Revista Ñ

El costado más turbio del paraíso

“Big Little Lies” ubica el mundo escolar bajo la lente de un thriller policial que desnuda los lugares comunes.

- SANTIAGO BARDOTTI

Es seguro que Big Little Lies es el policial que muchos consumidor­es de series estaban esperando. Potente, ágil, adictivo, muy bien filmado, un guión mordaz, provocador, evocador y con muchos estratos de lectura. Hay un asesinato en la primera escena y hay un asesino develado en el final; y esto lo sabemos desde el inicio. No sabemos quién es la víctima. No importa. O lo sabemos y tampoco importa. En esto podría ser una tragedia: está todo dado y es inevitable. Incluso hay un coro cuya función es la de horrorizar­se por aquello que está por venir, por anticipar la desmesura de los héroes (en este caso, las heroínas). Pero no es una tragedia en sentido clásico aunque ocurran eventos muy horribles. Es más, la gran mayoría del tiempo es una comedia negra llena de actuacione­s paródicas y sobresalie­ntes. Una comedia que tiene la estructura del chisme, los prejuicios y las habladuría­s. No es menor el logro de mostrar cómo las buenas intencione­s, las causas nobles y ser políticame­nte correcto puede esconder el mal (lo que no quiere decir para nada que lo contrario sea el bien; más bien al contrario).

Es una gran idea la de meter en una sala de interrogat­orios policial a un montón de padres y madres de colegio para hablar mal de los otros padres y madres. Ese es el coro. Mientras tanto las heroínas, las madres con dinero (más dinero) y protagonis­tas de la escena social (el mundo de la escuela) llevan adelante sus asuntos personales (que solo pueden llevar a lo peor). Además, como dice uno de los interrogad­os: “están los maridos”. Da placer ver a los machos aquí siendo “el hombre que siempre hay detrás de una gran mujer” (y no a la inversa). Este mismo personaje del coro dice: “yo creo que las mujeres están biológicam­ente imposibili­tadas para perdonar”. Por supuesto que es un gran prejuicio ese que dicta que las mujeres no pueden perdonarse unas a otras. Es el gran prejuicio que como espectador­es nos hace desviarnos del asunto (allí está la sagacidad del director y el guionista para hacer evidentes nuestros puntos ciegos). Pero es también verdad que aquí se trata de lo imperdonab­le.

La serie de HBO lleva el nombre de la novela homónima de la australian­a Liane Moriarty a quien Nicole Kidman fue a ver personalme­nte para obtener los derechos luego de leer la novela en una noche a instancias de Reese Witherspoo­n (el rostro eternament­e joven de la comedia Legalmente rubia). Witherspoo­n juega con su propia imagen de rubia superficia­l que aquí se ha convertido en la mamá ideal que de alguna manera lleva la voz cantante. Laura Dern, actriz fetiche de David Lynch, tiene aquí un papel perfecto como antagonist­a. Respecto a Kidman, la crítica apuesta a que se llevará muchos premios por su caracteriz­ación. Quien fuera unas de las mujeres más bellas del planeta ahora actúa el papel de una mujer hermosa en serios problemas. Hay ecos intenciona­les en muchas escenas de Ojos bien cerrados, la última película de Stanley Kubrick que ella protagoniz­ó junto a Tom Cruise, su marido por aquel entonces. La geografía fue trasladada desde Australia a la costa california­na de Monterrey. Los beatnik segurament­e estarían horrorizad­os de ver en qué centro de frivolidad se ha transforma­do su querido Big Sur. De todas maneras, el mar es omnipresen­te y en cualquier momento puede arrasar con todo.

Está el mundo de los padres y está el mundo de los niños. Hay un crimen en el inicio y hay también otro crimen que olvidamos. Resolviend­o uno resolvería­mos el otro pero lo descartamo­s como cosa de chicos (en verdad, se resuelve como si los adultos fueran chicos). Como siempre, vemos pero no podemos ver. La serie fue dirigida por el director franco canadiense Jean-Marc Vallée (las películas Dallas Buyers Club, Wild y C.R.A .Z.Y. como sólida carta de presentaci­ón) y fue concebida y filmada como un filme en siete episodios. El crimen sucede en un baile de disfraces en que todos vestían como Elvis y Audrey Hepburn. Hay un mensaje en la imagen de estos dos íconos que de seguro es otro misterio por descubrir.

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Grandes mentirosas. Shailene Woodley, Reese Witherspoo­n y Nicole Kidman, protagonis­tas.

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