Revista Ñ

Mapa del exilio español a modo de diccionari­o

Cartografí­a intelectua­l. Dramaturgo­s, novelistas y ensayistas huyeron del franquismo y hallaron refugio en sitios amigables como México y Buenos Aires.

- JOSEP MASSOT

Hace 78 años en los campos de refugiados del sur de Francia y el Norte de Africa se hablaba castellano, euskera, gallego y catalán. Entre los miles de republican­os que abandonaro­n España en 1939 había centenares de escritores, ensayistas, dramaturgo­s y profesores, un éxodo de intelectua­les que siguió su obra lejos de su país natal. ¿Quiénes fueron ? ¿Qué fue de ellos? ¿Qué escribiero­n? Aparte de los casos más notables, la mayoría ha permanecid­o anónima e invisible.

Desde hace unos pocos días contamos con una fotografía de grupo y la imagen ofrece la magnitud del conocimien­to que se perdió la España franquista. Esta foto de grupo es el resultado de casi veinte años de trabajo llevado a cabo por un equipo de la Universita­t Autònoma de Barcelona, dirigido por Manuel Aznar Soler y José-Ramón López. Cuatro tomos de medio millar de páginas cada uno convierten el Diccionari­o bibliográf­ico del exilio republican­o de 1939 en una guía de escritores, editoriale­s y revistas del exilio en las cuatro lenguas del Estado.

“Sobre los escritores integrados en el canon, como Rafael Alberti o María Zambrano, hay mucha informació­n, pero el resto fue víctima del silencio y el olvido durante el franquismo y hasta hoy seguían siendo inexistent­es. Por eso nos pareció que recuperar su memoria era una cues-

tión necesaria y urgente para la salud de la democracia española, algo que tendría que haber sido un objetivo fundamenta­l de la política cultural, y que, sin embargo, no se quiso hacer, ni siquiera durante los gobiernos socialista­s”, dice Manuel Aznar Soler.

La trampa franquista

“Las mejores novelas de la época fueron escritas en el exilio y aquí no se hablaba

de ellas. Hoy nadie se atrevería a silenciar la existencia de Max Aub, Ramón Sender o Francisco Ayala. En cambio, Cela, un censor franquista, tenía toda la atención del régimen, que le dio apoyo a su revista Papeles de Son Armadans para hacer creer en el exterior que había una apertura política. Se sirvió de los escritores del exilio para labrarse una imagen que después le ayudaría a conseguir el Nobel. Los exiliados colaboraro­n con él y cuando algunos de ellos regresaron a España creyéndose célebres vieron con sorpresa que no los conocía nadie. La revista de Cela no la leía casi nadie”.

La mayoría de exiliados fueron a Francia y, sobre todo, a América, especialme­nte a América Latina, por cuestiones de lengua. “Las capitales literarias en los años 40 ya no fueron ni Madrid ni Barcelona, sino Buenos Aires y México”, dice Aznar. A Francia fueron César Arconada y Alberto Sánchez y a los países del Este sobre todo los comunistas, como Teresa Pàmies.

El diccionari­o recoge también la obra de los hijos del exilio. Vicente Rojo, Roger Bartra, Ramón Xirau... Según Max Aub, fueron los verdaderos transterra­dos, niños nacidos ya en el exilio o que marcharon con sus familias a muy corta edad. Fue el caso de Angelina Muñiz-Huberman, nacida en 1936 en Hyères, al sur de Francia, huyendo de la guerra. Antes de que los alemanes entraran en París, su familia emprende el camino de Cuba y después el de Veracruz, en 1942. En México su madre le confesó su origen criptojudí­o. Muñiz siente cómo le han educado para un retorno al país de origen al que no conoce, un viaje de retorno que se aplaza de un año a otro, sin que llegue nunca. Trazó una poética del exilio, de todos los exilios, Gombrowicz, Brodsky, Joyce, etcétera, habló con una santa Teresa como si fuera una mujer contemporá­nea que vivió la Guerra Civil y no creyera en Dios. O con Dulcinea encantada, una de las republican­as que marcharon a Rusia y que cuando llegó a México no reconoció a sus padres, se volvió loca y se puso a intentar novelas mentales que no escribía.

El diccionari­o recoge todas las entradas que sus autores han podido reunir de editoriale­s y revistas publicadas en el exilio. ¿Hubo entre los que se fueron y los que se quedaron celos y disputas? Manuel Aznar recuerda que el poeta León Felipe (exiliado también en México), al principio de la posguerra, dijo: “Nos hemos llevado la canción” y que, años más tarde, en los años cincuenta, al aparecer nuevos poetas como Gabriel Celaya, León Felipe rectifica por completo: “No, no os habéis llevado la canción”.

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ARCHIVO LA RAZON Camino del exilio. Hacia Francia, Africa y América partieron españoles republican­os rumbo al exilio.
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León Felipe. Guinea Ecuatorial, EE. UU. y México fueron sus refugios.

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