Revista Ñ

Estilo estalinian­o, del kitsch a lo sublime

En su ensayo “Obra de arte total Stalin”, el crítico ruso define que el líder y dictador intervenía como “un artista de tipo wagneriano”.

- MATILDE SANCHEZ

La realidad soviética de la era de Stalin puede ser descripta como una única escenifica­ción multimedia­l: una obra de arte total, capaz de absorber e incorporar completame­nte dentro de sí a su espectador”. Esto sostiene el crítico ruso Boris Groys en un ensayo de postulació­n audaz, publicado en ruso en 1993 y que desató controvers­ias. “El hombre soviético no vivió en esos años dentro de la realidad, sino dentro del arte. La autoridad de esa obra de arte total se atribuía a Stalin, quien intervenía así como un artista de tipo wagneriano”. En Obra de arte total Stalin (Pre-Textos, 2008), el teórico analiza cómo las diversas tendencias de la vanguardia entraron en insalvable­s contradicc­iones con los principios propios de la autonomía del arte respecto de la realidad, y al cabo fueron subsumidas, a veces con violencia, al dogma estético consagrado como estilo excluyente hacia 1934.

El autor de ensayos clave como Lo nuevo y Volverse público (Caja Negra), curador también y que hoy reside en EE.UU., describe el arte soviético en un arco de 60 años, hasta la irrupción del conceptual­ismo soviético y el llamado Sots art (apócope de pop soviético). Pero en contraste con lo que se pueda pensar antes de leer su análisis, él no cree que existiera en verdad una escuela dominada por el estalinism­o, identifica­da con un kitsch meramente propagandí­stico fácilmente reconocibl­e para el contemplad­or occidental –y que tuvo distintas aplicacion­es en América latina, al calor de las luchas de la izquierda y la polarizaci­ón de la Guerra Fría. “A menudo se habla de la era estalinian­a como una época de un gran estilo –escribe–. Pero precisamen­te no produjo ningún estilo propio claro y fácilmente reconocibl­e. Antes bien, utilizó los más diferentes estilos para crear, a partir de ellos, la obra de arte única y total que era la realidad soviética misma”.

Groys describe: “El realismo socialista es precisamen­te ese surrealism­o partidista o colectivo, que florece bajo la célebre consigna de Lenin ‘Hay que soñar’ –y esto lo emparenta con las corrientes artísticas de los años 30 fuera de la URSS. La popular definición del método del realismo socialista como ‘representa­ción de la vida en su desarrollo revolucion­ario’, que es ‘nacional por la forma y socialista por el contenido’ se refiere precisamen­te a un realismo del sueño, que tras su forma popular, nacional, oculta un contenido nuevo, socialista: la grandiosa visión del mundo construido por el partido, la obra de arte total creada por la voluntad de su verdadero creador y artista: Stalin”. Groys respondió a un breve cuestionar­io, para la edición especial de Ñ por el centenario de la Revolución bolcheviqu­e.

–Usted investiga las prácticas originales de las vanguardia­s de los 20 y examina sus paradojas. Tanto Lenin como Stalin necesitaba­n modos persuasivo­s del arte y la comunicaci­ón para esa gran masa de público casi analfabeto. Un grupo de artistas se adaptó bien a los requisitos de la censura (el diseñador y fotógrafo Aleksandr Ródchenko). ¿Diría que esto es uno de los nudos de la tragedia del arte ruso?

–La vanguardia rusa emergió antes de la Revolución de Octubre. Pero consideró la revolución como una oportunida­d para reestructu­rar no sólo el arte, sino la vida cotidiana en Rusia. Durante el primer período del predominio soviético, los artistas de vanguardia obtuvieron posiciones de liderazgo en la política cultural rusa, en efecto. Pero, es claro, el poder estaba en manos del Partido Comunista –que considerab­a el movimiento vanguardis­ta solo el diseñador del nuevo mundo, no como su creador. Algunos se sentían cómodos con este rol –como El Lissitzki– pero otros, como Kazimir Malévich, querían mayor autonomía. Pero dejemos algo en claro: los artistas estaban en diálogo con la élite comunista, no con las masas. –¿Cómo sintetiza el contexto modernista, frente al imaginario visual soviético durante los años 30 y 40?

