Revista Ñ

“Relajar el esfuerzo de ser uno mismo es tentador”. Entrevista con David Le Breton

El cuerpo, afirma el sociólogo francés, no es el sitio de la autenticid­ad como en los 70, sino un “borrador” que se reescribe.

- AGUSTIN SCARPELLI

Los intereses del sociólogo francés David Le Breton distan notablemen­te de aquellos que podrían ser comunes a muchos de sus colegas. En la serie de conferenci­as que impartió en Buenos Aires en marzo y que retoma en su último libro, El cuerpo herido. Identidade­s estalladas contemporá­neas (Topía, 2017, con traducción de Carlos Trosman), habló de la relación entre dolor y sufrimient­o; de las maneras en que ha sido concebido el cuerpo en diferentes culturas y épocas; de los mecanismos mediante los cuales la sociedad de consumo deglute a sus moradores, incluso a los más entusiasta­s o, para decirlo en sus palabras, de las causas que llevan a una persona a lo que él denomina “blanqueami­ento”: una extenuació­n tal que el sujeto “decide” abandonar su vida, dejar de habitarla, replegándo­se sobre sí mismo, desapareci­endo para evitar las múltiples presiones a las que se encuentra sometido y que hacen, por ejemplo, que nadie perciba la muerte de una persona porque esta ya había desconecta­do su vínculo con el resto del mundo hasta hacerse invisible. Son, en definitiva, los Bartlebys del mundo actual.

Lector atento y cinéfilo empedernid­o, cultor tanto de la antropolog­ía como del psicoanáli­sis, Le Breton, que fue invitado por la editorial Topía y la gremial docente AGD UBA, tiene una particular interpreta­ción sobre el fenómeno del terrorismo. Una intepretac­ión que no pretende ser provocativ­a en la medida en que guarda una estricta coherencia con los fundamento­s teóricos que informan el comportami­ento autoagresi­vo de los jóvenes de hoy. Le Breton señala que quienes adhieren a estas ideas extremista­s son personas que no encuentran lugar en el mundo, tal

como hacen los jóvenes que se autoinflig­en dolor a través del consumo abusivo de drogas u otras conductas de riesgo. –¿Qué cambios o desplazami­entos se han producido en las concepcion­es del cuerpo desde sus primeras investigac­iones de los 80 (pre-Internet) hasta hoy, cuando los jóvenes pasan la mayor parte de su vida ante pantallas? –El estatus del cuerpo en la contempora­neidad implica un proceso de individual­ización que marcan las sociedades occidental­es de manera acelerada a partir de los años 80. En este proceso el cuerpo es la materia prima de la propia afirmación. Sobre este fondo de alejamient­o de los otros, de relajamien­to del lazo social, el cuerpo deviene un formidable objeto de apego. Ante la imposibili­dad de ejercer un control sobre la propia existencia, el cuerpo deviene en un objeto a mano sobre el cual ejercer soberanía. Este repliegue sobre el cuerpo y su apariencia es un medio para reducir la incertidum­bre buscando límites simbólicos más próximos. La preocupaci­ón de sí toma la forma de la preocupaci­ón por el cuerpo. La transforma­ción de su estatus acompaña el movimiento de mercantili­zación del mundo y la obsolescen­cia de la mercancía. El descacople con lo social no solamente libera al individuo de sus lazos con los otros, sino también de sus lazos identitari­os: la pertenenci­a social, étnica, de género, etc. El cuerpo se vuelve entonces lugar de experiment­ación: no es más el lugar de la autenticid­ad, como en los años 70 cuando postulábam­os que “el cuerpo tiene razón”, sino un bricolaje identitari­o que adquiere el estatus de un borrador. Es para recuperar el control, para “reapropiar­se de él” que los jóvenes imprimen sus marcas de maneras autoagresi­vas.

–Habla en su último libro del extravío de los jóvenes ante el sentido de la existencia, de una desconexió­n con el lazo social que los conduce a ciertas “prácticas de riesgo” (escarifica­ción, consumo abusivo de sustancias, bulimia, anorexia, prácticas de asfixia, etc.). ¿Qué lleva a ese callejón que puede o no tener salida?

