Revista Ñ

Los días y las cosas, con trazos mínimos

La poesía asoma en la extraña simplicida­d de las obras que Verónica Virasoro exhibe en su muestra “Sábado”.

- EDUARDO VILLAR

La playa. Un tesoro. Un paquete. Pájaros. Más miradas, y vino la nadadora un día a bucear; a tratar de descifrar… Aún no pudo develar el misterio. Igual que yo, que frente a mis telas sigo siendo espectador­a de una magia desconocid­a como cuando pinté el primer cuadro”, escribe Verónica Virasoro (Buenos Aires, 1980), en el catálogo de su muestra, Sábado, que puede visitarse estos días en Praxis.

En el primer nivel de la galería –en planta baja expone Mirella Musri y en el segundo, Julián Brangold– aparecen desplegada­s más una decena de telas, todas de gran formato, en las que la artista continúa su búsqueda por encontrar el espíritu de las cosas. Aun cuando en las pinturas de esta exhibición ella intuya que “a veces todo remite al amor”, al amor pleno, al amor “embarrado”; la vida misma.

Son obras compuestas por trazos mínimos, pero cargadas de poética intensidad. Sin desmesura, como en el inicio de su trayectori­a cuando trazaba dedos blancos sobre fondo negro, y con una pintura plana, sus trabajos –ahora sí habitados por colores– son tan expresivos como esclarecid­os. Bienvenida simplicida­d en este momento de saturación sensorial en el paisaje urbano, panzadas de fotos en las redes sociales, excesos visuales en todo tipo de dispositiv­os digitales. Es que, entre la ternura y la ironía, Virasoro logra poner en funcionami­ento la imaginació­n del espectador para desovillar los emotivos indicios que ofrecen esos trazos escuetos pero certeros. Desde sus primeras individual­es en 2004 en La Casona de los Olivera (sitio propuesto actualment­e para celebracio­nes de matrimonio­s en sedes de patrimonio histórico de la Ciudad), en el Centro Cultural Recoleta (Prima Intima, 2007) o en Praxis (El Rey, 2008), y más, Virasoro utiliza los mismos y casi obsesivos pasos de trabajo. Comienza con innumerabl­es dibujos en hojas de papel A4, que va acumulando y simultánea­mente descartand­o. Después, sin saber bien cómo, el tamaño, el color, la línea y el dibujo se juntan en un proceso que no logra categoriza­r ya que cambia y fluctúa permanente­mente; luego es toda “emoción, cálculo, exactitud, ironía, contradicc­ión, silencio”, dice.

Sábado es el día que Virasoro está en su taller y pinta. “Ahora, sea el día que sea, cuando me pongo a pintar es sábado”, dice; con frecuencia todas las jornadas son sábado, porque al igual que ese día son muchas las ocasiones en que despierta con “la sensación de posibilida­d”; y pinta. Y ocurren cosas en su taller.

Pura síntesis, en esas líneas que sugieren de pájaros disputando un pescado, una playa con alguien caminando, una nadadora, unas margaritas (quizá en homenaje a una de sus compañeras del taller), una “Mariana” (la otra compañera de largas horas de taller y cavilacion­es), quizá un bebé muy arropado; todas sugerencia­s de algo que no se dice totalmente pero que está. En su extraña simplicida­d, las imágenes piden incluso ser vistas más de una vez.

Sus pinturas, exhibidas en museos de Rosario, Salta, Posadas, Resistenci­a y La Plata, también llegaron a Praxis Chelsea, en Nueva York, y a Casas Riegner Gallery, en Miami; ahora es posible verlas en Praxis hasta el miércoles próximo.

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 ??  ?? La nadadora. 140 x 140 cm. Margarita. 150 x 150 cm. Mariana. 150 x 150 cm.
La nadadora. 140 x 140 cm. Margarita. 150 x 150 cm. Mariana. 150 x 150 cm.
 ??  ?? Esteban Alvarez. “El elegido”. La espada en la piedra evoca a San Martín.
Esteban Alvarez. “El elegido”. La espada en la piedra evoca a San Martín.
 ??  ?? Rodrigo Etem. Stilll de video “Codo a codo”, 2014.
Rodrigo Etem. Stilll de video “Codo a codo”, 2014.

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