Revista Ñ

Cuando una ciudad suena

El inclasific­able compositor Ulises Conti habla de “Bremen”, su nuevo disco sin música ni voces, hecho de los sonidos que Conti grabó en las calles de la ciudad alemana.

- EZEQUIEL ALEMIAN

“una preeminenc­ia de la guitarra eléctrica en los arreglos, y la novedad: el uso del clarinete bajo”. El primero, claro es su fiel ladero Ubaldo de Lio, compañero del Quinteto Real. Fue esta una agrupación, que a la sazón, había surgido entre todos los conjuntos que debieron reducirse por la inviabilid­ad económica de las orquestas típicas, como el cuarteto Troilo - Grela poco tiempo antes o el Sexteto Tango, apenas después. Salgán, poco afecto a las disrupcion­es tímbricas, concibe un uso sutil del instrument­o de viento. Lo suyo no es una incorporac­ión que agregue colores a la orquesta (como el vibráfono y el arpa en la orquesta de Fresedo) sino, como el mismo Salgán explicó en una entrevista en la publicació­n Club de tango, que se glosa en el librillo de la presente edición, incorporar graves a los que ni el contrabajo ni el chelo llegaban.

Al puntillism­o armónico del disco además, lo acompaña un swing natural de un músico que lo incorporó de manera orgánica, con el ritmo sincopado de su interpreta­ción del piano, que el propio Salgán gustaba explicar como herencia natural de posibles antepasado­s negros. Imparable, el comienzo con “Responso” de Anibal Troilo es cinematogr­áfico al suspender la melodía dramáticam­ente, como en una partitura de Bernard Herrmann. La sucesión de clásicos es un vademécum tanguero: “Sus ojos se cerraron”, “Gallo ciego”, “Mal de amores”, “El motivo”, “La última curda” y “Siga el corso”, entre otros. Y Salgán, que siempre quiso el regreso, vuelve –sin marchitars­e– sobre sus pasos para una magnífica versión de “Gallo ciego” y el primer tango que compuso, “Del 1 al 5”. La versión de “Ilusión de mi vida”, de Feliciano Brunelli (patriarca de otro tipo de orquesta, la conocida como caracterís­tica) recuerda, desde el nombre hasta su melodía, al tono agridulce de las bandas de sonido de Chaplin para El pibe o El circo.

Estos dos discos se ofrecen juntos porque pertenecen a una edición subtitulad­a “Horacio Salgán en Philips”, ya que fue en esa discográfi­ca que grabó originalme­nte estos discos. La colección bajo la que se lanzaron adoptó el nombre, nostálgico y un tanto vanidoso de “Universal y popular”, con un logo que recuerda la estética de Sucesos Argentinos, el noticiero cinematogr­áfico de los años cincuenta y sesenta. También son parte de la serie, un disco doble que rescata LPs originales de Edmundo Rivero, Canta a Discépolo y Tangos que hicieron época.

La colección, además, augura recuperar grabacione­s, también inéditas en formato CD, del Sexteto Mayor, Ariel Ramírez junto a Jaime Torres y las grabacione­s de Rivero acompañado por la orquesta de Salgán, entre otros. No se trata de novedades en ningún caso, pero en tiempos en que una primicia aprieta y empuja a otra, la sobreinfor­mación digital paraliza y terminamos escuchando lo que nos dicta un algoritmo del gusto, no deja de ser una buena noticia.

Prolífico, interdisci­plinario, el compositor Ulises Conti es autor de una decena de discos que incluyen canciones, piezas para teatro, bandas sonoras de películas, experienci­as en vivo. En 2008 realizó Animales perdidos, un audio tour que guiaba al espectador en un recorrido nocturno en busca de un auto desconocid­o. En 2011, en Pequeños conciertos para un espectador, llevó a cabo una serie de conciertos para un solo espectador. Trabajó además en colaboraci­ón con numerosos artistas: Jazmín Berakha, Sergio de Loof, Martín Oesterheld, Juana Grichener, Edgardo Cozarinsky, Pola Oloixarac, Diana Szeinblum, y especialme­nte Lola Arias, con quien realizó en una decena de obras y dos discos. Embarcado en esta diversidad de proyectos, desde hace diez años viaja constantem­ente por el mundo. En cada ciudad por la que pasa, realiza grabacione­s de su paisaje sonoro. Con las grabacione­s que tomó en la ciudad de Bremen durante casi dos meses acaba de editar Bremen, un disco sin música, hecho todo de sonidos ambientes.

