Lo lindo y la propaganda
Se acabaron los helados el fin de semana en Tecnópolis. De naranja y jengibre, uno de los hits. Nada, no quedó nada. Ni ese gusto ni ninguno. Se los llevaron las cientos de percusionistas, miles de personas que se corrieron el fin de semana hasta Villa Martelli para participar de Toque, el festival de Percusión que organizaron, en conjunto, los Ministerios de Cultura y Planificación y Tecnópolis.
Enorme festival, varios escenarios, bandas de acá nomás y de afuera, quizás alcance con recordar que cerraron Carlinhos Brown y Hermeto Pascoal. Y todo es gratis (no el helado, claro).
Clima de complicidad, músicos que se cruzaban a tocar con bandas “hermanas”, mucho cuerpito bailando al sol, palmas, público cantando como en el fogón, gente tirada en el piso con termo y mate, aprovechando la música de tal mientras esperan la de cual.
En la entrada, un percusionista de un grupo argen- tino veía llegar a los músicos de Carlinhos Brown y les hacía una reverencia pronunciada, profunda: la banda le respondía con sonrisas. Así las cosas.
Hay en el aire un viento de fraternidad y un cierto dejo reivindicativo. Nosotros, la percusión, el sonido ancestral pero también los desdeñados, ahora en el centro de la escena. Hay alegría. Y en los escenarios chicos hay, además, un VJ que las bandas no eligieron y que pasa en una pantalla, repetidas, como un mantra, tres inscripciones: “Igualdad cultural”, “Ministerio de Cultura”, “Ministerio de Planificación”.
Esto es un show, amigos, todo lo que se muestra en el escenario es parte de él, los grupos planean con cuidado qué ponen ahí. Igualdad cultural, ministerio, ministerio. Es imposible ver el espectáculo sin verlo. ¿Esa es la parte del show en que el dueño de casa se cobra su yapa y la yapa es intervenir el espectáculo, hacer sonar su voz oficial entre los tambores? Estuvo buenísimo el festival, muchachos. No hacía falta subirse al escenario.