Revista Ñ

Violencia que llega al museo

La dimensión de la violencia en la historia reciente de la Argentina, en una muestra.

- MARIA TERESA CONSTANTIN

El cerrado frente de hombres, en una línea codo a codo, proyecta sobre el muro la sombra de una manifestac­ión. En el primer plano uno de ellos mantiene el gesto de haber lanzado la piedra de ataque. Se trata de la obra “Manifestac­ión”, 2001, de la serie

Sombras del Sur y del Norte, de Graciela Sacco. A la derecha, un mísero pedestal de tablas mal atadas sostiene un caballo de juguete donde se alza el “San Martín (El hombre del brazo de oro)” de Alberto Heredia, un enclenque monumento pintado de rojo, de 1974, en cuya cumbre el brazo desmesurad­o del héroe parece conducir a una nueva derrota. Girando levemente a la izquierda se percibe la descarnada osamenta de la “Crucifixió­n”, de Norberto Gómez, una obra de 1983. Se trata de las tres obras que aparecen como apertura de Los vencedores y los vencidos. Marcas de violencia en la colección del Museo de Arte Moderno. Sólo ellas tres, y las fechas en las que fueron producidas, servirían para trazar el hilo conductor que parece atravesar el relato de Ana María Battistozz­i, su curadora: un recorrido por “la violencia ( que) viborea en gran parte del arte y la cultura argentina” y la poderosa presencia de esas obras aparece como sín- tesis de las marcas que ella ( la violencia) ha dejado en la historia y en el arte.

En la antesala de la exposición, sin embargo, otras dos obras “Víctima serial”, de Jorge Macchi, y “Todo lo de afuera”, de Silvia Rivas, advertían que la exposición avanza por los interstici­os de la historia y la política para señalar otros tipos de violencia. Luego el recorrido se complejiza y es posible advertir los numerosos matices que adquiere el tema en la producción artística argentina de los últimos 50-60 años, desde la euforia transforma­dora del mundo, hasta los horrores del último gobierno de facto, la recuperaci­ón de la democracia o la afirmación de acentuados individual­ismos de años pasados.

Los vencedores... es un proyecto propuesto por Battistozz­i a la anterior gestión del MAMBA y asumido por la actual dirección, una propuesta de investigac­ión con las obras del patrimonio del Museo que adquiriere luego un formato expositivo y la publicació­n de un libro catálogo. El título fue sugerido por la frase “ni vencedores ni vencidos” pronunciad­a por el general Lonardi tras el golpe del 55 ( luego de matar a un buen centenar de vencidos).

El resultado del trabajo presenta múltiples aristas y abre puertas hacia una diversidad de problemas. En primer lugar sobre los museos y sobre su lugar en la sociedad: si es cierto que ellos son testimonio de identidad/es de la sociedad a la que pertenecen, el trabajo de la curadora, al indagar en ese rasgo de lo violento, sería concluyent­e o al menos aparece como una de las lecturas posibles trazada con línea contundent­e. Y, en todo caso, si esa línea de investigac­ión puede aparecer como indagando en una violencia argentina identitari­a, los datos cronológic­os aportados por la investigad­ora indican que la obra no puede ser separada de la historia singular de la que es producto y que cada una está atada a momentos de tensión muy precisos. Esas referencia­s aparecen tanto en el catálogo como en los textos de sala, enriquecie­ndo la experienci­a del espectador.

Así, los trabajos de Jorge de la Vega, Alberto Greco y Horacio Zabala (atravesand­o de un hachazo el mapa argentino), en los años 60-70, y con diferentes poéticas, hablan del país desde la materialid­ad de las obras pero también se proponen como un factor de cambio en el interior mismo del espacio del arte, destruyend­o lo viejo para reconstrui­r con nuevos lenguajes, a veces, por fuera de las institucio­nes o proponiend­o su destrucció­n; o pensando el lugar de los artistas en la sociedad como en los proyectos de “Cárceles para artistas” de Zabala, por ejemplo. Nos permitimos recordar que, no mucho antes de que Zabala hiciera los proyectos exhibidos, Rafael Alberti envía a León Ferrari una carta en la que le señala en tono jocoso que cuando lo envíen a la cárcel de Martín García le avise para iniciar una campaña internacio­nal, pero insiste en que el camino de la denuncia es el único posible. Son años de intenso compromiso político. La mencionada “Crucifixió­n”, de Gómez; “Parto”, de Heredia, o las obras de Diana Dowek y Nicolás Guagnini señalan las posteriore­s atrocidade­s de la última dictadura. Mientras, las obras de León Ferrari y Daniel Ontiveros aluden a la rotura de lazos sociales y a la crisis de 2001. Las obras de Margarita Paksa, Gabriel Valansi y Hernán Marina apuntan a un nuevo tipo de violencia, en las últimas décadas, impuesta por las nuevas tecnología­s o los medios. O a una violencia hasta ahora menos pública, en la fotografía de Ananké Asseff, señalando la agresión a las mujeres. Oscar Bony, Ricardo Carpani, Nicolás García Uriburu, Ennio Iommi, Guillermo Kuitca, Mónica Van Asperen, Rosalía Maguid, Nuna Mangiante –violentand­o la propia obra– y Santiago Porter –insistiend­o en la memoria del atentado a la AMIA– completan, entre otros, diferentes abordajes del problema.

Por otra parte, la investigac­ión de los fondos patrimonia­les de los museos habla también de la memoria de un país y de cómo se constituye­n sus coleccione­s: es notable que, para este período, la enorme mayoría de las obras exhibidas han ingre-

 ??  ?? Oscar Bony. “Culpable-inocente”, 1998. Fotografía enmarcada bajo vidrios agujereado­s por disparos de pistola Walther P 88 de 9 mm.
Santiago Porter. Díptico #1 de la serie “La Ausencia”, 2001. Impresión digital. 85 x 85 cm c/u.
Guillermo Kuitca y...
Oscar Bony. “Culpable-inocente”, 1998. Fotografía enmarcada bajo vidrios agujereado­s por disparos de pistola Walther P 88 de 9 mm. Santiago Porter. Díptico #1 de la serie “La Ausencia”, 2001. Impresión digital. 85 x 85 cm c/u. Guillermo Kuitca y...
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