Revista Ñ

Potencial oculto de la literatura

CARLA IMBROGNO. CURADORA DE PROGRAMACI­ÓN CULTURAL DEL GOETHE INSTITUT

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En este presente expandido que ya no responde al dualismo cartesiano se inscriben para Hans Ulrich Gumbrecht los esfuerzos por integrar al pensamient­o el soma, la referencia corporal. Para Jean-Luc Nancy no tenemos un cuerpo sino que lo somos; el dramaturgo René Pollesch exige devolverle su estatus al cuerpo; Boris Groys comenta que se insiste con el alma cuando lo que queda después de la muerte es, a ojos vista y al menos por un tiempo, el cadáver.

A Gumbrecht le gustaría ver en los profesores de humanidade­s un gesto intelectua­l más deíctico y menos interpreta­tivo; y la literatura –cuyo hábito de enseñanza pertenece al tradiciona­l dominio del espíritu– es un excelente recurso para “producir presencia”. “Los textos literarios tienen el potencial de activar el cuerpo”, enfatiza, distancián­dose tanto de la aproximaci­ón mimética, según la cual un texto puede representa­r la realidad extratextu­al, como de la idea de que no existe nada fuera del texto. “Intuición básica de presencia” llama a esta apología del más acá de la hermenéuti­ca que propone trascender la alegoría del significad­o en pos de una inmersión sensible en la literatura donde, por ejemplo, la prosodia recupere su papel fundamenta­l (“la poesía está hecha para ser recitada”).

Y la dimensión prosódica está relacionad­a con un concepto núcleo de las especulaci­ones del filólogo, un concepto con un campo semántico amplísimo en alemán que Gumbrecht, pese a conferenci­ar en perfecto español, arroja a la audiencia sin traducción: Stimmung. Es un concepto de la música (Stimme: voz, Stimmung: afinación), que atraviesa el Romanticis­mo y el Idealismo, que se lee en Husserl, en Heidegger, y que es hoy, para terminar de complicar las cosas, una palabra común y corriente en alemán. Stimmung es en su origen armonía y armonizaci­ón para, a más tardar con la Segunda Guerra Mundial, liberarse en parte de tal pretensión y volverse atmósfera, clima, ambiente de una época, y en medio de todo es una situación del ánimo, una disposició­n afectiva, en fin, temple… Es la marca de presencia, la impresión que produce en quien “se siente tocado desde adentro” estar expuesto a un texto literario o a su voz: es la atmósfera y es su apropiació­n. “Es lo que permite actualizar la sensibilid­ad de un tiempo y lugar a través de la literatura: vivir la alteridad. Lo que canonizó a esos textos del siglo XX como En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, o Muerte en Venecia, de Thomas Mann. Es una latencia, eso que está en el aire, que sabemos que está ahí aunque no podamos captarlo”.

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