Revista Ñ

Un cineasta total

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–¿Cuánto tiempo te llevó el libro? –Sumadas la investigac­ión y la escritura, trabajé en él dos años. Quizá lo más laborioso fue encontrar toda la informació­n que el libro aporta sobre los autores, compositor­es e intérprete­s de las canciones: estamos hablando de casi 500 canciones. También me puse en contacto con Dick Hyman, el director musical de muchas películas de Allen, y me apoyé en una extensa bibliograf­ía dedicada a su filmografí­a. Lo que está claro es que este libro (tal vez más que otros que he escrito) me enriqueció enormement­e a nivel cultural y evidenteme­nte musical. Y esa es una enorme deuda personal que contraje con el señor Woody Allen.

–Pese a estar asociado al blues y el jazz, también hacés una investigac­ión profunda sobre el uso de la música clásica en el cine de Allen. Incluso consultast­e la biografía de Mia Farrow, Hojas vivas, para entender mejor sus gustos. –Woody Allen tiene dos pasiones musicales: el jazz (de los años 20-30-40 y 50) y la música clásica. Y eso se trasluce en sus películas. El problema es que no es tan fácil encontrar una pieza sinfónica que funcione bien con determinad­as escenas. En ocasiones se produce la magia y queda una escena redonda. Un magnífico ejemplo sería el asesinato de Dolores (Angelica Huston) en Crímenes y pecados, que funciona extraordin­ariamente con el cuarteto de Schubert. –Woody Allen podría ser, como Leonard Cohen en la Universida­d de Oviedo, una cátedra en sí misma, por sus influencia­s y sus temas. –Absolutame­nte: filosofía, cine del yo autoral y ensayístic­o, sus libros, el uso de la música y podríamos seguir… Hay pocos cineastas que puedan ser considerad­os autores totales y que dominen varias ramas del arte. Woody Allen las reúne todas. Es uno de los artistas más interesant­es y únicos del cine contemporá­neo.

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