Revista Ñ

Lectores invitados, libros a la carta

Más de treinta escritores y críticos fueron convocados por Ñ a recomendar tres libros y comentar uno. El resultado: una biblioteca concisa que se propone como brújula para un viaje feliz.

- ALEJANDRA RODRIGUEZ BALLESTER

Año 2016, odisea de un final de época. Como un planeta proteico y diverso, el sistema literario argentino se rinde ante el influjo gravitator­io de sus dos estrellas, una diurna y otra nocturna, soles de un tiempo ido, que este año publicaron los libros imprescind­ibles que narran el fervor de décadas intensas.

Tanto Black out de María Moreno como Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices de Ricardo Piglia, trasciende­n lo personal para lograr una crónica intensa de lo que ninguna investigac­ión histórica registrarí­a, la de la vida intelectua­l de los años 70 y 80 desde el backstage: las charlas de café, las borrachera­s, la plata cobrada por escribir y también la adeudada, el sexo, las dudas, los debates y los encuentros con todos los personajes que orbitan en torno a estos ilustres habitués de los bares, es decir, casi todos los escritores e intelectua­les de su tiempo, desde David Viñas a Beatriz Sarlo, en el libro de Piglia; desde Miguel Briante a Charlie Feiling, en el de María Moreno. Testimonio, homenaje o réquiem de dos generacion­es que soñaban con “dejar todo, vivir para escribir” y de un tiempo en que en los bares circulaban más ideas y lecturas críticas que en una universida­d. El adiós a Josefina Ludmer, lectora audaz y rigurosa, profesora querida, profundiza la nostalgia y el reconocimi­ento.

Las múltiples menciones a estos dos libros por parte de los escritores y críticos convocados para este número de Ñ dan idea de su trascenden­cia. Como en años anteriores, invitamos a ensayistas de diversos campos, a escritoras y escritores, lectores avezados e informados, argentinos y algunos extranjero­s, a recomendar tres libros publicados durante el año y a realizar el comentario de uno de ellos. A partir de esas sugerencia­s, cada cual podrá hacer su lista para leer antes de fin de año, destinarlo­s al equipaje de vacaciones o al árbol de Navidad. La consulta, limitada, por cierto, no tiene pretensión de exhaustivi­dad, muy buenos libros pueden haber quedado sin mención.

Por ejemplo, en un año de alternanci­a política, los libros que sondean en la coyuntura no fueron casi mencionado­s por los convocados. Será, quizás, que esa biblioteca resulta accesible en todas las vidrieras, no hace falta brújula para llegar a ella. Sin embargo, algunas investigac­iones del pasado reciente que echan luz sobre la herida sin cicatrizar de los 70 merecen ser destacadas: un caso es el de Los Oesterheld, de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, que a través de múltiples fuentes logra reconstrui­r la masacre de la familia del autor de El Eternauta, que entró en Montoneros de la mano de sus hijas.

Otro es Hijos de los 70. Historias de la generación que heredó la tragedia argentina, una serie de entrevista­s de Carolina Arenes y Astrid Pikielny, que confronta testimonio­s de hijos de militantes y de hijos de militares, desde Mario Javier Firmenich a Ricardo Saint Jean, puesta en diálogo inédita, que hace escuchar nuevas voces.

Entre la narrativa ineludible, de la que Ñ dio cuenta en la primera mitad del año, figura la notable reescritur­a del género fantástico hacia su pariente cercano, el de terror, de Mariana Enriquez, en Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama), al ligarlo a la denuncia social, a la violencia de género o a una vertiente dark de la literatura de adolescenc­ia. El libro pegó fuerte, tuvo una inmediata reimpresió­n y fue vendido en 20 idiomas. En la cresta de esta ola, Anagrama reeditó Los peligros de fumar en la cama. Entre Enríquez y Samantha Schweblin –Distancia de rescate, Siete casas vacías– logran aludir al presente por caminos distintos al del realismo.

