Revista Ñ

Un presente imperfecto

Opera. Cristian Drut anticipa detalles de su puesta de “Written on Skin” en el Teatro Argentino de La Plata. Una mirada pesimista sobre el mundo de hoy.

- LAURA NOVOA

Supongo que Martín Bauer me convocó para dirigir Written on Skin (2012) por mi vinculació­n con Martin Crimp, el libretista de la ópera. Hice de él muchas obras de teatro de prosa, como dicen desde el mundo operístico. Todas sus temáticas giran alrededor del consumo, las guerras, de lo mal que vivimos en las ciudades y lo naturaliza­do que está”, explica Cristian Drut a Ñ, antes del estreno de la obra del compositor George Benjamin.

No es la primera vez que Drut incursiona en el teatro lírico. En 2007 debutó en el CETC con Clone, ópera de cámara basada en un cuento de Julio Cortázar con música de Antonio Zimmerman.

Cristian Drut se detiene en algunos detalles de la actualidad para explicar la trama de Written on Skin y su visión pesimista del presente. “Todos sabemos – afirma– que el capitalism­o no da más. Cuando salgo del encierro de los ensayos, de ese mundo parcial, lo primero que me entero a través de todos los medios es que hay que irse a Chile para comprar cosas. Crimp no deja de cuestionar el consumo aunque se meta con una leyenda provenzal. Creo que en su libreto, sin embargo, hay un cierto pensamient­o idealista que se expresa a través de los personajes de los ángeles narradores, articulado­res también del cambio de temporalid­ad, entre el presente y el pasado. Y en ese contrapunt­o, Crimp parece decirnos: esto no da más. Vamos para atrás”.

La ópera se basa en una leyenda del siglo XII, del trovador Guillermo de Cabestanh, y cuenta la historia de un triángulo amoroso que termina trágicamen­te. “Creo que la idea de tomar algo de esta leyenda es para ver el desastre humano del presente, un proceso muy fuerte de deshumaniz­ación. Pero también para traer la idea de ‘original’; cuando las cosas eran de verdad, escritas en la piel. Esta es una ópera del siglo XXI que asume desde el libreto lo musical, una tensión permanente entre lo clásico y lo contemporá­neo”. La evocación de época en la música de Benjamin aparece sugerida por la sonoridad de instrument­os antiguos como mandolinas, los bajos de la viola da gamba, y la armónica de cristal, que se mezclan con una orquesta tradiciona­l y una gama completa de percusión incluyendo tambores de acero, cencerros, así como maracas, güiro y guijarros, incluso una máquina de escribir.

–La estructura temporal parece muy compleja. ¿Cómo la trabajaste para que la yuxtaposic­ión entre presente y pasado tuviese cierta fluidez?

–Sí, es compleja. Hay referencia­s a la actualidad dentro del mundo del medioevo, como un efecto Volver al futuro. En una escena dentro del pasado, por ejemplo, uno de los personajes dice que Agnès está en el supermerca­do. Los personajes del pasado se mezclan con el presente también. Es bastante difícil, hay mucha informació­n y hay que usar signos muy claros. Quizá esos signos en el teatro de texto resultan obvios, pero en determinad­os momentos de la ópera recurrimos a lo más ostensible por la cantidad de elementos. –¿La ópera comienza en el presente? –En una especie de presente. –¿Dónde está ambientada?

–Se parece a una construcci­ón, con una especie de andamiaje que ocupa el espacio escénico. En el medio está la casa del Protector, de la cual no nos podemos deshacer, y eso es el siglo XII. A medida que la ópera avanza, los espacios se van reconstruy­endo y todo empieza a mezclarse. Los personajes empiezan a perderle el respeto a lo que estaba muy delimitado. En el proceso de trabajo fuimos planteando una contempora­neidad, que es la que nosotros vivimos, en relación a cómo se fue afeando la ciudad; cómo la iluminació­n led, por ejemplo, lo aplana todo y empezamos a perder relieves, sutilezas, sombras. Todo se vuelve uniforme y feo. La idea es ir incorporan­do esto según avanza la puesta. –¿Cómo describirí­as los personajes? –El Protector, tal cual dice el texto, un adicto a la violencia y a la pureza. El Niño –también un ángel– es como la imagen del artista talentoso que va a pintar la historia de la familia del Protector. En esa relación hay algo que uno pude trasladar al presente, al funcionami­ento de algunos circuitos de ciertos millonario­s que contratan a artistas visuales en Miami. –Agnès, el personaje principal, no sólo está sometido a una gran opresión, sino a una crueldad y sadismo extremos que alcanza un punto culminante cuando su esposo la obliga a comer el corazón de su amante. ¿Cómo se enfrenta Agnès con la obediencia en tu propuesta?

–A mí no me interesó meterme en la lógica del “Ni una menos”. De todos modos, no podés no leerlo. Hay una mujer que es sometida por el Protector, con el que se casó a los 14 años. Pero creo que en el libreto trasciende la cuestión de género y se proyecta en una infelicida­d universal. –Además de los tres personajes principale­s hay un trío de ángeles. ¿Qué hiciste con ellos?

–Tomamos una decisión muy drástica: ubicamos el universo de los ángeles en el de los obreros. Esos ángeles son trabajador­es.

–Crimp usa las autonarrat­ivas, un procedimie­nto que debe ser muy común en el teatro contemporá­neo, pero en la ópera es muy atípico. ¿Podés explicar de qué se trata y cómo funciona en esta obra?

–Son comentario­s dentro de la situación dramática. Los personajes hacen la escena y también la comentan. O comentan lo que dice otro personaje. Es lo complejo del libreto, porque lo que les pasa a los personajes, lo que actúan, también lo relatan. Es como un fenómeno doble. Tiene que ver con la abolición del personaje, una tendencia que ya tiene sus años en el teatro contemporá­neo.

–Entonces hay partes habladas.

–No, la obra está íntegramen­te cantada. –¿Hay tensiones entre la música y el texto?

–No. El libreto y la música van de la mano. No es tan sencillo que eso suceda en las propuestas actuales. Por momentos, la música opera como música incidental, casi cinematogr­áfica. Me lo confirmó, entre otras cosas, el director musical, Lucas Urdampille­ta. Tuvimos un intercambi­o extraordin­ario con él. Aunque desde el punto de vista musical no se trata de “una que sepamos todos”, me parece que el público se va a encontrar con algo familiar.

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Los límites del capitalism­o. Según Drut, el texto de Martin Crimp cuestiona el rumbo del mundo.

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