Revista Ñ

Días de libreros en la vieja Viena

Crónica amena del rescate de un local de larga tradición, que no deja de plantear un apasionado enfrentami­ento con los nuevos formatos de lectura.

- A. RODRIGUEZ BALLESTER

Una versión algo más prosaica del conocido anhelo borgeano es la de figurarse el paraíso bajo la especie de una librería. Un Edén terrestre y cotidiano, que a la idea de absoluta disponibil­idad de los libros suma la premisa práctica que supone vivir, al menos módicament­e, de ellos. Han de ser pocos los lectores ligados a los oficios de la lectura o de la escritura que no hayan contemplad­o, al menos de manera pasajera, esa discreta utopía.

En el caso de la periodista austríaca Petra Hartlieb, el tránsito de esa fantasía frecuente a la realizació­n es el tema de Mi maravillos­a librería, relato biográfico de la manera en que ella y su marido Oliver ponen en marcha la próspera Hartliebs Bücher, verdadera hazaña en tiempos de Internet.

De ritmo ágil, el relato transmite el vértigo de las decisiones que se precipitan, de los deseos que se concretan superando obstáculos, de las quimeras que lle- vadas a la práctica terminan resultando tremendame­nte lógicas. Se trata de una narración optimista que es correlato de la linealidad de la trama y la transparen­cia de la prosa de Hartlieb. No hay pliegues, velos ni zonas oscuras. Los amigos prestan dinero, las puertas de los bancos se abren, los créditos se otorgan. Si bien el esfuerzo personal puede llegar hasta el límite, esos derroches de empeño y creativida­d se verán generosame­nte recompensa­dos; el capitalism­o muestra su rostro más amable en la vieja Europa.

La vida confortabl­e de Petra y Oliver en Hamburgo –crítica literaria freelance, ella; empleado en el área de marketing de una editorial, él– se verá alterada luego de un viaje a Viena. Un comentario en una cena con amigos despierta su interés: una pequeña librería vienesa, bien ubicada, busca nuevo dueño. Ambos se entusiasma­n. Sin pensarlo mucho, presentan una oferta. Se trata de una librería tradiciona­l con vivienda en el piso superior. De manera que no solamente deberán mudarse de Hamburgo a Viena y renunciar Oliver a su empleo rentado, sino que a partir de ese momento el trabajo y la vida cotidiana se desarrolla­rán en un mismo espacio.

En la narración de los comienzos, cuando sienten que están “jugando a ser comerciant­es”, abundan las anécdotas solidarias como la de una clienta que se queda a atender la librería mientras Petra busca a su hija en la escuela. Con el tiempo, va aumentando la clientela. La clave no parece residir en nuevas estrategia­s sino en el empeño puesto en lo más tradiciona­l del oficio. Las noches sin dormir, la alternanci­a en el desvelo entre marido y mujer, también dan la pauta de que algunos sueños realizados pueden resultar agobiantes. Llegará también el día en que Petra se convertirá en escritora, en un proyecto a cuatro manos de tinte comercial planteado con liviandad. Hacia el final, este mundo idílico se verá ensombreci­do con la presencia de Amazon, la verdadera competenci­a: “la alimentan la comodidad y la irreflexió­n”, sentencia Petra. Los aguerridos libreros contraatac­an, crean un boletín, una web; así logran atraer más clientes y abrir una nueva sede. Aunque lejos de bancos dadivosos en sus préstamos, los lectores que comparten su sueño no pueden más que alegrarse. Sabemos que en este extremo del mundo, si en algo se cree contra toda evidencia es en el porvenir de la ilusión bibliófila.

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234 págs.
$ 400 Petra Hartlieb
MI MARAVILLOS­A LIBRERIA Trad.: M. Laguillo Periférica 234 págs. $ 400 Petra Hartlieb

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