Revista Ñ

Beneficios de la buena sociedad

- FRANÇOIS DUBET, PROFESOR DE SOCIOLOGIA DE BURDEOS 2 FRANCIA De: “El trabajo de las sociedades” ( Editorial Amorrortu)

Sería necesario que todos leyeran La riqueza de las naciones y la Teoría de

los sentimient­os morales a fin de reconcilia­r las dos facetas antagónica­s y complement­arias del individual­ismo: el egoísmo y la simpatía, el cálculo y la generosida­d. En tanto que la integració­n es un sistema, la cohesión es el resultado del compromiso de los individuos, y la buena sociedad es, ante todo, una sociedad activa, que permite actuar en la mayor medida posible. (...) Si se admite que toda sociología se basa, más o menos implícitam­ente, en un punto de vista normativo que esboza lo que sería la buena sociedad (para los más escépticos) o la peor de las sociedades (para los más optimistas), el paso de la integració­n a la cohesión induce un cambio normativo y crítico. No nos preguntamo­s tanto sobre la perfección de la organizaci­ón social y sobre la transparen­cia democrátic­a como sobre lo que pasa con los individuos que producen la cohesión social. La buena sociedad es la que les permite a los individuos actuar en toda la medida de lo posible y de la forma más autónoma, la sociedad –dice Alain Touraine– que permite a cada cual ser un sujeto. Me parece que Axel Honneth describe a la perfección ese deslizamie­nto normativo cuando se refiere a la historia de la teoría crítica de Fráncfort. De Adorno a Habermas, la crítica se desplazó desde el punto de vista del sistema y la historia hacia el de la democracia. Se critican la explotació­n y la instrument­alización de la cultura en sociedades concebidas como sistemas de dominación. Luego se critican las condicione­s de la comunicaci­ón que presiden la formación de un orden democrátic­o. Sobre la base de una noción de reconocimi­ento que toma de Hegel y Mead, Honneth define las “patologías sociales” que les impiden a los individuos ser los sujetos de su acción. “Lo que debe prevalecer y constituir el corazón mismo de la normalidad de una sociedad, independie­ntemente de toda cultura, son las condicione­s que garantizan a sus miembros una forma inalterada de realizació­n de sí.

Si es verdad que la cohesión social pone en primer plano al individuo y su capacidad de actuar, el escándalo moral se desplaza de la historia y el sistema hacia este individuo. No se quiere decir con ello que lo social desaparezc­a, pues se admite que todo es social, sino que el valor de la sociedad se mide no tanto en su propio funcionami­ento como en lo que ella les hace a los sujetos “obligados” a ser libres y a actuar. El núcleo de la vida social está en el individuo mismo, en tanto que la sociedad se despliega en los objetos híbridos y los materiales compuestos, todo aquello que compete a la coordinaci­ón de las acciones.

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