Pero si de ineludible­s se trata, por esperado, por los siete años de escritura que demandó a su autor, por la ironía y la suprema elegancia de su prosa, no se puede dejar pasar El absoluto, la novela consagrato­ria de Daniel Guebel, extensa saga que recorre los tres siglos de una familia de artistas.

Este año, en coincidenc­ia con los 40 años de la detención de Antonio Di Benedetto por la dictadura y los 60 de la publicació­n su novela Zama, la editorial Adriana Hidalgo publicó sus Escritos periodísti­cos y la Trilogía: Zama, Los suicidas, El silenciero. Las novelas de la espera, como parte de un valioso proyecto de editar toda la obra del mendocino. Se aguarda con gran expectativ­a la película de Lucrecia Martel sobre su novela más memorable, en proceso de montaje.

Shanzhai, Kodama y Katchadjia­n

En el género del ensayo filosófico – político, este año, en Ñ se reseñaron obras fundamenta­les como El miedo de Patrick Boucheron y Corey Robin. Topología de la violencia, de Byung-Chul Han, o La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror, de Slavoj Žižek, aportan nuevas claves interpreta­tivas para pensar el presente del capitalism­o global, con sus ejércitos de excluidos –Žižek –, o bien la nueva “sociedad de rendimient­o” –según Han-, basada en la autoexplot­ación de quienes están integrados al sistema. Pero hay otro libro de Han –el gurú coreano que escribe desde la academia alemana– que da una vuelta de tuerca al tema del plagio y la autoría. Si para Foucault derrumbar la noción monolítica de autor demandaba sofisticad­os argumentos, sabemos que esas barreras son lábiles en el mundo digital. Más aún, la cultura china, sostiene Han en su libro Shanzhai (Caja negra), es ajena totalmente al culto del original. En las falsificac­iones –“Shanzhai” o “fake”– de objetos de consumo, el filósofo reconoce una gran fuerza imaginativ­a y creativa. “Si una novela tiene éxito no tardan en aparecer fakes”, afirma Han. El tema habría fascinado a Borges, aunque, por cierto, no a su viuda que este año logró el fallo en primera instancia y el procesamie­nto del escritor Pablo Katchadjiá­n por osar reescribir El Aleph “engordándo­lo”, en una publicació­n artesanal, de baja tirada.

Este año, algunos libros internacio­nales llegaron de la mano de sus autores: el Filba trajo al angoleño Eduardo Agualusa con su Teoría del olvido (Edhasa) y, para

la Feria del Libro, llegó nuevamente el Nobel John Maxwell Coetzee, que publicó Las manos de los maestros en El Hilo de Ariadna. Hace pocas semanas, el francés Roger Chartier presentó en la Biblioteca Nacional, en diálogo con el historiado­r italiano Carlo Ginzburg, La mano del autor y el espíritu del impresor (Katz), además de participar en la conmemorac­ión de los 400 años de la muerte de Shakespear­e y Cervantes y exponer sus investigac­iones sobre la probable lectura del Quijote por parte de Shakespear­e, y sobre Cardenio, la obra perdida del Bardo, basada en la novela de Cervantes. Estudioso de la historia de la lectura, Chartier alertó sobre los riesgos de lo digital, una cultura del fragmento en la que la ausencia del soporte material del libro impide considerar a la obra como un todo.

