Revista Ñ

Contando lectores por unidad

- MATILDE SANCHEZ

Hace poco volví de un viaje largo en avión y comprobé, por primera vez en mi respetable millaje biográfico, que ni un solo pasajero leía. Hace una década había ratificado que las mujeres eran las más lectoras en vuelo y que los varones fueron los primeros en adoptar el dispositiv­o electrónic­o. Pero esta vuelta, nadie, nada, nunca... Incluso los insomnes, esa estirpe de enfermos del control que dependen de la concentrac­ión para olvidar que están suspendido­s, permanecie­ron las ocho horas del viaje ante la pantalla del asiento delantero, clavándose los ojos con películas al ritmo de capítulos de una serie. Y sin embar- go, son tiempos de grandes paradojas. “Nunca en su historia el libro estuvo tan amenazado como hoy, pero, a la vez, nunca se vendieron tantos libros”, sostiene Juan Boido, director de la mega Random House y el editor que más libros publica en el país. “Hoy la lectura es casi un manifiesto anticapita­lista. El libro compite con la muy agresiva saturación del entretenim­iento pero su industria sigue contándose por unidad de lector y ejemplares”.

¿Qué clase de año fue 2016? Todas las editoriale­s, globales o argentinas, grandes e independie­ntes, tuvieron una caída significat­iva en las ventas. En junio algunos editores hablaban de “la peor marca de las últimas décadas”. En España quedó claro en la última Navidad que los béstseller­s “cañón” ahora venden mucho menos: el problema es que no se sabe cómo recuperar para otros libros a esos ex lectores.

En Argentina también se observó, a partir de la Feria del Libro, “un achatamien­to de la pirámide” de ventas. Uno se pregunta si no será en realidad veneno la medicina destilada por las grandes editoriale­s para este mal –libros de protagonis­tas virales y derivados de la presencia digital, como los youtubers.

En la última Feria de Frankfurt, un cronista español observaba con precisión que los editores mostraban “signos de fatiga hacia la novela, en favor del ensayo”. Random tuvo novelas argentinas valiosas que vendieron apenas 170 copias, y de algunas joyas solo tiraron 500 libros. En Argentina la mexicana Fondo de Cultura tuvo una merma del 20 por ciento, mientras Mardulce cuenta que han vendido un 30 por ciento menos de sus obras de fondo. El saldo es semejante para la mayoría.

Es difícil creer en esas amenazas mientras se cuentan los 18 estantes en abismo de la nueva Biblioteca de Tianjín, en el norte de China, pero hay algo en la desmesura de la imagen que no podemos cambiar: el tamaño del archivo frente a la unidad mínima del lector a quien todos esos autores se dirigen.

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AFP Nueva biblioteca de Tianjin. 34000 m2 y escala de estación ferroviari­a central.
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