¿Qué es la izquierda hoy en América Latina?
Gargarella discute la idea de izquierda manifestada por los gobiernos de la región de la última década y enunciada por tres politólogos en un libro.
El muy valioso libro ¿Por qué retrocede la izquierda? (Capital Intelectual) incluye artículos de Marcelo Leiras, Andrés Malamud y Pablo Stefanoni, referidos a los gobiernos que rigieron en América Latina en la última década, y al aparente cierra de esa etapa política. El libro, de enorme interés, peca sin embargo de un problema fundamental: el supuesto referido al carácter “izquierdista” de esos gobiernos. Dada la importancia central de ese “detalle”, tanto para nuestros debates sobre el pasado, como para nuestras disputas acerca del “qué hacer” futuro, examinaré críticamente el modo en que los autores terminan por alinear sus escritos bajo una categoría que (los tres) reconocían cuestionable.
i) Marcelo Leiras es, de los tres, el que examina la cuestión de forma más autocrítica. A pesar de sus dudas iniciales – confiesa– la “supervivencia” de la “etiqueta de izquierda” para describir a tantos gobiernos de la región lo llevaron a “revisar” su escepticismo inicial. Para llevar a cabo esa revisión, el autor presenta algunos gráficos con datos sociales y económicos para comparar grupos de países: el primero está compuesto por los que serían los “gobiernos de izquierda” más propiamente dichos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Vene- zuela); el segundo por lo que llama la “izquierda ampliada” (los anteriores más El Salvador, Honduras, Nicaragua y Paraguay); y el tercero por los gobiernos que no serían de izquierda (Colombia, México, etc.). Los resultados que obtiene, en relación con el modo en que dichos grupos de países crecieron económicamente –prestando atención a la desigualdad que generaron en la distribución de ingresos, etc.– son incompletos, imprecisos y limitados. Sin embargo, Leiras concluye que “no está mal decir que en los países en que gobernó la izquierda… pasaron cosas bastante distintas que en los países que tuvieron gobiernos con otra orientación”.
¿Qué dificultades encuentro? En primer lugar, considero un problema que en su examen quede por completo ausente la dimensión institucional del fenómeno “izquierda”. ¿No valdría la pena considerar, por ejemplo, el vaciamiento democrático, la concentración del poder? En segundo, la decisión de examinar a los países de modo “agrupado” resulta cuestionable: ¿por qué hacerlo así? ¿Por qué incluir a esos países en esos grupos? En tercer lugar, la “comparación de promedios” que utiliza el autor es bastante más problemática de lo que él mismo admite. La pertenencia de los diferentes países a la izquierda está ya definida de antemano, lo cual es un problema, que se agrava por ese carácter “compacto” de la clasificación. Por ejemplo, para quien asuma que la Argentina fue gobernada en la última década por la derecha, el caso estará perdido de antemano, porque será imposible falsear lo sostenido por el autor. Ello así, porque los números del país X van a promediarse junto con otros casos más extremos, que permitirán preservar los altos niveles de promedio del grupo “más de izquierda”, anticipadamente anunciados. Su estudio aclara y, a la vez, confunde.
ii) En el texto de Andrés Malamud, la definición del concepto de “izquierda” empleado resulta más difícil de aceptar. Como siempre, los textos de Malamud aparecen cargados de juicios tan categóricos como controversiales. Aquí van dos ejemplos, relacionados con el tópico central de este escrito: “¿Si no hay elementos incontestables, qué es lo que define la ubicación ideológica de un líder o partido? La respuesta sólo puede ser una: la intersubjetividad”. Y enseguida: “el reconocimiento de los pares cierra (entonces) la discusión: en América Latina, la izquierda es lo que los presidentes que se dicen de izquierda dicen que es de izquierda”.
Parece claro que un acercamiento al concepto de “izquierda” como el expuesto resulta objetable. La primera proposición, referida a los “elementos incontestables” y la “intersubjetividad”, resulta algo insólita en el ámbito de las ciencias sociales. Porque: ¿qué cuestión superaría el test de los “elementos incontestables”, para no quedar sujeta a la respuesta de la “intersubjetividad”? ¿El nivel de la pobreza de un país? ¿La tasa de inflación? De modo similar, de dónde deriva el autor que, frente a las dudas clasificatorias que pueda generar un cierto fenómeno, la respuesta deba ser la de la “intersubjetividad”? Veamos ahora la propuesta de Malamud relativa al test del “reconocimiento de los pares”. La invitación es cuestionable, primero, por la vinculación que establece entre una política, un país entero y los dichos ocasionales de un presidente. En la sustancia, empero, tampoco se entiende. Consideremos este ejemplo: Sebastián Piñera es reelecto como presidente en Chile, y en su primer discurso como tal, él se autodefine como “un presidente de derechas”. Imaginemos que luego agrega que él será, en todo caso, un presidente tan de derechas como lo ha sido Dilma Rousseff en Brasil, o como lo es Rafael Correa en Ecuador. ¿Alguien podría mantener entonces que Dilma o Correa son o han sido de derecha, porque Piñera así lo sostiene? ¿Malamud mismo mantendría su propuesta? Estoy seguro de que no.
iii) El caso de Pablo Stefanoni resulta diferente porque se reivindica como autor de izquierda. Gracias al buen conocimiento que tiene del campo, repasa los arduos debates previos. No obstante ello, finalmente se decanta por una definición de la izquierda que resulta también discutible. Dice Stefanoni: “podría asociarse el giro a la izquierda a un pacto de consumo (mercado interno), uno de inclusión (políticas sociales) y otro de soberanía (independencia frente a EE.UU., nuevos alineamientos internacionales) que, en diversos grados, tiñen a todas las experiencias ‘rosadas’ y establecieron sentidos comunes que condicionan a las oposiciones conservadoras y las obligan a incluir, con fe o sin ella, algunos de estos tópicos en sus agendas”.
Mi problema con el enfoque que propone Stefanoni es que su propuesta superpone a la izquierda con gobiernos “nacional-populares” –como podrían serlo el peronismo o el varguismo, para Brasil– que difícilmente podrían ser considerados de izquierda. Ellos, podría decirse, expresaron un “pacto de consumo” que apuntó de modo especial al mercado interno; generaron políticas sociales “inclusivas”; y desplegaron habitualmente una retórica antiimperialista. Pero ¿podríamos decir entonces, y como resultado, que se trató de gobiernos de izquierda (a pesar de que sus respectivos líderes lo negaron, a pesar de que persiguieron a la izquierda partidaria, a pesar de su eventual autoritarismo clerical)? Parece claro que no. Los rasgos con que Stefanoni acepta definir a la izquierda pueden servir para describir a otros grupos, pero no a la izquierda, salvo al costo de vaciar al concepto de su contenido más propio y distintivo.
En todo caso, y frente a los luminosos textos del caso, no ha sido mi interés defender una posición “preciosista” o “purista” sobre la idea de “qué es un gobierno de izquierda”. Me ha motivado, más bien, el propósito contrario, esto es, el de cuestionar aproximaciones ligeras, vaciadas de contenido, o finalmente ajenas a la tradición de la izquierda.