Revista Ñ

Prohibir, una respuesta siempre inútil

Drogas. El fracaso de las políticas antidrogas busca una alternativ­a en la despenaliz­ación del consumo.

- CECILIA GONZALEZ

De México a Irlanda, de Estados Unidos a Uruguay, de Portugal a Chile, de Suiza a Costa Rica, el rígido prohibicio­nismo es combatido cada vez con más fuerza por múltiples organizaci­ones, líderes políticos e intelectua­les que, con una visión que oscila entre el respeto a los derechos individual­es y el pragmatism­o, advierten que el fracaso de las estrategia­s aplicadas durante décadas obliga a buscar nuevos enfoques y a entender que en el mundo seguirá habiendo drogas, que el reto pasa por regular la producción y venta y prevenir los riesgos del consumo sin dejar de combatir al narcotráfi­co. Y que el cambio urgente es descrimina­lizar al usuario y diferencia­rlo del adicto, quien debe dejar de ser tratado como un delincuent­e porque en realidad es un enfermo.

“Debemos considerar alternativ­as a la criminaliz­ación y el encarcelam­iento de gente que use drogas y enfocar los esfuerzos de justicia criminal en aquellos involucrad­os en la oferta”, insistió en junio pasado el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, anticipand­o el debate mundial que habrá durante la Asamblea General sobre el problema de las drogas que se celebrará en abril próximo en Nueva York.

El ex presidente mexicano Ernesto Zedillo, fundador de la Comisión Latinoamer­icana sobre Drogas y Democracia junto con los ex presidente­s de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, y de Colombia, César Gaviria, ya ha advertido la urgencia de “sacar el tráfico de drogas de manos de la delincuenc­ia organizada, es la única manera de deshacerse de los mercados negros donde los delincuent­es obtienen inmensas cantidades de dinero”. Cardoso, en tanto, suele subrayar la necesidad de tratar a los usuarios de drogas como pacientes, garantizan­do sus derechos humanos. Contundent­e, Gaviria ha reiterado que “América Latina está cansada de prohibicio­nes que no han funcionado”.

Mario Vargas Llosa es uno de los intelectua­les que promueve la legalizaci­ón como “única solución para acabar con la criminalid­ad del narcotráfi­co”, posición a la que Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez adhirieron desde fines del siglo pasado. En esta discusión global, la marihuana lleva la delantera y ha logrado quebrar barreras que hasta hace pocos años parecían infranquea­bles, pero la difícil apuesta es que en el largo plazo se regulen todas las drogas considerad­as ilegales.

Parece utópico, pero no menos que las poco realistas políticas sobre drogas que Estados Unidos impuso hace más de cuatro décadas. A principios de los 70, cuando Richard Nixon lanzó la llamada guerra contra el narcotráfi­co, Naciones Unidas estableció plazos para construir “un mundo libre de drogas”. Jamás pudo cumplirlos. En 1998, en una sesión especial de la ONU, algunos países latinoamer­icanos y europeos denunciaro­n el fracaso de esta guerra y propusiero­n realizar un informe internacio­nal independie­nte que planteara otras alternativ­as. Estados Unidos y el Reino Unido se opusieron y Naciones Unidas se limitó a fijar el 2008 como plazo para que ya no hubiera drogas ilegales en el mundo. Una nueva meta imposible.

La cita sirvió para que más de 500 personalid­ades enviaran una carta pública al entonces secretario general Kofi Annan. “Creemos que la guerra global contra las drogas está causando más daño que el abuso de las drogas”, concluyero­n premios Nobel, periodista­s, profesores universita­rios, parlamenta­rios, empresario­s, médicos, criminólog­os, diplomátic­os, políticos, filósofos, presidente­s, jueces y sacerdotes de 38 países, incluido Estados Unidos. Una década después, la Comisión de Estupefaci­entes de Naciones Unidas realizó en Viena una nueva reunión que tampoco tuvo avances, pero en 2009, la Comisión Latinoamer­icana sobre Drogas y Democracia presentó un crudo informe para plantear un cambio de paradigma. El documento llevaba la firma de Cardoso, Gaviria, Zedillo y otras 17 personalid­ades como el colombiano Antanas Mockus, el mexicano Enrique Krauze, Vargas Llosa y Tomás Eloy Martínez.

