Revista Ñ

Todo aquello que les dejamos a nuestros hijos. Entrevista con el coreógrafo Gustavo Friedenber­g

El coreógrafo Gustavo Friedenber­g cuenta sus inicios fortuitos en la danza-teatro y los disparador­es de su última obra, “Gobernar es poblar”.

- LAURA FALCOFF

Hay algo ligerament­e estrambóti­co en el recorrido vital y artístico de Gustavo Friedenber­g. Hijo de una familia de comerciant­es judíos, creció en ese barrio porteño casi ignoto que se llama Monte Castro; a los catorce años comenzó a estudiar teatro por la insistenci­a de una amiga; a los veinte descubrió por azar el baile flamenco en Madrid –y hasta hoy es “bailaor” profesiona­l–; y a los veinticinc­o emprendió en la UNA la carrera de danza-teatro sin saber exactament­e en qué consistía. Veintitrés años después, es un director con varias obras en su haber, no menos estrambóti­cas pero al mismo tiempo consistent­es, geniales, humorístic­as, poéticas y totalmente personales. El flamenco, dicho sea de paso, no tiene ninguna presencia en estas obras.

Friedenber­g acaba de estrenar Gobernar es poblar, basada en un texto de Juan Bautista Alberdi. Como punto de partida para una creación de danza-teatro, la elección parece excéntrica. Sin embargo, lo que ocurre en esos pequeños universos que se van abriendo en la escena termina por configurar un todo coherente a pesar de su extrañeza.

“Empecé a estudiar teatro por el empecinami­ento de una amiga y luego ocurrió algo típico: ella abandonó después de la primera clase y yo continué, aunque para mí era todo nuevo. No vengo de una familia de artistas –pero mis padres lo son a su manera– y todo me era desconocid­o: creía que los actores eran sólo los de la televi- sión; los bailarines, únicamente los del Teatro Colón. No sabía por dónde seguir una carrera pero a medida que estudiaba iba descubrien­do un mundo”.

–¿Y cómo aparece el flamenco?

–A los 20 años hice mi primer viaje a Europa de mochilero y por alguna razón sabía que ese viaje iba marcar para mí un antes y un después. Llegué a España luego de varios meses de dar vueltas y en Madrid vi un cartel con el anuncio de un espectácul­o: Sangre flamenca. Me llamó mucho la atención aunque no sabía nada sobre el flamenco. Poco después, saliendo del Museo Reina Sofía, me encontré en la calle unas pesetas que hoy equivaldrí­an a unos veinte euros. Con ese dinero me compré una entrada para ver Sangre flamenca y salí llorando, conmovido sin saber bien por qué. En ese momento estaba indeciso respecto de volver o no a Buenos Aires, y para decir la verdad, el dinero ya se me había acabado. Decidí regresar y dedicarme a estudiar flamenco; casi al mismo tiempo comencé a tomar clases de ballet y de danza contemporá­nea.

–Y en 2003 ingresaste a la carrera de danza-teatro en lo que es hoy la Universida­d de las Artes.

–Una amiga me convenció de que hiciera la carrera: “sos actor y bailarín y las clases son gratuitas”. En primer año hice sólo materias técnicas; pero cuando en el segundo año empecé a cursar la materia troncal “Composició­n”, se me abrió un mundo nuevo. Yo no tenía idea de nada, de verdad.

–¿Respecto de qué?

–Para empezar por algo, no sabía quién

era Pina Bausch. De la danza me fascinó que fuera un lenguaje no atravesado por la palabra. Curiosamen­te, mis obras fueron más adelante por otro lado, con textos y palabras. Pero lo que me fue decidiendo por la danza es que aunque la teoría me gusta mucho, sabía que si quería bailar no podía dejar pasar más tiempo. Lo más profesiona­l para mí finalmente fue el flamenco pero también trabajé como intérprete de danza contemporá­nea y de danza-teatro. Entretanto estuve dos años en Estados Unidos con un conjunto de flamenco y luego en Alemania y España. –¿En España formabas parte de una compañía?

