“Lo mío es vanguardia”
¿Cómo incidió el peronismo en la literatura? ¿Y el kirchnerismo? ¿Arriesga la crítica? ¿Qué hay de nuevo en la novela argentina? Maestro de críticos, el autor de “Casa Rosada” responde y abre la polémica.
Estoy persiguiendo mi propia forma.” La frase, deslizada en un momento por el narrador de Casa Rosada, explicita de algún modo el proyecto autobiográfico del crítico y escritor Noé Jitrik. No es casual que en esa persecución se manifieste una interrogación sobre la memoria. Es la forma, justamente, la que construye el relato, la identidad, ese deambular por detalles, imágenes, nombres que rastrean, en este volumen, “su propia construcción”, es decir, su formación y su ingreso a los círculos intelectuales de Buenos Aires.
A los 86 años, Jitrik sigue trabajando en su labor crítica desde su estudio, a una puerta de distancia de su habitación, con la ventana que da a la terraza del edificio de la calle Viamonte donde vive junto a su mujer, la escritora Tununa Mercado. En los estantes de una de sus bibliotecas, descansan los diez volúmenes que hasta ahora salieron de la Historia crítica de la literatura argentina, que Jitrik dirige desde 1999. Sólo faltan dos para culminar este proyecto monumental. El n° 1, “Una patria literaria”, saldrá en noviembre y el último, el n° 12, “Una literatura en la fric- ción”, saldrá a fines de 2015 y está dirigido por Jorge Monteleone. Cada uno de los doscientos críticos e investigadores que aceptaron participar del proyecto entendieron, según Jitrik , “cuál era la intención general: estilística y poética”.
A veces los recuerdos de Jitrik plasmados en el relato son difusos pero intensos, y esas imágenes coagularon en una serie que comenzó con Los lentos tranvías y siguió con Atardeceres o Mediodía y llega hasta Casa Rosada, un viaje que parte desde las calles del barrio y tiene como destino el ejercicio crítico. Porque en el núcleo de este nuevo libro gravitan sus encuentros y desencuentros con el grupo Contorno, las interminables noches de poesía con Alberto Vanasco y Mario Trejo, la convulsionada época de la universidad a mediados de los sesenta y su activa función como asesor en las sombras de Arturo Frondizi. Política y literatura, entonces, puntúan esta vida. –Lo primero que llama la atención en el libro es la palabra “relatos” y no “memoria”. ¿Por qué esa decisión? –Es un problema de acento. Si pusiera “memoria” tendría que comprometerme a cierta fidelidad con la experiencia vivida. Y yo no quería eso. Pese a que el material viene de la memoria, traté de tener una experiencia de escritura. De manera que en mí esto se conjuga con que pese a que he escrito varias novelas, o que se pueden considerar como novelas, considerando temas, cuestiones, impresiones externas a mí, ya en este momento no me interesa demasiado indagar eso. He leído, últimamente, cientos de novelas, en la Argentina y de afuera también, y he comprobado que prosigue ese interés, ese vigor de escritores que buscan temas, que tratan de hacer ficción y que en algunos casos lo hacen muy bien y en otros se atienen al género y repiten las fórmulas narrativas que me aburren profundamente. Yo no quiero hacer eso. Quiero escribir aquello que me suscita. –El afán, pareciera ser recuperar los detalles laterales, a veces intrascendentes, pero a la vez es lo que estructura el relato y la única manera que tiene la memoria de construirse. –Uno tiende, en la vida cotidiana, a establecer juicios de valor en cuanto a la importancia de los hechos. Y son incomparables. Por ejemplo, lo que está pasando en Oriente, en este momento, es un hecho de una importancia fundamental. De acuerdo. No vas compararlo con el asado del domingo. Pero, en un texto, en un relato, en una escritura, en el asado del domingo puede haber alguna cosa que pueda ser como un estallido de sentido. Entonces, ahí está el desafío del escritor. Ahora, ¿cómo se percibe eso? Tiene que ver con la atmósfera, con el concepto, con esos indicios que, posteriormente, en