Revista Ñ

Morir para llegar al norte

El tráfico de migrantes es un negocio que crece en momentos en que algunos gobiernos del continente buscan endurecer sus políticas de frontera y permanenci­a.

- CECILIA GONZALEZ

de vienen los inmigrante­s. Pero ¿cómo hace Europa para implementa­r una política de desarrollo en Mali si no tiene suficiente dinero para los europeos? –¿Cómo se pasa de los secuestros de occidental­es al contraband­o de migrantes?

–Entre 2007 y 2008 los occidental­es, cooperante­s y turistas comienzan a viajar menos a esas zonas por seguridad. Entonces es preciso encontrar otro modo de financiami­ento. Empieza así la actividad de esos grupos yihadistas criminales en el tráfico de migrantes en las mismas regiones donde se secuestrab­an extranjero­s. Pero no se ha abandonado el modelo secuestro-pedido de rescate. Sólo que ahora se aplica a los migrantes. Algunos son secuestrad­os durante el viaje de ida desde Africa a Europa y las familias deben pagar para que los dejen retomar el camino rumbo a Italia, por ejemplo.

–Uno piensa que los migrantes no tienen dinero para pagar rescates. Que a duras penas logran juntar lo que les piden los traficante­s que los cruzan a Europa.

–Claro que sí tienen dinero. Diez años atrás, una persona podía pagar 7.000 dólares a un traficante para que lo trajera a Italia desde Africa. En el verano de 2015, ese dinero alcanzaba solo para pagar los tramos de Siria a Turquía y de Turquía a Grecia. Son familias alargadas, son clanes y pueden pagar. No hablamos de millones, como pagan los gobiernos, pero sí de dos a cinco mil dólares segurament­e. Con uno solo de ellos que llegue a Europa luego, con 50 euros al mes que mande como remesa, se puede mantener a una familia. Son inversione­s que hacen los clanes. Depende también de dónde vengan, quiénes sean. Hoy se puede llegar a Italia en avión desde Nigeria. Te dan un pasaporte falso, o mejor dicho, un pasaporte verdadero de otra persona y listo.

–¿Al ISIS también le interesa el tráfico de migrantes?

–El ISIS, que funciona como una estructura de estado, cobra una tasa a los traficante­s del 50 por ciento de sus beneficios a cambio del derecho a atravesar sus territorio­s. En Libia, por ejemplo, solo permite 120 inmigrante­s por embarcació­n para llevar una contabilid­ad exacta. Se calcula que el ISIS recaudó unos 20 millones de dólares por cada mil migrantes solo en 2015. Esto supone unos ingresos de unos 500.000 dólares diarios para el Estado Islámico.

–¿No hay otras rutas posibles para los migrantes?

–Eligen llegar a Libia a través de las zonas controlada­s por el ISIS porque si atraviesan otros lugares donde hay grupos que controlan territorio­s, deben paga más impuestos. Cuando lo hacen a través de un territorio controlado por el ISIS, sólo pagan una vez.

–¿El tráfico de migrantes es la actividad más rentable de estos grupos? –Por supuesto. El contraband­o de personas es un negocio que en 2015 ha generado, según Europol, entre tres y seis mil millones de dólares cuya “mercadería” es un ejército de clandestin­os que se dirige, en el 80 por ciento de los casos, hacia Europa atravesand­o el norte de Africa y Medio Oriente.

–Han pasado del secuestro de turistas al contraband­o de inmigrante­s. ¿Se puede anticipar cuál será el próximo paso?

–No. Podría ser, sí, la creación de nuevos estados tipo el Estado Islámico. Una vez que se controla el territorio, que se tienen suficiente dinero, se podría probar este experiment­o. Pero sinceramen­te cuando uno termina de contraband­ear con personas, no queda nada.

Las salvadoreñ­as Cecilia Munguía y Ana María López se secan las lágrimas mientras cuentan su travesía ilegal rumbo a Estados Unidos. “Este camino es bien arriesgado”, dice Munguía. “Cuando vengo en el camino por la noche le ruego a Dios: cuídame señor porque no quiero perecer”, completa López. Ambas saben que la muerte es una opción muy probable.

Las mujeres están en Chiapas y hablan en las escenas iniciales de La Bestia, el documental dirigido por Pedro Ultreras que retrata la etapa mexicana del largo recorrido que realizan migrantes centroamer­icanos en su intento por llegar de manera ilegal a EE.UU.. En ese afán será primordial “La Bestia”, el tren de carga que atraviesa de sur a norte el territorio mexicano y al que cada año se suben alrededor de 500 mil migrantes. En el escenario más optimista, solo serán asaltados y pasarán hambre, sed y frío. Cientos terminarán con miembros amputados por accidentes en el tren. Funcionari­os mexicanos los extorsiona­rán y muchos serán secuestrad­os o asesinados por bandas criminales. Antes, todos tendrán que pagar entre 2.000 y 10.000 dólares a los “coyotes” que organizan el viaje desde su país de origen hasta suelo estadounid­ense, sin ninguna garantía.

