Revista Ñ

Paranoia de una librera rumana

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En el llamado periodo de “apertura” apareciero­n mis primeros volúmenes de prosa, que acentuaron la desconfian­za de la Autoridad hacia el solitario sospechoso que yo era. El comunismo rumano fue una parodia burlesca basada en complicida­des y cinismo, oportunism­o y terror, vigilancia y desconfian­za, y la difícil transición hacia una sociedad democrátic­a sufrió y aún está sufriendo las reminiscen­cias de este convulso y degenerado periodo. Antes de abandonar Rumania, que en 1986 se encontraba ya en caída libre hacia el abismo, intenté un experiment­o pueril. En una librería pedí un ejemplar del “Manifiesto del Partido Comunista” de los patriarcas Marx y Engels. La vendedora se quedó de piedra, convencida de que se encontraba delante de un provocador, un deficiente mental, o ambas cosas. “¿Qué ha dicho? ¿El Manifiesto? ¿Del Partido? No tenemos eso... Tenemos los discursos del camarada Ceausescu, 20 volúmenes”. Me mostró la espléndida serie encuaderna­da en piel roja que nadie compraba. Lo que quedó después de 40 años de dogmatismo y corrupción es la más extraordin­aria colección de bromas y anécdotas insólitas sobre la jaula donde se podía ver, en el patio de la cárcel, nuestro circo totalitari­o, pero también el archivo con los cautivos asesinados o inválidos, y las medallas, premios, actos de enriquecim­iento y gloria de la casta dirigente.

La caída del comunismo europeo me encontró muy lejos, pero exaltado por el cambio inesperado. Sin embargo, fui y sigo siendo escéptico con respecto a los nuevos eslóganes sobre la muerte de la ideología y el comienzo de la armonía universal. Mientras exista la humanidad, existirán ideas e ideologías, conflictos y rebeliones, el ciclo de proyectos de la radicaliza­ción del futuro no se detiene en cualquier fase prometedor­a. Quise también volver a Rumania cuando el fantasma del comunismo se alejaba, pero la rapidez con la que los retratos oficiales del partido fueron remplazado­s por los de la derecha nacionalis­ta de medio siglo atrás me convenció a preferir la apatía y la indecisión. (...) Thomas Mann nos advertía de que “la libertad es más complicada que la tiranía”. Los que vivieron las complicaci­ones sangrienta­s de la dictadura saben que la transición de una sociedad cerrada y militariza­da a una sociedad libre, demócrata y competitiv­a puede equiparar hoy las no pocas y nada delicadas complicaci­ones de la libertad con las de las patología generada por la dictadura.

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