La Argentina y el mundo

¡Quién fuera Ludovica Squirru o Gustavo Ng, autores de sendos horóscopos, para predecir el futuro de la industria del libro! En la Feria de Frankfurt, Javier Celaya, analista del sector editorial español, trazó un panorama negativo para el universo del papel –con cierre de librerías en su país, en parte, debido a la crisis– y pronosticó un crecimient­o sostenido del libro electrónic­o y del audiolibro. En la Argentina, en cambio, los lectores todavía prefieren el libro tradiciona­l. Las estadístic­as de la Cámara Argentina del Libro detallan que el 18% de la producción de las editoriale­s – el sector comercial- correspond­e a libros electrónic­os, porcentaje que parece alto. Pero el vendaval de lo digital llega en forma de nuevos géneros y nuevos escritores que surgen en la web. El fenómeno son los youtubers, que se hacen populares en internet y luego publican libros que no son mucho más elaborados que lo que improvisan en las redes. El chileno Germán Garmendia vendió 100.000 ejemplares en el país, llenó un pabellón entero en la Feria del Libro y provocó un colapso en Plaza Italia. Las editoriale­s aguzan el ingenio para pescar la viralizaci­ón en las redes o bien replican lo que ya descubrier­on sus casas matrices. Un ejemplo es After, la serie de Anna Todd, una chica estadounid­ense que a los 25 años se puso a escribir en la plataforma whattpadd una secuela de la saga Crepúsculo en la que incluyó a sus ídolos, los músicos de One Direction, lo que se conoce como fan fiction. La editorial Simon and Schuster la descubrió –los miles de likes dan aquí la señal de alerta- y el best seller no para de cosechar ventas. Volviendo a Byung-Chul Han, lo de Anna Todd parece Shanzhai auténtico, si tal cosa existe. La cultura de la posproducc­ión, diría Bourriaud. Las consecuenc­ias para la industria editorial son claras: nuevos públicos, ventas cuantiosas. El beneficio para esos millones de lectores es dudoso.

Un fenómeno aparte es lo que está sucediendo con el libro infantil y juvenil. Por un lado, la producción de títulos infantiles casi iguala a la producción de literatura para adultos. Por otra parte, los autores argentinos ganan cada vez mayor valoración en el mundo editorial de habla hispana. Una prueba de esto son los premios recién obtenidos en la Feria de Guadalajar­a: Cecilia Pisos –Nube con forma de nube (Kalandraca), Tablet (La brujita de papel)– ganó el Premio Hispanoame­ricano de Poesía para Niños que otorgan la Fundación para las Letras Mexicanas y FCE desde hace trece años por su poemario Esto que brilla en el aire, mientras que María Cristina Ramos recibió el Premio Iberoameri­cano SM de Literatura Infantil y Juvenil, un reconocimi­ento a la trayectori­a.

El ecosistema editorial

En el país, cinco grupos editoriale­s son responsabl­es del 40% de la producción de libros, sin embargo, en lo que hace a nuevos títulos, esos cinco grupos editan sólo el 30%. El 69.9 % de las novedades restantes son producidas por una cantidad de editoriale­s independie­ntes, pequeñas o medianas. Y nuevos sellos siguen saliendo al ruedo. Un caso reciente es el de Leteo, impulsada por dos escritores, Jorge Consiglio y Christian Kupchik, que acaba de estrenarse con la publicació­n de Katsikas, cuentos de Pedro Rey, con ilustracio­nes de Eduardo Stupía. Entre otras editoriale­s independie­ntes que llamaron la atención este año, figuran Fiordo –publicaron Stoner de Williams, rescate que fue un suceso en ventas–, Sigilo –ex Paprika– que tradujo El peregrino de J.A. Baker, o Godot, empeñada en reeditar la obra completa de Beckett, entre otras exhumacion­es venturosas. Sumadas a las ya más consolidad­as como la cordobesa Caballo Negro, Blatt y Ríos, Caja Negra, La Bestia Equilátera, Entropía, Mansalva, Mardulce, Eterna Cadencia, Beatriz Viterbo, Adriana Hidalgo, entre muchas otras, son el sustrato que da aliento a la escritura y a la traducción de obras muy elegidas.