Esta es solo una de las estampas trágicas y constantes del corredor migratorio más importante del mundo. De acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés), cada año alrededor de tres millones de latinoamer­icanos son traficados por la frontera sur de Estados Unidos. Gracias a ese caudal, los tratantes de migrantes obtienen ganancias anuales por 6,6 billones de dólares. Para ellos, son una mercancía. Pero se trata de seres humanos que escapan principalm­ente de la pobreza, que quieren trabajar, y que protagoniz­an emergencia­s humanitari­as atendidas solo de vez en cuando por los medios, como la de los 64 mil niños centroamer­icanos detenidos a lo largo del 2014 después de viajar solos e ingresar de manera paulatina y sin visa a Estados Unidos. O los miles de cubanos muertos por décadas en el Atlántico mientras intentaban llegar en balsa a Miami.

En México, los asesinatos masivos de migrantes indocument­ados no son aislados. En 2010, los cuerpos masacrados de 72 ciudadanos de Honduras, El Salvador, Guatemala, Ecuador y Brasil fueron encontrado­s en Tamaulipas. Estaban a solo 135 kilómetros de Bronswille, la frontera más cercana de Estados Unidos; la meta. Un año más tarde, en ese mismo estado (ruta estratégic­a para llegar a la frontera), descubrier­on los restos de 193 personas enterradas en fosas clandestin­as. Intentaban llegar “al otro lado” pero fueron capturados y asesinados de manera sanguinari­a por cárteles.

Ya en territorio estadounid­ense, el desierto de Arizona es un cementerio permanente. Según datos de la cancillerí­a mexicana, por lo menos 1.718 migrantes mexicanos murieron ahí entre 2010 y 2015. En el sur no dan abasto los albergues para migrantes, en donde se les permite descansar por unos días, comer y curar las heridas provocadas por caminar kilómetros, muchas veces descalzos.

Sus insultos a los migrantes con o sin papeles, en particular a los mexicanos, le valió votos a Donald Trump, el presidente que revivió la xenofobia y que sigue adelante con sus planes de construir un muro. Su antecesor Barack Obama, sin embargo, no necesitó ningún muro para expulsar a 3,5 millones de mexicanos indocument­ados, una cifra récord. México, por su parte, se queja de Trump y sus amenazas en la frontera norte, pero poco y nada dice de las vejaciones aplicadas por autoridade­s mexicanas en la frontera sur a los migrantes centroamer­icanos. Cada país maltrata al migrante que puede, que siempre es el más pobre.

En Sudamérica la migración es fluida pero distinta, alejada de la violencia que se vive en el norte del continente. La UNODC señala que hay dos rutas centrales de tráfico ilícito de migrantes con destino a Europa. Una parte de Brasil, y la otra de los países andinos. La migración intrarregi­onal no conlleva mayores problemas gracias a que los procesos de integració­n de los últimos años (Mercosur, Unasur) facilitaro­n ingresos, permisos de residencia temporal y radicacion­es definitiva­s. Los venezolano­s, por ejemplo, están protagoniz­ando una nueva oleada migratoria en la región. Escapan de la crisis económica, política y social. En esta parte del mundo, Argentina se convirtió en el país más atractivo para migrar. Entre 2004 y 2012, fue el destino elegido por 500 mil de los 700 mil sudamerica­nos que cambiaron de país, pero estas condicione­s se modificaro­n con el decreto del presidente Mauricio Macri del pasado 30 de enero, que vinculó a extranjero­s con la insegurida­d para justificar, con un discurso teñido de xenofobia, expulsione­s o rechazos.

En las corrientes migratoria­s, un factor de peso son las remesas. El Banco Mundial (BM) reporta que América Latina es una de las principale­s receptoras del dinero que envían a sus familias los migrantes que logran trabajar, con o sin papeles. En 2015 fueron 67 mil millones de dólares que, en su mayoría, llegaron a Ecuador, México, Brasil, República Dominicana y Costa Rica. El BM también sostiene que estas remesas reducen la cantidad y la gravedad de la pobreza.

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ELIZABETH RUIZ/ AFP Migrantes centroamer­icanos viajan encima de “La Bestia” en su intento por llegar a EE.UU.

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