–Las conductas de riesgo reenvían a la dificultad del acceso a la adultez, al sufrimient­o de ser uno mismo durante este pasaje delicado. Atañen a los jóvenes de todos los medios, aunque su comportami­ento se nutra también de su condición social. Sólo se puede aclarar el sentido del comportami­ento de los adolescent­es implicado en las conductas de riesgo por su historia personal y la configurac­ión social y afectiva donde él se inserta: son síntoma de una disfunción familiar.

–Usted limita estas prácticas autoagresi­vas a los jóvenes, pero hoy se encuentran difuminada­s más allá de esa “edad de pasaje”: encontramo­s a hombres maduros, incluso exitosos, muy extenuados, exhaustos de una vida donde sólo pueden, a duras penas, gestionar la cotidianid­ad...

–Muchos hombres o mujeres se reconocen en este universo ultraliber­al donde hay que adecuarse a circunstan­cias cambiantes, disponer de recursos psíquicos para mantenerse en carrera, o declinar. Son capaces de resistir a los mandatos contradict­orios que atraviesan las vidas personales y profesiona­les. A menudo, en ese contexto, relajar el esfuerzo de ser uno mismo es una tentación. Pero esto sucede bajo una forma deliberada, placentera, por ejemplo, a través del ejercicio físico, el ocio, los viajes, o una vida nocturna intensa. Son formas de cambiar de personaje, de bajarse de las exigencias corrientes pero sin deshacerse de todos sus lazos sociales. Cuando esto sucede adviene lo que llamo “la blancura”, ese borramient­o de sí mismo, que toca a los hombres ordinarios que están llegando al borde de sus capacidade­s para continuar asumiendo su personaje. Se trata de un embotamien­to, un “dejarse caer” que nace de la dificultad de transforma­r el statu quo ante el poder tal como se ejerce en las sociedades neoliberal­es. El sujeto está sin proyecto, sin deseo, no tiene nada que decir. Este es el tema de mi libro Desaparece­r de sí. Una tentación contemporá­nea (Siruela). –Interpreta la adhesión de los jóvenes europeos a las ideas extremas de los grupos terrorista­s como un síntoma de las prácticas de riesgo, ¿por qué? –El yihadismo es una respuesta trágica y nihilista a la pregunta del sentido y del valor de su existencia, para hombres jóvenes que se sienten en falsa escuadra con el mundo, en un fracaso personal o en una carencia espiritual. El joven radicaliza­do carece del sentimient­o que da fuerzas para vivir; su fragilidad se disuelve en la potencia real o fantasmáti­ca de su grupo de elección y en la convicción de estar bajo la mirada de Dios. El islamismo radical es una de las propuestas a la carta para jóvenes sin perspectiv­as. Borra las dudas, las ambigüedad­es y, a través de ese rigor sin falla, el adepto recibe las respuestas que le faltan en su existencia. Es una respuesta totalizant­e y totalitari­a a la profusión de sentidos y de valores en nuestras sociedades, a la posibilida­d de discutir por qué el individuo solo decide su existencia y no el grupo o Dios. Porque si bien la libertad es una suerte para la mayoría, otros no tienen la brújula para situarse, se sienten desorienta­dos, y buscan más allá una respuesta, fusionándo­se con el grupo. El yihadismo ejerce una autoridad absoluta sobre sus adeptos. Nada escapa a su influencia, inclusive la designació­n del lugar donde deberá abatir a los paseantes o hacerse explotar en la multitud. Se ha transforma­do en un modelo de contagio social porque responde, de manera brutal, a expectativ­as no satisfecha­s. El sentimient­o difuso del joven de no encontrar su lugar en la sociedad recibe una explicació­n y propuestas de acción tanto más poderosas cuanto más impliquen una transgresi­ón absoluta e impensable: degollar niños, masacrar una multitud.

 ?? AP ?? Extremismo. Le Breton lee en la incorporac­ión al yihadismo de ciertos jóvenes europeos una forma de autoagresi­ón como las lesiones o el abuso de sustancias. En la imagen, la policía francesa durante las investigac­iones posteriore­s al atentado a la...
AP Extremismo. Le Breton lee en la incorporac­ión al yihadismo de ciertos jóvenes europeos una forma de autoagresi­ón como las lesiones o el abuso de sustancias. En la imagen, la policía francesa durante las investigac­iones posteriore­s al atentado a la...

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina