Lo sagrado y lo profano
A propósito de “Calientes días de chamamé”, publicada en Ñ 696, creo oportuno aclarar que escribo desde Curuzú Cuatiá (palabra guaraní que significa “cruz marcada”.) Y esa cruz se refiere a la cruz del cristianismo y no a un “cruce” de caminos.
Antes de la llegada de los jesuitas, los guaraníes tenían uno de los idiomas precolombinos (el guaraní), pero era un pueblo ágrafo; es decir, sin escritura. Y fue un jesuita (Antonio Ruíz de Montoya), hacia 1724, quien realizó la codificación del idioma guaraní. Instrumento que sirvió a los de su orden a mantener un fluido contacto con los guaraníes y aprovechar el bajo costo de tal mano de obra para ayudar a la exangüe corona española.
El guaraní es uno de los idiomas oficiales de la República del Paraguay (aparte del castellano), y toda la región de nuestra Mesopotamia está poblada de modismos, palabras y giros del guaraní. Descarto de plano el sentido ofensivo de la palabra “mencho” (el peón rural de la zona), pues se usa como sobrenombre de tono afectuoso, como “cambá” (negro). Pero los guaraníes tienen reservada otra sorpresa para los conquistadores (espirituales). Ya tienen su propia cosmogonía. “Ñandeyara” (sic) es el Dios Todopoderoso. Literalmente “nuestro dueño”. En tanto que “Ñamandú” es el dios del sol.
Con relación al “Pa-í” (cura, sacerdote, en guaraní) Julián Zini es una figura musical más que de su fe. Debe estar respaldado por su superior para cantar y no para ocuparse de sus semejantes. Quizá la corresponsal, por la diligencia de la nota, no haya puesto de manifiesto el sincretismo observado en tal reunión “chamamecera”. Lo sagrado y lo profano vienen alegremente de la mano. Claro, después entre la Virgen de Itatí, Nandeyara, el Gauchito Gil y Jesucristo, necesitamos mucha buena voluntad para separar lo uno y lo otro. Pero sentencia, con sabiduría, Kolesnicov…”el patchwork de la identidad, el carnaval de nosotros”.
Ricardo Jaime Schust