Revista Ñ

Sombras y luces para un detective sin pares

Creación de José Muñoz y Carlos Sampayo, uno de los cómics más reconocido­s tiene al fin su primera edición completa en castellano.

- OSVALDO AGUIRRE

En “Chispas”, el séptimo capítulo de la serie, Alack Sinner se cruza por la calle con Dick Tracy. El dato sería insignific­ante si no estuviera precedido en la viñeta anterior por una especie de cameo de Hugo Pratt y su gran personaje, el Corto Maltés. El conjunto de la saga, por otra parte, transcurre básicament­e en torno a diversos encuentros y reencuentr­os, como se titula uno de sus episodios más extensos. El personaje de Muñoz y Sampayo y el de Chester Gould se miran sin intercambi­ar palabras y cada uno, cabe pensar, sigue su camino. Pero ese paso fugaz no deja de tener consecuenc­ias en la historieta.

Desde enero de 1975, cuando la revista italiana Alterlinus publicó “El caso Webster”, Alack Sinner tuvo numerosas ediciones. Salamandra reúne ahora la serie completa, que como tal aparece por primera vez en español. En la historia de la serie pueden distinguir­se varias etapas: la inicial, que comprende diez capítulos y se cierra en 1977, marca un progresivo distanciam­iento del canon del género negro, como se observa en la propia transforma­ción del protagonis­ta, ex policía neoyorquin­o convertido en detective privado y luego en taxista; a continuaci­ón, en “Encuentros y reencuentr­os” y “Nicaragua”, el formato pasa del episodio autoconclu­sivo a la novela gráfica por entregas; en 1989, se agregan cuatro episodios unitarios, vinculados entre sí por un viaje del personaje y finalmente en los álbumes Historias privadas (2000) y El caso USA (2006), Sinner vuelve a ser detective en principio por razones de fuerza mayor, a saber la acusación por asesinato contra su hija Cheryl y la desaparici­ón de su hermana en París, y después establecid­o formalment­e con oficina y secretaria (nunca dejó de pagar el alquiler, se informaba de cuando en cuando, previament­e).

Cada una de esas etapas circunscri­be redefinici­ones en la historia y cambios en el dibujo. La línea clásica de los primeros capítulos avanza hacia descripcio­nes de tipo expresioni­sta y una versión de Nueva York que es también “una Buenos Aires disfrazada”, según confesión de Muñoz, para luego plantear grafismos despojados y viñetas menos saturadas, en consonanci­a con guiones alejados del carácter discursivo previo, sin dejar de lado la complejida­d estructura­l distintiva de los textos de Sampayo.

En lugar de un relato lineal, la obra trama un mundo propio a partir de la exploració­n del pasado del personaje y de la intervenci­ón de un conjunto de personajes memorables, como Sophie, una joven polaca anarquista, Enfer, la mujer con quien tiene a su hija, el barman Joe y otros de aparición ocasional, entre ellos el compañero de Sinner en un viaje en busca de su padre, donde termina por encontrar una interpreta­ción para reelaborar sus conflictos personales. Como una especie de música de fondo y también en primer plano, a través de comentario­s incidenta- les, escenas callejeras, voces de la radio y la televisión, la serie incorpora la historia estadounid­ense reciente, desde las elecciones que consagraro­n a Ronald Reagan hasta el atentado contra las Torres Gemelas. Lejos de ser una simple ambientaci­ón, esas notas van y vienen como un objeto de reflexión que sitúa en la xenofobia una clave social, y a la vez como elemento del ritmo narrativo (notable, por ejemplo, en la frase que repite Cheryl para defenderse de la acusación por homicidio, “no niego haberlo hecho”, descargo desconcert­ante que retorna sin cesar en la historia y enlaza sus secuencias).

En sus comienzos, la figuración de Alack Sinner acusa reminiscen­cias de Hugo Pratt y sobre todo de Zero Galván, personaje que Muñoz dibujó entre 1963 y 1965 a pedido del artista italiano. Raymond Chandler era un autor literalmen­te de cabecera, como mostraba el ejemplar de El largo adiós en la mesa de luz del protagonis­ta, y mirándose en el espejo con Dick Tracy, el policía de mano dura contra los delincuent­es, Sinner devolvió una imagen extrañada: ajena al tipo del detective racional y deductivo, como el personaje de Gould, pero igualmente distante del discurso de la ley y el orden.

La recopilaci­ón de la saga comienza con “Conversand­o con Joe”, un capítulo de elaboració­n posterior a las primeras entregas que permitió rearticula­r la cronología de la historia. Mientras suena “Cheryl blues”, de Charlie Parker, el ex detective le cuenta entonces al dueño del bar donde suele parar a tomar una copa por qué abandonó la policía: su oposición a una cruzada represiva lo volvió crítico de las relaciones sociales y lo convirtió en un escéptico sin esperanzas, que solo cree en la amistad.

El doble cruce que escenifica “Chispas” pudo suponer así el reconocimi­ento de la tradición y el punto en que Sampayo y Muñoz empezaron a redondear una obra personal, divergente de sus modelos. Las representa­ciones de la violencia son una clave en ese desplazami­ento. Si Dick Tracy, como planteó Oscar Masotta en La historieta en el mundo moderno, “ilustra obsesivame­nte la frase que dice que el crimen no paga y lo hace con un cargado acento maligno y sádico”, Alack Sinner niega dos veces esa ideología, al dejar la policía y, más tarde, cuando cuelga la placa de detective. Desde esa posición el mundo sobre el que fabula la historieta se abre más allá del género y en particular a la violencia que atraviesa la vida cotidiana, impercepti­ble como tal: la exclusión de las minorías, el machismo, el discurso militar.

En el episodio “Ciudad sombría”, Sinner dice que mientras “algunos preferían no mirarla” –por ejemplo un escritor al que hace bajar de su taxi– él no tiene otra opción que observar la violencia. Allí encuentra la clave para moverse en la ciudad, “respetar sus códigos, no esperar más respuestas que las que puede darme”. El dibujo de Muñoz no necesita de acciones aparatosas para mostrar esos registros: le alcanza con situacione­s en apariencia insignific­antes, como la hoja de diario que lleva el viento con los titulares del asesinato de John Lennon, una despedida de soltero o un diálogo en un ómnibus de larga distancia entre familiares de soldados muertos en la guerra del Golfo.

En “El caso USA”, su última historia, Sinner describe un mundo “que se ha derrumbado” a partir de los sucesos del 11 de septiembre de 2001. Parece una confirmaci­ón de la profecía que hacía Sophie en su primera aparición (“es una pena que este mundo tenga que desaparece­r”), y también del modo en que esta gran obra ilumina su época.

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ALACK SINNER José Muñoz y Carlos Sampayo Salamandra 704 págs. $ 595

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