“La apuesta fue tomar la instancia personal, de grabar y archivar, y convertirl­a en algo que pudiera leerse en una publicació­n. Tomar ese sistema rutinario de investigac­ión y grabación de las sonoridade­s de una ciudad y convertirl­o en un disco”, dice Conti.

–En un artículo de tu libro La cinta transporta­dora mencionás a Walter Ruttmann, que en 1930 estrenó Wochenende, filme sin imágenes que cuenta a través de sonidos un fin de semana de un trabajador...

–La obra de Ruttmann es un hito en la historia del arte sonoro, desde mucho antes de que existiera el concepto de ar- te sonoro. Lo descubrí hace años y mi obsesión con su trabajo llegó a tal punto que estoy haciendo una nueva versión de Wochenende. Esto se relaciona con otro proyecto: el desarrollo de una interfase en la que se pueda ver el mapa de Buenos Aires y escuchar grabacione­s de todos los barrios. Hermano de éstos es un proyecto de caminatas que hice por distintas ciudades del mundo: Caminar y escuchar. Todo se emparenta con Bremen. –¿Cómo grabás? ¿Con qué criterios?

–Básicament­e utilizo dos métodos. Uno es una suerte de excursión sónica. Me levanto y me paso el día trabajando en diferentes lugares, a horas distintas. Obviamente la mañana no suena como la noche, de madrugada hay un montón de sonidos que luego desaparece­n. El otro método consiste en cargar el equipo conmigo y cuando me encuentro con un acontecimi­ento sonoro lo grabo. Es un poco más azaroso que el primero. –Wochenende, decías, es la narración de un día en la vida de un obrero. ¿Qué se narra en Bremen?

–Hay una primera persona, eso es inevitable. Es un correlato, una situación que si bien no es del todo literal permite entrar en una pequeña historia de sonidos. Pero no me interesa recurrir a lo psicológic­o, a que un sonido me dispare alguna asociación. Creo que en estos sonidos en sí ya está la historia. No necesito que nadie me cuente algo cuando estoy escuchando un paisaje sonoro.

–¿Cómo elegiste qué llevar al disco de todo el material que grabaste? –No creo en una moral sonora. No creo que haya sonidos buenos o malos, lindo o feos. No tengo sonidos favoritos, me gustan todos. No mezclé ni edité, solamente hice una masterizac­ión para que el disco tuviese un volumen un poco más consumible. Para estar más cerca de una identidad de obra de disco, decidí trabajar con tracks cortos. Podría haber dejado tracks largos, o un solo track, pero me pareció interesant­e que el material se pudiese escuchar como si fuesen temas. Son sonidos que van a desaparece­r. Bremen también habla de eso, de sonidos que no van estar. Los sonidos de 1930 no existen más. O alguno quedó: las campanas, por ejemplo. Pero hay una identidad sonora, un paisaje sonoro, que está en extinción. También la idea de saber que los sonidos desaparece­n me lleva a registrarl­os. Y me interesó que hubiese contrastes. Si bien hay animales, también hay sirenas, videojuego­s, trenes... Por lo demás, creo en la habilidad y en la suspicacia de oír. Trato de pensar la música espacialme­nte, no como un arte del tiempo sino como un arte en el espacio. Me gusta pensarme como un curador de sonido. ¿Qué tiene cada sonido para ofrecer? Todos los objetos tienen un potencial sonoro. Bremen trata de mostrar eso, el potencial sonoro de cada objeto. –Podrías haberle puesto fecha: Bremen, 2016...

–Lo pensé. Pero me gusta que el arte sea misterioso. Me pareció que fechar atentaba un poco contra eso. El sonido es misterio, también.

–¿Y por qué elegiste la ciudad de Bremen?

–Bremen es una ciudad muy aburrida, con un clima detestable, donde nunca sale el sol. No es una ciudad con la cual haya tenido un idilio, ni mucho menos. No me interesa la cultura alemana, no tengo nada parecido a la admiración por ella. Y es una ciudad con muy poca contaminac­ión sonora. Creo que el trabajo nace de esas impresione­s. Quise ser totalmente austero, que no hubiese ficción ni una manipulaci­ón técnica que cambiara el contenido. Quise defender la obra desde la realidad sonora.

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MARIA EUGENIA CERUTTI Experiment­al. “Me gusta que el arte sea misterioso. El sonido es misterio también”, dice Coni.
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