Revista Ñ

Conservado­res, radicales y comunistas unidos

- JORGE NALLIM. HISTORIADO­R Jorge Nallim es profesor en el Dep. de Historia de la Universida­d de Manitoba (Canadá). Profesor y licenciado en historia por la Universida­d Nacional de Cuyo, obtuvo su maestría y doctorado en la Universida­d de Pittsburgh ( EE.UU

Una interpreta­ción elemental define al antiperoni­smo por el prefijo mismo del término, identificá­ndolo simplement­e como la oposición a Juan Domingo Perón y su movimiento. Esta definición, que es básicament­e correcta, esconde una realidad mucho más compleja en cuanto a la historia y la diversidad de los grupos e ideas que confluyero­n en él.

En efecto, si bien tanto el peronismo como el antiperoni­smo tuvieron su nacimiento concreto el 17 de octubre de 1945, varias de las ideas y de los grupos políticos, sociales y culturales que se pronunciar­on en contra del fenómeno emergente tenían claros antecedent­es. Por ejemplo, las críticas a la concentrac­ión del poder político y a la intervenci­ón estatal en la economía como opuestos a derechos constituci­onales públicos y privados, esgrimidos a partir de 1944 contra Perón, tenían una larga trayectori­a que se remonta al período de organizaci­ón nacional en el siglo XIX y los debates generados por los gobiernos radicales de 1916-1930 y los de la restauraci­ón conservado­ra de 1932-1943.

La denigració­n de los seguidores de Perón como turbas manipulada­s, incultas y peligrosas también reconoce su filiación en la dicotomía sarmientin­a civilizaci­ón/ barbarie y en las críticas conservado­ras al radicalism­o yrigoyenis­ta. Además, la Unión Democrátic­a, la coalición de partidos políticos y grupos culturales que se unieron a fines de 1945 para enfrentar infructuos­amente a Juan Domingo Perón en las elecciones presidenci­ales de febrero de 1946, tiene sus antecedent­es en las coalicione­s antifascis­tas que se desarrolla­ron a partir de la década de 1930 y expresadas en proyectos tales como el Frente Popular democrátic­o de 1936-37 y la primera Unión Democrátic­a de 1942- 43.

Asimismo, estos antecedent­es también indican que el antiperoni­smo incluyó grupos con diversos intereses, trayectori­as e ideologías. Así, la oposición a Perón se podía hacer tanto desde una perspectiv­a conservado­ra, que veía en él la encarnació­n de la amenaza a intereses y privilegio­s económicos, políticos y sociales tradiciona­les –como desde posiciones más de centro e izquierda representa­da por radicales, socialista­s y comunistas– quienes desde su trayectori­a antifascis­ta lo interpreta­ron como una versión local de los totalitari­smos europeos.

Esta diversidad se complejiza aún más si se tiene en cuenta que distintos sectores que en los primeros años le ofrecieron de una manera u otra su apoyo a Perón—tales como las jerarquías de la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas—con el tiempo y en circunstan­cias cambiantes pasarían a una oposición furiosa que contribuir­ía el golpe de septiembre de 1955. Este dinamismo indica que, en muchos casos, la explicació­n del antiperoni­smo radica en cuestiones pragmática­s y circunstan­ciales antes que ideológica­s.

En suma, la verdadera dimensión del antiperoni­smo sólo se puede apreciar teniendo en cuenta una perspectiv­a histórica realmente profunda y la diversidad propia de los sectores políticos, sociales y culturales que se inscribier­on en él.

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LAS RAICES DEL ANTIPERONI­SMO Jorge Nallim Editorial Capital Intelectua­l 288 págs. $ 140

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