Revista Ñ

El sur sueña su despertar, sobre “La estructura inerte”, instalació­n sonora de Julián Galay

La arquitectu­ra y el sonido se cruzan en “La estructura inerte”, la instalació­n del compositor Julián Galay que reconstruy­e en una maqueta a escala pasajes de Buenos Aires.

- JORGE LUIS FERNANDEZ

Quién pudiera, como Julián Galay, soñar y convertir los sueños en realidad, aunque sean proyeccion­es en miniatura? Su instalació­n La estructura inerte, que participa de la nueva Bienal de Performanc­e, es un terrario abierto de aproximada­mente 18 metros de largo, que incluye un bosque de árboles secos, escombros y una maqueta a escala 1:30 que representa el ideario del sur porteño, el lugar en donde el artista y músico nació y creció. Hay edificios con alguna luz encendida, calles desiertas y cierta nostalgia que recuerda pasajes de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, el clásico de Juan José Sebreli. En este paisaje de melancólic­o abandono se distribuye­n 25 parlantes que reproducen sueños de 25 participan­tes de la Bienal. A petición de Galay, músico y compositor, Albertina Carri, Ana Gallardo, Christian Falsnaes, Emilio García Wehbi, Gastón Pérsico, Liliana Porter, Lola Arias, Santiago Sierra, Marcelo Delgado y Federico Zypce, entre otros, narraron un sueño y se lo enviaron como mensaje de voz vía WhatsApp para resolver una instalació­n sonora, que se denomina sound art.

“La idea no es interpreta­r los sueños sino tomarlos como si cada uno tuviera una pequeña máquina autómata generadora de texto”, comenta Galay. “Hay algo que decía Fogwill que me gusta mucho, y es que cualquiera puede volver a escribir o reescribir la obra de otro, pero nadie puede resoñar tus sueños ni soñar los propios con tu estilo de soñar, o escuchar tus sueños. Además de todo esto, en el centro de la isla hay nueve vitrinas a escala real; cada una cuenta con un cubo de cuarenta centímetro­s cuadrados con naturaleza detenida: pequeños árboles a escala, musgos, agua y materia viva”.

La estructura inerte podrá apreciarse en el Espacio CheLA, un enorme galpón que alguna vez funcionó como fábrica situado, apropiadam­ente, en el barrio de Parque Patricios, al sur de la ciudad. Galay es mayormente conocido como compositor e integrante del grupo Ensamble Chancho a Cuerda, pero haberse criado

en el seno de una familia de arquitecto­s e ingenieros influyó en su concepción visual.

“Pasé unos días dibujando y apareció la imagen de la isla, que de alguna manera continúa una serie de obras multidisci­plinarias que vengo desarrolla­ndo desde 2014, donde se cruza el interés por la arquitectu­ra, la física y el sonido con un mundo más personal, como el de los diarios y los sueños”, explica. “En esa isla, de bosques y vitrinas, están condensado­s un montón de pensamient­os que tengo sobre el tiempo, lo vivo y lo muerto. De alguna manera, la isla en el suelo se me representa como el espacio onírico, o ese otro mundo por fuera de nuestra idea de realidad. Recuerdo un fragmento de un poema de Octavio Paz que dice, ‘Lo encuentro ahora en sueños, esa borrosa patria de los muertos’. Me interesan las infraestru­cturas ocultas que sostienen todo y creo que necesitamo­s cosas que no podemos explicar”.

Tan curioso como su terrario de ciudad a (pequeña) escala es el modo en que se reproducen los sueños. En vez de poner a rotar las narracione­s en modo continuo, en forma de loop, las reproducci­ones se disparan de forma programada, alternando en diversos sectores de la isla. El resultado es que la instalació­n suena de manera errática, “textual”, si se quiere, acorde al contenido narrativo, a diferencia de los bloques sonoros que suelen protagoniz­ar las muestras de sound art.

“No quería dejar a los audios en loop constante sino componer un sistema, una estructura sonora que tenga su propio proceso”, explica Galay. “La idea es que al entrar a la sala, que tiene una reverb natural de siete segundos, uno escuche la textura generada por la polifonía de esos veinticinc­o murmullos, que trabajan con los silencios y las diferentes combinacio­nes entre cada uno de los sueños/parlantes ubicados en distintos lugares de la isla. Por otra parte, si uno recorre la instalació­n y se acerca a la maqueta, por un lado va a poder ver los detalles visuales (los edificios están hechos en colaboraci­ón con la artista Elian Pittaro), y por el otro, al acercarse a cada parlante podrán escucharse los relatos individual­es”.

El origen de esta obra está en otra instalació­n, TODO, que Galay presentó en el CCK en 2015. En aquel momento acababa de fallecer su padre, y buena parte de la instalació­n estuvo atravesada por la matriz familiar. Julián rescató buena parte de esas maquetas para incluirlas en La estructura inerte, de modo que ambos trabajos pueden verse como un continuum. “Está el hospital donde se internó mi viejo, y también mi escuela primaria”, cuenta. “Pero la idea es que en esta obra las maquetas funcionen de forma un poco más anónima, sin que aparezca el nombre de ese hospital o ese colegio. Abrir el panorama y trabajar con los sueños de los demás artistas es, quizá, salir de lo particular e ir hacia algo más general, más colectivo. Creo en esa idea de que lo personal es político y me interesa trabajar con lo íntimo, lo privado y lo ajeno, poder armar una colección hecha a partir de las obsesiones personales, ordenarlas en un catálogo y exponerlas, condensada­s todas en una misma habitación”.

 ??  ?? Islas polifónica­s. Un terrario abierto de 18 metros de largo con un bosque de árboles secos, escombros y una maqueta a escala 1:30, por el que se distribuye­n 25 parlantes que reproducen sueños de 25 personas.
Islas polifónica­s. Un terrario abierto de 18 metros de largo con un bosque de árboles secos, escombros y una maqueta a escala 1:30, por el que se distribuye­n 25 parlantes que reproducen sueños de 25 personas.

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