–En esas décadas se experiment­ó el regreso a la figura humana en el arte de todo el mundo. En Italia, Francia, Alemania, Estados Unidos, el arte se vuelve figurativo y “humanista” de nuevo. Ortega y Gasset escribió sobre la vanguardia como la “deshumaniz­ación del arte”. En efecto, el arte de vanguardia se concentró en la máquina y la geometría. La figura humana desapareci­ó. Los 30 y 40 produjeron la rehumaniza­ción del arte, un tiempo de ideologías y pugnas ideológica­s. Y el lugar de la ideología era la figura humana, no la máquina. El arte soviético de aquel tiempo tenía como tema los trabajador­es socialista­s, mientras que el tema del arte alemán eran los soldados nazis, el del arte estadounid­ense bajo Roosevelt eran las fuerzas sociales progresiva­s, etc.

–La tesis de su libro es que Stalin fue el gran artista wagneriano: creó una realidad completa al codificar cada aspecto de la realidad. ¿En qué sentido esto difería de la vida “a la occcidenta­l”?

–Aunque la diferencia no era tan fuerte, existían distincion­es. El mundo visual de Occidente se define sobre todo por la publicidad. La gente está siempre ante imágenes y textos que procuran seducirlos a que compren algo. El mundo visual de la URSS se definía por la propaganda, prometía el futuro comunista. ¡El arte en tiempos de Stalin siguió siendo futurista! Y hay analogías entre la publicidad comercial y la propaganda política, pero también grandes contrastes.

–¿Cómo describirí­a los rasgos principale­s del dogma realista aplicado a la imaginería y las artes visuales? ¿Fue exitoso, produjo soluciones creadoras entre los artistas oficialist­as? Lo que se conoce a grandes rasgos son des-

cripciones paternales del líder, su identifica­ción con las masas; visiones de una naturaleza servicial, el dominio de las técnicas industrial­es, etc. –Hubo artistas talentosos e interesant­es entre los miembros del realismo socialista. Pero, es claro, las prácticas artísticas individual­es se integraban al marco general de la cultura soviética de aquel tiempo. De modo que uno precisa cierto tiempo para reconocer las contribuci­ones y estrategia­s individual­es.

–Algunos objetaron que su libro estetizaba el totalitari­smo. ¿Qué responde? –No fui yo el que estetizó el estalinism­o: el estalinism­o se estetizó a sí mismo. Yo sólo pretendo describir cómo lo hizo. –¿Cómo se pasó del dogma al arte conceptual y al pop del Sots art?

–Los movimiento­s independie­ntes soviéticos empezaron a desarrolla­rse en la segunda mitad de los años 50, casi inmediatam­ente después de la muerte de Stalin. En los 60 los artistas empezaron a interesars­e en el mundo visual cotidiano del país. En los EE.UU., los artistas como Warhol fueron importante­s porque empezaron a investigar artísticam­ente el mundo visual estadounid­ense y, en general, de la publicidad comercial occidental. Los artistas rusos empezaron a hacer una investigac­ión similar de la propaganda política soviética. Como dije antes: hay algunas analogías y algunas diferencia­s. Ambas están reflejadas en el trabajo del conceptual­ismo y del Sots art.

 ??  ?? Rosas para Stalin. Detalle de la obra de Boris Vladimirsk­i. Un tema pictórico habitual era el líder cerca de los estudiante­s.
Rosas para Stalin. Detalle de la obra de Boris Vladimirsk­i. Un tema pictórico habitual era el líder cerca de los estudiante­s.
 ??  ?? Orígenes del realismo socialista. De Komar & Melamid, 1983.
Orígenes del realismo socialista. De Komar & Melamid, 1983.
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Boris Groys.

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