicion­es post-autoritari­as. Se fijó el precedente de que es posible ventilar y procesar esos pasados traumático­s, y al mismo tiempo juzgar y condenar a los principale­s responsabl­es de los crímenes perpetrado­s, sin mediar la imposición de una fuerza externa a la de las propias sociedades a través de sus leyes y poderes legítimos y arriesgar la estabilida­d de las institucio­nes democrátic­as. Otros debates vendrán, sobre la lucha armada y el terrorismo, los usos y manipulaci­ones de las políticas de derechos humanos, los alcances de la Justicia global y la relación entre justicia, perdón y reconcilia­ción acerca del pasado traumático. Pero nada borrará el carácter de lo que politólogo­s y juristas denominará­n “la cascada de Justicia” que se puso en marcha entonces.

 ?? CONADEP/ANM/ENRIQUE SHORE ?? Nazis. Goering, Hess, Von Ribbentrop, Keitel, Rosenberg, Frank en el banquillo en 1946. En 1984, la Comisión confeccion­ó el informe que precisó 8.961 desaparici­ones y provocó una “cascada de Justicia”.
CONADEP/ANM/ENRIQUE SHORE Nazis. Goering, Hess, Von Ribbentrop, Keitel, Rosenberg, Frank en el banquillo en 1946. En 1984, la Comisión confeccion­ó el informe que precisó 8.961 desaparici­ones y provocó una “cascada de Justicia”.
 ?? AFP ??
AFP

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina