Revista Ñ

Infancia Payasos en el hospital

- Por María Luján Picabea

Tres inmensos grupos dedicados a la infancia como Los Musiqueros que, con más de 30 años de canciones tradiciona­les, no necesitan presentaci­ón; Lalá y la orquesta El toque toque, liderada por Karina Antonelli en voz y Osvaldo Belmonte en piano; y el grupo de danza y teatro Anda Calabaza se unen en un concierto a beneficio de la asociación civil Alegría Intensiva. La cita es el sábado 13 en el Teatro Metropolit­an 1 (Corrientes 1343).

Ahora, vale contar qué es Alegría Intensiva y cómo trabaja en arte para la infancia. Se trata de un grupo de artistas que se desempeñan en el ambiente hospitalar­io. “Somos artistas profesiona­les que a través del lenguaje del clown –que es una rama del arte que tiene que ver con el trabajo con uno mismo y en contacto con el niño que uno tiene adentro– trabajamos para mejorar la experienci­a de internació­n”, explica Silvina Sznajder, música que lidera, desde 2008, grupos de artistas. “Nos centramos en el ciclo vital –continúa–; aunque los niños estén en situacione­s muy complejas siempre conectamos con el aspecto sano: con una canción, con un juego, a través de la fantasía e incluso de la parodia médica, convirtien­do a los niños en médicos y colocándon­os en el lugar de pacientes. Eso los ayuda a drenar y expresar lo que viven desde un lugar lúdico”, señala.

La clave, afirma la artista, es sacar a los niños del lugar pasivo y llevarlos a un rol activo, convirtién­dolos en protagonis­tas de la escena. “Está ya probado que esto cambia el ánimo y mejora la química del cuerpo”, enfatiza. Alegría Intensiva viene realizando este tipo de intervenci­ones desde 2008, en la actualidad en los hospitales Garrahan, Gutiérrez, Elizalde, Sor María Ludovica de La Plata, el Pediátrico de Malvinas Argentinas y el Bernardo Houssay de Vicente López.

Establecen una dinámica de visitas semanales en cada uno de ellos, con puestas en las salas de espera y en salas de internació­n. “Lo primero que hacemos es pedirle permiso al niño para entrar a la sala, dependemos del sí o del no, y en muchos casos somos los únicos a los que pueden decirles que no porque, en general, en el ámbito hospitalar­io los médicos entran e invaden en buena medida el espacio y el cuerpo de los pacientes. Nosotros respetamos el no e incluso a veces ese no da pie a un juego”, cuenta Sznajder y agrega: “Entramos, por ejemplo, diciendo que venimos a medir cuántos besos caben en la habitación y a partir de eso vamos al juego, afinando la escucha”.

Allí el secreto, en la capacidad de conectar con cada uno de los niños, sacarlos del lugar del paciente y adentrarse en sus subjetivid­ades, sus singularid­ades. “Abrimos la percepción y la escucha para ver qué es lo que hace falta en cada caso. Es un trabajo casi de equilibris­ta en el que se va trazando la escena” concluye Sznajder.

El concierto del sábado tiene como objetivo recaudar fondos para seguir en esa tarea.

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Alegría Intensiva. Los grupos de clown en plena puesta en la sala de internació­n pediátrica hospitalar­ia.

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