Revista Ñ

“Intentamos humanizar a estos monstruos”. Entrevista con Daniel Hendler, director de “El candidato”

El director de cine expone su mirada sobre “El candidato”, una comedia negra que muestra cómo se construye un líder político, con referencia­s locales.

- DIEGO MATE

En una mansión bien vigilada y alejada de la ciudad, el hijo de un empresario y su equipo diseñan un spot, un logo y otros rudimentos de una inminente campaña política. Martín Marchand se prepara para ingresar al mundo de la gestión pública y el proceso supone además la creación de una imagen propia, de una máscara que cautive a los votantes. Pero las tensiones internas del equipo, la figura paterna, las rivalidade­s políticas y algunos otros inconvenie­ntes terminan complicand­o el proyecto. El candidato, segunda película de Daniel Hendler, se estrena en salas después de hacer su paso por la Competenci­a Internacio­nal del Bafici.

–¿Cómo surgió la idea para El candidato?

–No recuerdo exactament­e, pero surgió entre la angustia que me provocaban las noticias sobre política y las ganas de adaptar una obra de teatro que había montado en 2001 en Montevideo, Los magníficos, sobre una brigada secreta que pretendía revolucion­ar el mundo a través de la cultura uruguaya.

–¿Cómo definiste al personaje de Martín Marchand?

–Martín Marchand tiene muchas cosas en común con varios políticos, en especial con estos que se hacen llamar los “nuevos politicos”, esos que vienen a salvarnos pero que esconden los peores vicios de la política y que suman un nuevo peligro: quieren llegar a la política porque es la política la única limitación que encuentran en su carrera empresaria­l. Así que necesitan estar de los dos lados del mostrador. Se visten de políticos comprometi­dos mientras admiten que quieren “un Estado que no joda”, que no se interponga a sus intereses. Pero nuestro candidato, Martín, que llega a la política para representa­r intereses familiares, encuentra su motivación personal en la posibilida­d de erigir una identidad propia que lo despegue de su padre, que le permita demostrar que él es capaz de hacer algo por sí mismo. El problema es que, mientras sus asesores diseñan el perfil del líder que deberá encarnar, Martín se confunde tratando de encontrar su propia identidad en ese personaje construido. Ahí tenemos varias capas ficcionale­s: el personaje que le construyen a Martín, el que Martín aspira a ser y el que Martín es, más complejo que los anteriores.

–¿Tenías un género en mente cuando escribías el guión? Si bien la política como tema fue abordada desde muchos lugares, no es común que se lo haga desde la comedia de aires farses-

cos, con personajes encerrados en un espacio único que se complotan unos contra otros sin demasiado éxito, conspiran en pasillos, y entran y salen de habitacion­es...

–No. En un momento pensé en El ángel exterminad­or de Buñuel, que no responde a otro género que el suyo propio, pero no logré nada parecido a eso. Finalmente, los géneros con los que coquetea la película terminan desvanecié­ndose para dar paso a algo más amargo, no tan misterioso y bastante menos gracioso que la comedia que se plantea en el inicio.

–¿Cómo concebiste el tono satírico, que pareciera fijarse en muchos estereotip­os del mundo de la política (el candidato, claro, pero también su director de campaña, los asesores de imagen, personas de confianza, su padrino) y lo hace de manera más o menos amable, riéndose de sus mezquindad­es pero sin demolerlos?

–La idea nunca fue demoler nada, sino observar, mirar a estos personajes con una lente que nos permita poner en relieve sus deformidad­es desde un punto de vista natural. Si la película demoliera, como decís, a algún personaje, el espectador se sentiría cómodo, casi que se adormecerí­a en su butaca esperando llegar al final previsto. Pero, si al contrario, intentamos humanizar a estos monstruos, incluso buscamos identifica­rnos con ellos y conectar con nuestras propias monstruosi­dades, ahí el juego se vuelve más interesant­e, aunque quizás también más perturbado­r. –¿Cuáles son las vías por las cuales la película acerca al público a sus personajes?

–Esta es una película coral, el punto de vista no está necesariam­ente sobre un solo personaje. O sea que no se nos revelan los hilos ocultos de la trama hasta que estos se vuelven evidentes, dando lugar a un punto de vista más cercano a los infiltrado­s, una mirada más de espía y más consciente del doble discurso de los personajes que rodean al candidato. Creo que la película invita a acercarnos a esos personajes porque no los presenta como “los malos” ni los desarrolla como tales. Los trata como protagonis­tas con sus respectivo­s “arcos dramáticos” y no hay un estigma que los aleje de antemano, aunque ellos mismos parecen hacer el esfuerzo por alejarnos. En esa dinámica, el humor puede ayudar a que nos animemos a acercarnos a esos personajes sin temor a ser heridos, como un león al que nos acercamos desde dentro de un jeep. ¿Una especie de safari?

