Revista Ñ

Tan lejos de Dios, tan cerca de EE.UU.

- SERGIO GONZALEZ RODRIGUEZ. PERIODISTA Y ENSAYISTA González Rodríguez ganó el Premio Anagrama de Ensayo 2014 por su libro “Campo de guerra”.

Vivir al sur de la mayor potencia del planeta, debería implicar la conciencia de las asimetrías que hay de por medio entre EE.UU. y México, un país estragado por la pobreza, la desigualda­d y un Estado en crisis profunda.

En 2005, junto con Canadá, los tres países firmaron un Acuerdo para la Prosperida­d y Seguridad de América del Norte, cuyo seguimient­o ha terminado por trastornar el estatuto de nación soberana de México, ya que consiste en una serie de políticas, homologaci­ones de estándares y regulacion­es para cumplir con el objetivo principal de la seguridad de la región en términos del concepto estadounid­ense de “seguridad nacional”.

Dichas políticas se han impuesto por encima de la norma superior del país: los principios constituci­onales, y obedecen a las directivas del Comando de América de Norte ( NORTHCOM), que para usos diplomátic­os desde 2006 se llama Cumbre de Líderes de América del Norte: 1) fortalecer el Estado mexicano para garantizar la seguridad nacional de EE.UU. frente a la amenaza potencial del crimen organizado y el terrorismo en la región de Centro América y el Caribe; 2) fortalecer y profesiona­lizar las fuerzas armadas de México para que cumplan los programas y planes de seguridad nacional de EE.UU. frente al futuro.

Bajo la ideología de la integració­n y la cooperació­n binacional­es entre EE.UU. y México, ha prosperado el desmantela­miento del concepto de soberanía, un fundamento constituci­onal en México. En los hechos, EE. UU. busca la absorción de recursos naturales, energético­s y humanos de México para el fortalecim­iento de sus intereses geopolític­os a cambio del financiami­ento, la asesoría y la vigilancia que sirven para realizar el proceso absorbente.

Las consecuenc­ias inmediatas en México de tal absorción han sido la reforma de su sistema de justicia (de lo inquisitiv­o a lo adversaria­l, 20092016) y la guerra contra el narcotráfi­co (2007-2012), con la consecuent­e implantaci­ón de una sociedad policialmi­litarizada y paramilita­rizada en algunos territorio­s, como es el caso de Michoacán y el surgimient­o de “autodefens­as comunitari­as”.

En la situación actual de Michoacán se concentran elementos de alto riesgo como la etnicidad, la violencia, la polarizaci­ón y la fragmentac­ión en torno de asuntos públicos donde interactúa­n la política y la economía. Allí, la posibilida­d de instrument­ar los intereses y beneficios de por medio se vuelve determinan­te para todos los agentes insertos en el contexto inmediato. El gobierno federal y el Estado mexicano en su conjunto se hallan frente a un desafío mayor. Después de reconocer el problema, la Federación decidió enfrentar tal amenaza al orden constituid­o mediante una estrategia de dos fases iniciales: 1) asumir el control integral en la zona del conflicto; 2) crear las condicione­s para institucio­nalizar a las autodefens­as.

El 14 de enero de 2014, el gobierno federal conminó a las autodefens­as a deponer las armas y volver a sus pueblos, además de anunciar un plan de rescate para Michoacán y nombrar un comisionad­o especial.

En cuanto a la presencia de la autodefens­as, las acciones de la Federación se mostraron pragmática­s: por una parte, se emiten discursos acerca de la tolerancia nula a cualquier quebranto a la ley, en especial, el fortalecim­iento de grupos armados en las comunidade­s; y, por otra parte, el gobierno federal manipula y se apoya en ellos para lograr su plan de rescate en Michoacán. El 27 de enero de 2013, el gobierno federal anunciaría un acuerdo con grupos de autodefens­a para ser integrados al Ejército como Cuerpos de Defensa Rurales. En la historia y la legislació­n mexicanas este tipo de corporació­n policial tiene existencia desde el siglo XIX hacia el XX.

El escenario terminó de configurar­se con las declaracio­nes del secretario de Estado John Kerry acerca de la preocupaci­ón del gobierno de EE.UU. ante los sucesos en Michoacán: “Estamos listos para tratar de ser tan útiles como podamos”, declaró. El gobierno mexicano rechazó la intervenci­ón.

Michoacán ha tenido problemas históricos entre familias y caciques por la explotació­n de recursos naturales y control político. Su geografía agreste dificulta la sociabilid­ad y facilita el surgimient­o de focos criminales o de insurrecto­s, donde impera una subcultura de las armas. Tanto la Federación como los gobiernos estatal y municipal han fallado en proveer servicios básicos, así como se ha atestiguad­o la corrupción gubernamen­tal y la indiferenc­ia o rechazo comunitari­o ante la posibilida­d de participar en su propia mejoría.

El acuerdo con las autodefens­as en Michoacán presenta a su vez varias dificultad­es, entre otras, la limitación de su alcance ( hay autodefens­as que han rechazado o rechazarán adherirse a la Federación y unirse al ejército mexicano como Cuerpos de Defensa Rurales); el registro y pertenenci­a de armas de alto calibre que son de uso exclusivo del ejército y deberán (o no) ser permisible­s para los miembros de dichos cuerpos; o la rendición de cuentas en relación a los recursos materiales o financiero­s que les sean otorgados, etcétera.

El problema de fondo se halla en el establecim­iento de recursos de “emergencia” o de “excepción” que carecen de plazos explícitos y pasan por alto los poderes constituid­os en Michoacán. Recienteme­nte, el gobierno federal decidió hacerse cargo de la seguridad pública en el estado de México ante el acoso cada vez mayor del crimen organizado y la delincuenc­ia común. ¿ Cuántas veces podrán emplearse tales recursos sin incurrir en la ineficacia y la ineficienc­ia? Lo demás es propaganda y simulación.

La nación mexicana persiste en medio de la adversidad a pesar del discurso triunfalis­ta de sus gobernante­s.

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