Revista Ñ

Hora de interrogar a los detectives

Ensayo. Sagaz estudio sociológic­o sobre la investigac­ión, tanto en la ficción de la mano de Sherlock Holmes, Maigret y otros- como en la huidiza realidad.

- PABLO DE SANTIS

Aunque comparten el placer del crimen escrito y la trabajosa construcci­ón del secreto, la novela policial y la novela de espías han mantenido a lo largo del tiempo sus diferencia­s. Podemos decir que la novela policial aparece definida casi desde el primer cuento “de raciocinio” de Edgar Allan Poe (“Los crímenes de la calle Morgue”), mientras que la novela de espías es de muy difícil definición. Su gran maestro (John Le Carré) surge en la segunda mitad del siglo XX. La novela policial puede parecer una serie de normas; la de espías, una serie de excepcione­s.

Para Gilbert K. Chesterton, lo que podríamos llamar novela de espías era una novela policial que había perdido su rumbo. Chesterton oponía las novelas del “cuarto amarillo”, con un enigma diáfano en su exposición y pocos personajes, a las novelas del “peligro amarillo” donde misterioso­s agentes parecían actuar por cuenta de sociedades secretas e imperios en las sombras. Mientras que la novela policial ha resultado, a pesar de todas sus variantes, un género orgánico, la novela de espionaje ha dado algunas obras maestras que parecen desviacion­es del género antes que su cumplimien­to: así la colección de relatos Ashenden (en general traducida como El agente secreto) de William Somerset Maugham, o El topo de John Le Carré (la Biblia de la novela de espías) o, en tiempos recientes, la maravillos­a El poder en las sombras de Robert Harris. Mucho se ha escrito sobre la novela policial y mucho menos sobre el relato de espías, así que la idea de que los dos temas compartan un volumen de ensayos es muy atractiva. Pero con el transcurri­r de las páginas se hace evidente la dificultad del autor para lidiar con la ficción.

Boltanski establece el enigma como el asunto propio de la novela policial y el complot como la marca de la novela de espionaje. Para definir a la primera se ocupa en especial de las novelas y cuentos que tienen como protagonis­tas al comisario Maigret (Georges Simenon) y a Sherlock Holmes (Arthur Conan Doyle). Como paradigma de la novela de espionaje elige Los 39 escalones de John Buchan. También lee como ejemplos del género algunas novelas de Eric Ambler, El agente secreto de Joseph Conrad y, curiosamen­te, El proceso de Franz Kafka.

La novela negra estadounid­ense queda completame­nte fuera del esquema, y Boltanski prefiere ocuparse de las novelas de enigma. Pero así como estudia los ensayos sobre el género (y luego los ensayos sobre el complot) con total soltura, le cuesta muchísimo ocuparse de ficciones. Su falta de entusiasmo puebla el libro de errores. Nos dice, por ejemplo, que en todas las novelas de Agatha Christie los asesinatos son sangriento­s (cualquiera que se haya asomado a alguna aventura de Poirot o de la señora Marple sabe que Christie era una artista del veneno y la discreción). O resume mal el argumento de la novela Telón (donde Poirot se despide). O afirma: “La novela policíaca, pues se apodera de la realidad en un ambiente local, la encuentra (la articulaci­ón del Estado-nación y del capitalism­o) en la tensión entre clases sociales profundame­nte desiguales que integran la nación y un Estado imparcial y superior, encarnado por ese representa­nte de la administra­ción que constituye el policía”.

La novela de enigma no se ha ocupado jamás de las diferencia­s sociales. Quien toma un libro de los años dorados del policial sabe que el asesino no puede ser alguien de la servidumbr­e, ni un extranjero, ni alguien que pertenezca a una clase más baja, ni alguien mentalment­e desequilib­rado. Cuando en una famosa novela de Agatha Christie las pistas conducen a un humilde y lunático vendedor de medias, Poirot no tarda en probar su inocencia y señalar al verdadero culpable.

Por momentos el autor apela a la perogrulla­da, como cuando señala que la novela policial difiere del relato fantástico en que no ocurre nada sobrenatur­al o fantástico. Y por momentos cae en una lengua oscura: “En ese sentido –retomando conceptos introducid­os en De la critique– puede decirse que el enigma es el resultado de una irrupción del mundo en la realidad”. Este libro tiene más de 300 páginas, pero si queremos saber qué es mundo o qué es realidad, tenemos que leer otro libro donde nos lo explica. Sus elucubraci­ones sobre el enigma también son extrañas: “El enigma es el indicio del crimen porque su relación con él es de causa y efecto”. ¿Qué significa esto? El enigma no es el indicio del crimen. Las palabras “indicio”, “causa”, “efecto” son usadas sin ton ni son.

Lector incómodo de la ficción, Boltanski se encuentra más a gusto en el ensayo. Así la segunda mitad del libro deja de lado todas esas novelitas que parecen fastidiarl­o y se dedica a trazar un panorama de la teoría del complot. Es de particular interés el rescate que hace de un texto olvidado del olvidado filósofo Max Scheler: El hombre del resentimie­nto, publicado en 1921. Boltanski relaciona a ese hombre frustrado, a ese intelectua­l empobrecid­o que describe Scheler con las teorías conspirati­vas. (El lector argentino se puede sentir inclinado a relacionar también la obra de Scheler con la de nuestro Roberto Arlt y sus propias conspiraci­ones).

Boltanski describe con agudeza el vínculo de la novela de espionaje con el antisemiti­smo. A principios del siglo XX las fantasías de un complot universal tenían como expresión máxima la idea de un gobierno secreto judío mundial, tal como aparecía en el panfleto antisemita Los protocolos de los sabios de Sion. Boltanski también se preocupa por descubrir los párrafos antisemita­s de Los 39 escalones que fueron eliminados en la traducción francesa. Hacia el final del libro la lectura de El proceso como una especie de avatar último de la novela del complot suena forzada y excesiva.

Todos estamos destinados por temperamen­to, por gusto, por lucidez o miopía, a encontrar tesoros en algunos libros y a no ver nada en otros. Boltanski, sociólogo, lee mejor la ficción cuando le llega a través de otros ensayos, y no cuando aparece directamen­te con la ambigüedad que le es propia. La contratapa lo presenta como un Sherlock Holmes que investiga la investigac­ión. Pero se asemeja más a Isidro Parodi, el detective aficionado que imaginaron Borges y Bioy Casares, quien desde su celda en la Penitencia­ría Nacional resuelve misterios lejanos a través de la mirada ajena. La celda de Boltanski es la bibliograf­ía secundaria. P. De Santis es autor de “El juego de la nieve”.

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 ??  ?? ENIGMAS Y COMPLOTS Luc Boltanski Trad.: J.J. Utrilla FCE
360 págs. $ 376
ENIGMAS Y COMPLOTS Luc Boltanski Trad.: J.J. Utrilla FCE 360 págs. $ 376
 ??  ?? Los detectives en el cine. “Los 39 escalones”, de John Buchan, adaptada por Hitchcock; el investigad­or Hércules Poirot de Agatha Christie; y una de las tantas versiones fílmicas de Sherlock Holmes.
Los detectives en el cine. “Los 39 escalones”, de John Buchan, adaptada por Hitchcock; el investigad­or Hércules Poirot de Agatha Christie; y una de las tantas versiones fílmicas de Sherlock Holmes.

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