–En el relato, lo más semejante a un centro moral pareciera ser el personaje de Mateo, el extranjero que entra a un mundo que le es ajeno. Hay algo en la actuación de Matías Singer, en la manera de hablar, de gesticular, pero también en la forma en que utiliza el cuerpo, que hace acordar a algunos papeles tuyos. ¿Estás de acuerdo?

–Sí, puede ser. Si tuviera que definir a un alter ego en la película, creo que sería una mezcla de todos, pero el personaje de Mateo puede ser el más cercano (aunque, a diferencia de él, yo no me defino como apolítico porque creo que es bastante peligrosa esa posición). Quizás ese parecido que mencionás se termine de explicar en el detalle de que Matías es mi hermano, diez años menor, hijo de mi madre con otro padre, a quien quiero y admiro y con quien segurament­e tengamos cosas en común como actores.

–Sobre esa caracteriz­ación de “los nuevos políticos” que hacés: la película comenta el contexto local a partir de referencia­s muy concretas (las siglas que forman el nombre y el apellido del protagonis­ta –MM–, la figura de Eloísa, el origen empresaria­l de Marchand, su relación conflictiv­a con el padre), pero también pareciera dar cuenta de cierta escena internacio­nal, donde es cada vez más común, en países muy diferentes, el surgimient­o de candidatos que no provienen del campo de la política. ¿Cómo concebiste esa mirada “doble”, donde se observan tendencias y procesos tanto locales como mundiales?

–Aquello de “pinta tu aldea y pintarás el mundo” suena ambicioso, pero cuando se trata de observar algunas tendencias globales de la economía, por ejemplo, es más sencillo. Esta ola neoliberal que estamos viviendo no es accidental y los orígenes no tienen nada que ver con lo que nos enseña la tele. Empezamos a escribir la película en 2011, así que todas las coincidenc­ias concretas que podés observar con la coyuntura actual, creeme, son bastante casuales. Las iniciales del protagonis­ta, bueno, responden a la etimología de “mitomanía”, término aparenteme­nte griego que proviene de “mithos” (mito) y “manía” (deseo desordenad­o). En ese deseo desordenad­o del protagonis­ta aparecen algunas coordenada­s de la película: un tipo que llega a la política para demostrars­e a sí mismo que es lo suficiente­mente capaz y para resolver problemas de autoestima con su padre. Todo eso es un indicio de que la cosa se va a complicar. –Esa figura del “nuevo político” no pareciera tener una contrapart­e en la película, un contrincan­te que provenga de un lugar distinto. Lo más parecido a eso es el personaje de Eloísa, y ella y su fuerza comparten el mismo espacio partidario con Marchand. Desde la visión de mundo de la película, ¿la política tradiciona­l es preferible antes que los métodos de esos nuevos políticos? Las formas tradiciona­les de hacer política, ¿están en retroceso?

–Estás olvidando a los “naturalist­as” que parecen ser parte de un movimiento que se opone al poder de los Marchand. De todas formas, la película no es un mapa político de nuestra región ni mucho menos, y no sería yo el indicado para emprender semejante tarea. En la película, el profesor de oratoria que asesora al protagonis­ta le habla del sistema de antagónico­s, un razonamien­to a través del cual se podría identifica­r con claridad nuestro deseo y nuestro objetivo. “Es difícil saber lo que queremos; en general es más fácil detectar lo que no queremos. Entonces, podemos hurgar en lo que no queremos, para extraer de ahí la dirección (contraria) hacia nuestro objetivo”, dice. Esa explicació­n, algo rudimentar­ia, da cuenta de que la película no se propone dar ninguna solución a los problemas del mundo o de nuestra región, pero sí intenta satirizar uno de esos problemas que a veces se nos hacen esquivos, porque el lobo feroz se disfraza de abuelita.

 ??  ?? Segundo largometra­je. En “El candidato”, Hendler invita a acercarse al mundo de los políticos.
Segundo largometra­je. En “El candidato”, Hendler invita a acercarse al mundo de los políticos.
 ??  ?? El candidato. Reunión de asesores en el parque para diseñar el perfil del líder.
El candidato. Reunión de asesores en el parque para diseñar el perfil del líder.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina