Revista Ñ

Escrituras de un sobrevivie­nte

Primo Levi. Se reeditan tres libros clave del autor que trató de explicar lo inexplicab­le del Holocausto.

- MARIANA DIMOPULOS Mariana Dimópulos es escritora y traductora. Ha publicado las novelas Anís, Cada despedida y Pendiente.

Hay muchas formas de tener suerte. Hace siglos se la imaginaba como una rueda, la rueda de la Fortuna, que se movía y arrastraba a los hombres a su antojo. ¿Será posible tenerla en la mayor desgracia que hayamos conocido en nuestra época? Eso es lo que asegura Primo Levi, químico, escritor, judío y sobrevivie­nte. Y es así como empieza su libro más famoso, vendido, traducido y estudiado: “Tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944”.

De los numerosos testimonio­s de los campos de concentrac­ión, los libros de Levi son ejemplares de una rareza y una belleza únicas. Han asumido una tarea ciclópea, ante todo el primero, Si esto es un hombre: la de hacer colar la razón en lo inconcebib­le, sin el aparato de la historia –¿cómo llegó el pueblo alemán a programar y llevar adelante el genocidio?–, sin coincidir con la cínica confesión de los perpetrado­res –¿cómo funcionaba, cuántos trenes, cuántos muertos?

Curiosamen­te, para este trabajo de gigantes hacía falta un hombre pequeño, atento, científico. Por su cualidad de químico, además de por la suerte, se salvará. Mientras los otros prisionero­s siguen trabajando a la intemperie como él mismo los primeros meses, en la progresiva y rápida desnutrici­ón, en el maltrato y la casi perfecta ausencia de descanso, él ha sido selecciona­do para hacer su aporte esclavo en un laboratori­o adosado al campo de concentrac­ión. Sustraerse así del frío polaco, multiplica­r la posibilida­d del tráfico de objetos, obtener una ración más de sopa, esas fueron las ventajas del laboratori­o. Pero ninguna suerte, como en cualquier sobrevivie­nte, equivale por completo a la justificac­ión de estar vivo y poder contarlo. A Levi, hasta la enfermedad lo ha salvado: si no fuera por la escarlatin­a, por la que quedó abandonado entre los enfermos de tifus y disentería, sin nada que comer, con veinte grados bajo cero, en las peores condicione­s sanitarias, hubiera debido cumplir la larga marcha con la que los nazis cerraron su compromiso con la muerte una vez vencidos en la guerra. Todos los que podían debieron caminar por la nieve hasta la extenuació­n. El, condenado entre moribundos, se salvó.

Para insuflar algo de razón en el relato de lo inconcebib­le había que crear herramient­as nuevas. Levi acudió a la ciencia y a la literatura clásica, es decir, a la descripció­n precisa y a las preguntas más elementale­s, y por ende más difíciles. ¿Es esto un hombre? ¿ Quién hace el mal? ¿Cómo expresar la destrucció­n de una persona? El resultado fue una antropolog­ía negativa y no la remembranz­a de un calvario. El campo de concentrac­ión era una maquinaria para que un hombre deje de serlo y sin embargo siga por un tiempo en vida. En esa vida del sin embargo, del apenas, los hombres luchan por mantener y al mismo tiempo por deshacerse de su humanidad. Porque la ley del campo dice: primero estoy yo, luego yo, más tarde yo. No debemos recordar el afuera, la familia, la comida cotidiana, el amor. Hay que no ser hombres para serlo al menos unas horas más.

Esa misma naturaleza humana, desbaratad­a sistemátic­amente en el campo de concentrac­ión, obtuvo en un segundo libro de Levi su contracara redentora. Si esto es un hombre había sido escrito en 1946, imaginado ya en el campo como promesa de superviven­cia. La tregua, publicada varios años más tarde, cuenta en clave de aventura y odisea el largo regreso a casa. Esto llevó a Levi y a otros sobrevi- vientes a un largo viaje por el interior de Rusia y sus llanuras, a estancias más o menos improvisad­as en las duras condicione­s de la guerra y posguerra, y a un primer nuevo contacto con la vida, lleno de riesgos reales y de gente extremadam­ente curiosa. Si hay algún poder reparador en la risa, la demostraci­ón está en sus páginas.

