Revista Ñ

Apuntes al margen de una vida

Textos inéditos de Cabrera Infante. El autor de “La Habana para un infante difunto” recogió durante años anotacione­s de diversa índole que guardaba en un sobre titulado “El cartucho”. Adelanto exclusivo.

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La realidad son siempre los otros. Aun los del otro lado de la página. Sobre todo los del otro lado. Nunca me reconozco ni en los espejos ni en foto. Hay una imagen ideal mía que no aparece por ninguna parte. Quisiera verme como me ven, pero eso, lo reconozco, es perfectame­nte imposible. Donde dije perfectame­nte podría decir imperfecta­mente. No me veo, me ven los otros.

Tengo amigos escritores que resienten que no los alabe. La verdad es que no escribo de ellos porque la amistad me impide que les haga justicia. Es decir que los ataque.

La violencia pura no hay que buscarla en las novelas de crimen y misterio, sino en los libros de historia.

Los libros pueden dividirse en ladrillos y pájaros, los ladrillos se te caen de las manos y los pájaros pasan las páginas solas.

Hay quienes hacen frases, yo prefiero hacer palabras.

Las palabras descubren pero también sirven para cubrirlo todo.

Destino a mi gavetero todas mis páginas fallidas. Ese mueble es un archivo expiatorio.

Sin miedo a los autos pero con miedo a los conductore­s.

Hay quien no miente sino que elabora formas diversas de la verdad.

La vida no es más que un pretexto, la memoria es el texto.

La Habana, qué duda cabe, es el centro de mi universo. Es más, es mi universo: una nebula clara. Recordarla es un viaje por la galaxia.

Escribir, lo que hago ahora, no es más que una de las formas que adopta la memoria. Lo que escribo es lo que recuerdo –lo que recuerdo es lo que escribo.

El pasado sólo existe para ser reproducid­o en un libro.

La metáfora es una llave no en busca de una cerradura sino de una abertura.

El estilo no es más que la revelación del límite. Algunos escritores llegan al borde de su talento enseguida (Franz Kafka por ejemplo), a otros les toma una vida. Cuando un escritor no escribe firma autógrafos –o manifiesto­s.

Hay que condenar a los totalitari­smos desde una posición moral hacia la política y no, como se hace a menudo, desde una posición política.

Las tiranías cuando sucumben dejan un enorme pasado y ningún futuro. Sólo el presente es creador.

Un escritor no es un descubrimi­ento, una invención, un escritor es un proceso y estos escritores de que hablo y voy a hablar tuvieron su veredicto en Cuba pero fueron procesados en el exilio, esa fábrica de artistas.

Si la isla era la condena, el exilio sería el proceso y la historia, como siempre, sería el veredicto.

El exilio puede ser un dolor de cabeza. Pero también lo es la guillotina.

No hay más que dos sabidurías en la vida. Saber cuándo llegar y cuándo irse.

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