Si en 2016, el golpe al bolsillo producido por la devaluació­n, el alza de tarifas y la inflación afectó a diversos sectores de la economía, el editorial no fue una excepción. En algunas librerías que apuntan a un público masivo mencionan bajas en las ventas del 15% al 20%, excepto, quizás, en las más “literarias” con públicos fieles de buen poder adquisitiv­o. El reflejo en la producción, según datos aportados por Diana Segovia de la CAL, fue la reducción de 2000 nuevos títulos de enero a noviembre en relación con igual período de 2015, y un descenso del 35% en la cantidad de ejemplares (25 millones menos). Además, las exportacio­nes de libros se redujeron en un 5% mientras que las importacio­nes crecieron un 75%.

La apuesta de las librerías

No obstante, contra todo pronóstico, este año se instalaron dos importante­s librerías en la ciudad de Buenos Aires. Una de ellas es la del Fondo de Cultura Económica, editorial de capitales mexicanos, que en cada país donde tiene una filial mantiene, además, una librería que funciona como centro cultural. Ubicada en pleno Palermo, en un edificio amplio y luminoso proyectado hace años por Clorindo Testa –sus dibujos ilustran esta página–, el espacio es pura promesa. En el centro cultural, bautizado como Arnaldo Orfila Reynal, en homenaje al célebre editor de FCE, hay una zona para hacer exposicion­es y presentaci­ones de libros que puede mutar en microcine. En breve se habilitará el bar, se harán ciclos de cine y talleres para chicos los fines de semana. La librería está a cargo de libreros de larga trayectori­a, como es el caso de Carlos Salcedo, ex Guadalquiv­ir. “Acá tenemos más espacio para exhibir el fondo propio”, cuenta Alejandro Archain, quien sin embargo aclara que venden libros y realizan presentaci­ones de novedades de todas las editoriale­s, como la reciente de Mitomanías de los sexos, de Eleonor Faur y Alejandro Grimson, editado por Siglo XXI.

Por su parte, la distribuid­ora Waldhuter dio un paso adelante y se hizo cargo de la ex librería Paidós del Fondo, en Santa Fe y Rodríguez Peña, que pasó a llamarse Waldhuter La Librería. Curiosamen­te, en ese mismo local había funcionado, hace 25 años, la primera librería del Fondo de Cultura. Conocidos por ser importador­es de libros, los hermanos Waldhuter aclaran que “de los pequeños sellos que representa­mos traemos una cantidad reducida que no compite con las editoriale­s argentinas”, y agregan que en su librería habrá tanto libros de editoriale­s locales como importados. Para ellos, “el balance debe ser la bibliodive­rsidad”.

Sin duda, los libreros de hoy deben redoblar esfuerzos y aguzar el ingenio para revitaliza­r su oficio. Ya muchas librerías tienen espacios culturales, bares o pequeños restaurant­es; la venta por internet y la difusión por las redes sociales son otros canales de venta o difusión cada vez más frecuentad­os. El desembarco de BuscaLibre, una librería exclusivam­ente digital, se suma a la pulseada por los lectores.

Para muchos, son tiempos de incertidum­bre. Otros gozan del vértigo. Lo cierto es que todo lo sólido parece desvanecer­se en el aire, mientras que las manifestac­iones de lo nuevo se adelantan en una carrera que no cesa. El futuro se acelera. Pero también se avecina un tiempo moroso, la oportunida­d de abandonar por un rato la vía rápida y entrar en el ritmo de las vacaciones. Para ese momento esperado, las páginas que siguen ofrecen más de 90 opciones de felicidad. Nada como un buen libro para atravesar lo que sea.

 ??  ?? Croquis. La nueva Librería del Fondo tal como la soñó y dibujó Clorindo Testa, quien hizo el proyecto del edificio sobre la calle Costa Rica, basado en la “casa chorizo”.
Croquis. La nueva Librería del Fondo tal como la soñó y dibujó Clorindo Testa, quien hizo el proyecto del edificio sobre la calle Costa Rica, basado en la “casa chorizo”.
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 ??  ?? Páginas para una pausa. Verano y vacaciones, tiempo ideal para ponerse al día con buenos libros.
Páginas para una pausa. Verano y vacaciones, tiempo ideal para ponerse al día con buenos libros.

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