La otra pregunta del sobrevivie­nte, una vez aceptado el arbitrario comportami­ento de la Fortuna, apunta a los perpetrado­res. Sólo en un tercer libro, muy posterior y que completa la Trilogía de Auschwitz –que acaba de reimprimir­se en castellano– Primo Levi se entregó a las disquisici­ones propias de sus oyentes y de los que llegaron después, en torno a las motivacion­es de los nazis, la atrocidad de su sistema, las posibilida­des de la población a resistirse. De este trabajo se había creído sustraído, su tarea era la de la memoria. Pero tras décadas conferenci­ando ante alumnos de escuelas, una vez leídos los libros de otros sobrevivie­ntes y las explicacio­nes de los historiado­res, no hubo remedio.

Entonces Levi se enfrentó de lleno a la “impotencia del juicio”. Además de intentar no perderlo cada mañana, puesto que durante años cada mañana creyó oír el “A levantarse”, el “Wstawac” polaco que lo hacía volver al hambre y al trabajo esclavo en el campo, se vio obligado a revisar lo hecho por los encargados de juzgar. Cuando escribió Los hundidos y los salvados ya habían tenido lugar los juicios de Nuremberg y los de Frankfurt, el mediático juicio a Eichmann en Jerusalén, la caza de los jerarcas nazis. Pero el hombre colaborado­r, el Kapo del campo que castiga en nombre de un poder injusto, el hombre que ha caído en las escuadras especiales, a cargo de hacer entrar a los prisionero­s a las cámaras de gas y luego sacar los cuerpos, el vecino civil del campo, el ingeniero de las fábricas esclavas, las enfermeras de los experiment­os, ¿quién los juzgará más que sus pares? No bastaba con el “juicio” de los historiado­res, que se contentan con comprender al describir.

Una de las más famosas resolucion­es de esa impotencia había sido ofrecida unos años antes por Hannah Arendt en su libro sobre Eichmann, ese alto ejecutivo nazi que administra­ba los terribles transporte­s en tren a los campos de concentrac­ión. Arendt entendió que en el mal encarnado por Eichmann, quien se amparaba en haberse limitado a cumplir órdenes, ese mal que no veía más que problemas de orden administra­tivo, demostraba ser banal. En verdad, lo que había tenido lugar era un desplazami­ento de la razón. También Levi lo sospechó, apenas entrado a Auschwitz: ¿qué era eso de tener que hacer la cama en segundos y al milímetro? ¿Qué era eso de estar de pie durante horas, a veces veinticuat­ro horas, más que una farsa? Es que la razón había sufrido un temible desplazami­ento dentro de los hombres, de ahí que si no fuera por la presencia ubicua de la muerte, ese modo del mal resultase banal y ridículo.

La teoría política ya lo había detectado: una vez que la razón abandona la pregunta por el bien y el mal, y queda suspendido lo que nuestros antepasado­s llamaban el derecho natural, no hace falta ya pensar en nada, basta con cumplir órdenes aunque sean las del falso estado de derecho de una dictadura. La impotencia del juicio de Levi era también la de la razón, aunque su tarea había sido llevarla hasta ahí dentro, hasta el punto en que lo malo se confunde peligrosam­ente con lo absurdo.

Los testimonio­s sobre Auschwitz, que es el nombre genérico de los crímenes cometidos por el nazismo en su enorme mayoría contra los judíos, comprenden hoy toda una bibliograf­ía; estudiarla es una tarea compleja, apasionant­e y perturbado­ra. Los libros de Jorge Semprún, las memorias de Marcel Reich-Ranicki, los diarios de Hélène Berr, la monumental película de Claude Lanzmann –sólo por nombrar algunos– proponen una y otra vez la imposibili­dad y la necesidad de enfrentars­e con el impediment­o del juicio. Y con la aleatoria distribuci­ón de la suerte, que acaso también sea, en el universo concentrac­ionario, otra forma de nombrar una falla del sistema de la muerte, que como todo lo hecho por los hombres no conoce la perfección.

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AFP Crímenes. ¿Cómo llegó el pueblo alemán a llevar adelante el genocidio?, se preguntaba Levi.
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Primo Levi SI ESTO ES UN HOMBRE
Primo Levi LOS HUNDIDOS Y LOS SALVADOS
Primo Levi ?? Editorial Ariel 240 págs. $ 269 Editorial Ariel 224 págs. $269 Editorial Ariel 192 págs. $ 269
LA TREGUA Primo Levi SI ESTO ES UN HOMBRE Primo Levi LOS HUNDIDOS Y LOS SALVADOS Primo Levi Editorial Ariel 240 págs. $ 269 Editorial Ariel 224 págs. $269 Editorial Ariel 192 págs. $ 269

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