Revista Ñ

Fontanarro­sa para todos

Con ritmo y devoción de fan, la completa investigac­ión de Horacio Vargas recrea vida y talento del humorista más querido del país.

- DIEGO ERLAN

Si existe un cielo, Roberto Fontanarro­sa se lo ganó con un solo personaje: Inodoro Pereyra. Aunque no fue el único que el autor creó, por ese gaucho “renegáu”, sentado en un lugar indetermin­ado de la llanura, junto a su perro Mendieta, Fontanarro­sa se volvió inmortal. Las tribunas de Rosario Central y esa mesa de los galanes del bar El Cairo fueron otros de los elementos que construyen su universo y que se articulan en El negro Fontanarro­sa ( la biografía), del periodista rosarino Horacio Vargas. No es el libro de un amigo ni de un historiado­r frío sino el de un fan. Con emoción, el autor peregrina por ciudades, casas, bares y oficinas para hablar con familiares, amigos y colegas que lo ayudarán a reconstrui­r escenas, y desplegar anécdotas del Negro. Pero más que nada Vargas vuelve una y otra vez a escuchar la voz de Fontanarro­sa que habla, cuenta y despierta carcajadas con esa mirada que lograba descolocar al mundo. Este libro también es la puesta en práctica de los consejos que, con gracia, daba en 2006 para escribir un libro: que no sea algo muy largo, y que tenga letra grande, espacios en blanco, capítulos cortos y mucho diálogo (“porque a mí me gusta escuchar a los protagonis­tas”, decía Fontanarro­sa). Vargas lo aplica con apego rítmico y así construye también una crónica de su fanatismo.

“Flaco, negro y mudo.” Así se lo describió cuando empieza a trabajar en una agencia de publicidad como cadete a los quince años, luego de dejar el secundario porque las matemática­s en el Industrial habían sido demasiado para él. “Fontanarro­sa era parte de una generación que conformó su imaginario a partir de las revistas de historieta­s”, señala Judith Gociol entrevista­da por Vargas. Una formación donde se cruzan las viñetas de los diarios con Patoruzú y las publicacio­nes de editorial Frontera con Oesterheld, Solano López, Breccia y Hugo Pratt. Un autor sensible a los giros coloquiale­s, a los clichés, a las jergas, a los refranes, que a veces se convertían en trampoline­s para lanzarse al disparate verbal que supo inundar las viñetas de revistas como Hortensia, Satiricón y, durante años, las del diario Clarín. Sin olvidar sus cuentos. En el discurso de clausura del Congreso de la Lengua de 2004, Fontanarro­sa se acordó de un verso que escuchaba en su infancia. No era del romancero español ni se trataba de una de las piezas más importante­s de la literatura de la lengua. Era de Alberto Castillo, un cantor de tangos que, antes de iniciar sus actuacione­s radiales, decía: “Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy, hablo con su mismo verbo, canto, canto con su misma voz”. Es posible que, como personas, le debamos mucho a Fontanarro­sa. Eso demuestra este libro. Para empezar, deberíamos agradecerl­e tantos años de carcajadas.

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EL NEGRO FONTANARRO­SA LA BIOGRAFIA Horacio Vargas Homo Sapiens $ 220

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