Fotografía fuera de su límite: ganadores y seleccionados del V Premio ArtexArte, por Eduardo Villar
Como muchas de las finalistas, las dos obras ganadoras tienen un rasgo en común: por distintas vías buscan expandir la disciplina más allá de sus fronteras.
Poco tiempo después de inaugurar en 2008 la primera edición de su Premio Bienal de Fotografía ArtexArte, la Fundación Alfonso y Luz Castillo se propuso convertir lo que hasta entonces había sido una galería dedicada exclusivamente a esa disciplina en un espacio que estimulara la expansión de la fotografía más allá de sus límites tradicionales. Pasaron ya cinco ediciones del premio – que este año se convirtió en anual– y puede decirse que aquel propósito fue cabalmente cumplido. El Primer Premio con que el jurado integrado por Valeria González, Jorge Zuzulich y Daniel Merle decidió ditinguir este año la obra “Tierra de ciervos”, de Florencia Levy, parece la confirmación de ese camino, también visible en buena medida en la selección de más de cuarenta fotógrafos elegidos como finalistas entre los alrededor de 600 inscriptos.
La de Levy no es una fotografía de impacto visual inmediato: un paisaje desolado, una tierra yerma a orillas de un lago brumoso y la silueta de lo que parecen unas chimeneas y una planta industrial en el horizonte. No es exagerado decir que el ojo del espectador se va casi inmediatamente al código QR que hay sobre el mismo paspartout, debajo de la imagen fotográfica pero claramente integrando la obra, con el mismo grado de importancia que la foto misma. Habrá espectadores –no pocos, probablemente– que deberán conformarse sólo con eso. En cambio, quienes accedan a la lectura del código QR con la aplicación necesaria del celular podrán saber qué es lo que convierte la fotografía de Levy en una obra especial. La lectura del código QR lleva inmediatamente a un video que muestra los problemas que la artista tuvo en el momento de hacer la toma, y después. Así se entera uno de que la foto es parte de una serie hecha en la región autónoma de Mongolia, en la República Popular China. Ese es el lugar del inmenso lago, lleno de basura tóxica derivada de la producción de los celulares de última generación. Los mismos, paradójicamente, que todos usamos para –entre otras cosas– leer el código QR de la foto de Florencia Levy. Por fotografiar el lugar, la autora –como se ve en el video– fue detenida por la policía, que borró de sus tarjetas de memoria todas las imágenes, excepto la que llegó al concurso y fue premiada.
“Lo que sucede es que no es una obra que tenga un programa iconográfico muy claro, muy impactante –comenta Daniel Merloe, uno de los integrantes del jurado–. No es una obra en la que uno se detiene. Es una obra silenciosa, que requiere tiempo, que requiere que el espectador tenga un lector de QR. Pero bueno, Florencia consigue imágenes y consigue transmitir desde un lugar donde está prohibidísimo tomar fotografías. Echa mano de todos los recursos de la tecnología, de la fotografía, del video. Y lo hace con gran valentía porque lo hizo a escondidas. Se ven las dificultades que atravesó para ha- cer ese video”.
“Tierra de ciervos” es, además del título de la obra, el nombre del lugar, aparentemente habitado por esos animales en un pasado no muy remoto.
Es curioso que lo que vuelve especial la foto de Florencia Levy no está en la foto sino fuera de ella.
De alguna manera, algo parecido ocurre con el Segundo Premio, “Balseros”, de Leonel Luna. Si bien se trata de una bella imagen, muy pictórica y de lectura fácil, directa e inmediata, contiene –igual que la de Levy– un segundo nivel de lectura que la vuelve especialmente interesante. Uno ve “Balseros” y se da cuenta de que son unos inmigrantes ilegales navegando un río sobre una balsa. Uno sabe que esos navegantes están en peligro y ve la persecución y el asedio que sufren en sus rostros. Pero la obra cobra nuevos sentidos si el espectador está enterado de que la fotografía es en realidad una composición de varias fotos y está basada en una pintura de George Caleb Bingham, un pintor estadounidense del siglo XIX muy admirado por Leonel Luna, que solía pintar escenas cotidianas de peleteros que navegaban los ríos en busca de animales para cazar. La pintura, curiosamente, pertenece al acervo artístico de la Casa Blanca que hoy ocupa nada menos que Donald Trump. Luna reemplaza los personajes de Bingham por fotos que él había hecho o por fotografías de verdaderos inmigrantes ilegales que recontextualiza.
Y mediante esa operación, como Levy, lleva más allá los límites de la fotografía.