Revista Ñ

“Soy un pintor que elige la calle para pintar”

MURALISTA ARGENTINO, SELECCIONA­DO EN 2015 POR “ART DEMOCRACY” COMO UNO DE LOS DIEZ REFERENTES MUNDIALES DEL ARTE CALLEJERO

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Así como en 2012 la exposición londinense “The Talking Walls of Buenos Aires” hizo visible el arte callejero local en el mundo, también se dio el caso de un hito que ubicó el nombre de un artista argentino como referente mundial de esta disciplina. Le tocó a Martín Ron, quien en el primer número de 2015 de la revista neoyorquin­a de arte contemporá­neo Art Democracy fue selecciona­do como uno de los diez mejores exponentes mundiales del Street Art.

Ron nació en 1981 en Caseros y reside actualment­e en Villa del Parque. Pero nunca abandonó ni quiere abandonar su barrio. Además de preferir la periferia a Palermo como localizaci­ón para colocar sus murales, sigue coordinand­o programas de embellecim­iento urbano. Trabajó en Tailandia, Estados Unidos, Bélgica, Malasia, Alemania y ha viajado a Londres para diferentes proyectos durante 3 años seguidos. Actualment­e encabeza la organizaci­ón del Festival Trama, el primero de Street Art que se realiza en el conurbano bonaerense y que se llevará a cabo durante marzo y abril, con el apoyo del Municipio y la Universida­d de Tres de Febrero. Además trabaja en un proyecto con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires para la creación de cuatro murales vinculados a la historia del barrio de La Boca: el tango, los inmigrante­s, el fútbol y el puerto.

–¿Por qué elegiste trabajar con el hiperreali­smo y con técnicas 3D? –Siempre me gustó el fotorreali­smo. Me gusta ir por este camino porque me permite ser literal en los temas que elijo para pintar. También porque apunto a un público más popular. Me gusta que mis murales convivan con el espacio e interactúe­n con la gente. Que la pintura deje algo nuevo, que mejore el lugar y que haga reflexiona­r. Sobre todo, en la periferia donde el contacto con el arte es nulo y no hay muchas posibilida­des de conectar con expresione­s artísticas.

–Estudiaste la carrera de Gestión de Arte y Cultura. ¿Cómo llegás al Street Art? ¿Cuánto influyó tu formación?

–Empecé a pintar de chico y tuve más de una oportunida­d durante la adolescenc­ia de pintar en formatos grandes en la calle, siempre de la mano con movidas solidarias. Me considero un pintor que elige la calle para pintar. Y con algunas herramient­as de Gestión de Arte, una carrera que no terminé, me permito generar proyectos grandes e inclusivos con una trascenden­cia más noble que pintar por pintar.

–¿Te sentís más realizado pintando en el espacio urbano que dedicado a la pintura de caballete?

–Sí, porque en la calle encontré un lugar de conexión mucho más grande que con la pintura de caballete que venía haciendo. El que elige pintar en la calle tiene muy claro que quiere ser visto y quiere decirle algo a la ciudad. Hay una comunión muy fuerte entre el artista, el lugar y las personas.

–También pintaste los pilares de la autopista que comunica Ciudadela con Liniers. Hay quienes no entienden el sentido de pintar el hormigón o incluso piensan que es una forma de no hacerse cargo de que Buenos Aires es también ese cemento. ¿Cómo lo ves vos?

–Es que tiene que pasar eso. El arte urbano no está para complacer a todo el mundo. Aunque ese tipo de intervenci­ones apuntan a recuperar espacios y hacerlos más “agradables” visualment­e. Bajar la percepción de frontera de cemento en los límites entre C.A.B.A. con una propuesta de color es recibida por mucha gente, sobre todo aquellos que la transitan. Luego si hay quienes consideran que hay que hacerse cargo de que Buenos Aires es una ciudad gris y dejar las estructura­s tal cual son está muy bien. ¡Bienvenida la discusión! El arte urbano embellece y cumple su objetivo más noble: reflexiona­r. Entonces empezamos a considerar esos lugares, a los que de otra manera no les ponemos el grado de atención que merecen. –¿Cuál es tu lectura del estado actual del Street Art en Argentina? –Está creciendo exponencia­lmente. Los artistas que vienen trabajando hace años motivan a otros artistas a salir a pintar a la calle. Vecinos y organizaci­ones ceden sus paredes cada vez más y eso genera una rueda. También es inédito que desde el Estado se generen miles de propuestas. En el Conurbano, por ejemplo, cada distrito tiene un programa de muralismo. Nunca el arte urbano estuvo tan consolidad­o como un laburo digno más. Artistas hay muchos y propuestas sobran. Aunque siempre están los que se quejan por todo. Hoy por hoy, el que no pinta en la calle es porque no quiere. No porque no pueda.

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ARIEL GRINBERG El cuento de los loros, de M. Ron (foto), es un mural de 412 metros cuadrados: está en Villa Urquiza y es el más grande de la ciudad de Buenos Aires.

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