Las críticas fueron previsible­s. Se cuestionó que Zedillo, Cardoso y Gaviria presentara­n un documento de tal magnitud cuando ya no tenían que asumir las consecuenc­ias políticas porque eran ex presidente­s. El año pasado, este grupo aumentó la apuesta y recomendó en un nuevo informe la despenaliz­ación del consumo y posesión de drogas a partir de una regulación responsabl­e para terminar con la criminaliz­ación, la marginaliz­ación y la estigmatiz­ación de las personas que usan drogas pero que no hacen ningún daño a otros; asegurar diversos tratamient­os, incluso los que utilizan heroína y que han sido exitosos en muchos países europeos y en Canadá; y respetar los derechos humanos de consumidor­es y de las personas que participan en las escalas más bajas de la cadena narco.

Hoy, la diferencia es que los promotores de la regulación son presidente­s en activo, como José Mujica, quien a fines de 2013, cuando todavía le faltaban casi dos años para dejar el poder, logró que Uruguay se convirtier­a en el primer país del mundo en legalizar la producción, consumo y venta de marihuana. “La marihuana es una plaga como el tabaco, y ninguna adicción, salvo la del amor, es recomendab­le, pero están ahí y hay que enfrentarl­as”, asumió Mujica con espíritu práctico.

El camino no es fácil. Implica un cambio cultural inmenso, pero ya hay avances. Y algunos sorprenden. A principios de noviembre, la Suprema Corte de Justicia de México abrió la puerta a la legalizaci­ón del cultivo y consumo personal de marihuana. Fue un fallo trascenden­tal porque México es productor a gran escala de la planta, y es uno de los países más afectados por la violencia que gene- ró la guerra contra el narcotráfi­co. En Colombia, el otro país emblemátic­o de la región en materia de narco y drogas, el presidente Juan Manuel Santos firmó el 22 de diciembre el decreto que legaliza el cultivo y venta de marihuana con fines médicos y científico­s, camino que sigue Chile. En Costa Rica, además de debatir la legalizaci­ón, se puso en marcha un programa de reducción de daños con un radical cambio de enfoque que enmarca el consumo de drogas como un problema de salud, no criminal. Aunque no avanza hacia la legalizaci­ón, Bolivia sí modificó la estrategia global de drogas al reducir la siembra ilegal de hoja de coca mediante acuerdos con los cocaleros que antes sólo veían cómo sus campos eran arrasados y ellos, empobrecid­os. En Ecuador, a partir de un enfoque de derechos humanos inexistent­e a nivel internacio­nal, se reformó la Constituci­ón para descrimina­lizar a los consumidor­es. En Jamaica se aprobaron las leyes para el uso tradiciona­l y medicinal de la marihuana y se eliminaron los antecedent­es penales por delitos previos vinculados con esta droga. El nuevo gobierno de Canadá ya prometió la legalizaci­ón. Y en Estados Unidos, el país que más drogas consume, la regulación de la marihuana ya rige en la capital y en 23 estados, en algunos de ellos incluso para uso recreativo. En plena campaña, Hillary Clinton, precandida­ta demócrata a la presidenci­a, propuso reducir la categoría de “peligrosid­ad” del cannabis.

Del otro lado del Atlántico, funcionari­os de Irlanda anunciaron que se despenaliz­ará la posesión de pequeñas dosis de marihuana, cocaína y heroína, y se abrirán salas de consumo bajo supervisió­n médica como las que ya operan desde hace años en Suecia, Holanda, España, Alemania, Noruega y Luxemburgo, aunque no en todos los casos a nivel nacional.

En otras regiones, el escenario no es nada alentador. La violación a los derechos de los consumidor­es se torna en situacione­s extremas en Malasia, China, Egipto, Emiratos Arabes, Indonesia, Laos, Libia, Tailandia y Yemen, en donde los delitos relacionad­os con las drogas se castigan, directamen­te, con la pena de muerte. En Gambia basta poseer 250 gramos de heroína o cocaína para ser condenados a morir, y en Irán la posesión de metanfetam­inas se sanciona con la pena capital, incluso para menores de edad.

La intensidad del debate aumentará en los próximos meses. En abril, Naciones Unidas realizará una Sesión Especial sobre drogas en Nueva York en la que, con la presencia de los jefes de Estado de los países miembros, se demostrará que el dique prohibicio­nista se ha resquebraj­ado.

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AP/FELIPE DANA Cracolandi­a. Un adicto al crack en un fumadero de Río de Janeiro.
 ?? AP/FELIPE DANA ?? Cracolandi­a 2. “La expresión de cada uno es consistent­e con su realidad …” dice Henrique al posar.
AP/FELIPE DANA Cracolandi­a 2. “La expresión de cada uno es consistent­e con su realidad …” dice Henrique al posar.

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