–Sí, el Ballet Flamenco de Madrid. A la noche bailaba en los mejores teatros y durante el día en la calle, armando un tabladito con dos bailaores. Recorrí así toda España y a veces ganaba más dinero que en el teatro. Ya de vuelta en Buenos Aires estrené mi primera obra, en 2012, como director. Una obra que no contenía nada de flamenco.

–¿En qué consistía?

–Estaba basada en una novela de Alicia Steimberg, La loca 101, mejor dicho, en dos capítulos del libro. Mi obra se llamaba Considerac­iones acerca del animal doméstico. Es una novela de 1976, de la época de la dictadura. Me gustaría contarte algo: hacia la mitad de las funciones hicimos un homenaje a Alicia; ella, por su parte, también invitó a gente, habló, le llevamos flores, hicimos un brindis y yo por supuesto le volqué el vino encima –cosas que suelen sucederme–. Fue muy emocionant­e. Esa misma noche me mandó un mail contándome que estaba muy conmovida e invitándom­e a comer en su casa el sábado siguiente a la noche. Falleció al mediodía de ese mismo sábado.

–¿En esta obra estaban ya los rasgos que se vieron después en las dos siguientes?

–Sí. Ya estaba mi lenguaje, que llamo danza-teatro aunque entiendo que es simplement­e teatro. O mejor dicho, creo que la danza y el teatro son lo mismo. En estos últimos tres años volví al entrenamie­nto teatral con Ciro Zorzoli, y su trabajo es totalmente físico, casi coreográfi­co. Incluso lo uso mucho para trabajar con mis bailarines.

–Hablemos de tu reciente estreno: Gobernar es poblar. ¿Cómo nació?

–De dos lugares. Por un lado, en 2009 Alicia me mandó una carta, respondién­dome a algunas preguntas que yo le había hecho para mi primera obra. Me dijo que La loca 101 le encantaba pero que ya no le interesaba hablar de sus obras pasadas, y agregó: “No soy buena madre de mis hijos de papel”. Y luego siguió hablando de sus hijos y nietos de carne y hueso. Y después, porque le gustaba irse por las ramas, citó a Juan Bautista Alberdi. Parte de esto está en Gobernar es poblar. Por otro lado, tengo 38 años, nunca pensé en tener hijos y ahora que los niños florecen a mi alrededor por mis hermanas, mis primos, mis amigos, la pregunta aparece. Eran precisamen­te preguntas que Alicia me hacía: ¿tenés hijos, te gustaría tener hijos?

–¿Y respecto de Juan Bautista Alberdi?

– Sabía que era una calle cercana a donde vivo, poco más. Pero luego me interné en la Historia y en ese texto suyo que propone una construcci­ón de país abriendo las puertas a la inmigració­n. Sin embargo, Alberdi piensa en un obrero inglés calificado, con ansias de progreso, y se refiere a los españoles e italianos como inmigrante­s de segunda. Esto me pareció un aspecto interesant­e para abordar y que también relacioné con las ilusiones y expectativ­as de los padres respecto de sus hijos. Mi viejo decía: “Quisiera que Gustavo fuera abogado”. Y creo que todos los padres siempre proyectan algo. Me gustaba la metáfora de pensar a Alberdi como un “padre de la patria” desilusion­ado del país que finalmente le tocó.

–¿Encontrás algo en común entre tus tres obras?

–Creo que mis obras –las pasadas, las presentes y las futuras– están relacionad­as con la construcci­ón de una identidad, con el modo en que nos definimos, quiénes somos y cómo lo descubrimo­s.

 ?? CONSTANZA NISCOVOLOS ?? Actor y bailarín. “Creo que la danza y el teatro son lo mismo”, asegura Friedenber­g.
CONSTANZA NISCOVOLOS Actor y bailarín. “Creo que la danza y el teatro son lo mismo”, asegura Friedenber­g.

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