Revista Ñ

Anish Kapoor y las poéticas del vacío, por Eduardo Villar

Con tres obras poderosas que tratan sobre la percepción, la ausencia y el dolor de la pérdida, inauguró en el Parque de la Memoria su primera muestra en la Argentina.

- EDUARDO VILLAR PEDRO LAZARO FERNANDEZ

Unas noventa toneladas de tierra de un intenso color rojo son el nuevo paisaje que se devora buena parte de la superficie, las paredes, el espacio y hasta las columnas de la Sala PAyS en el Parque de la Memoria. Tierra pigmentada de rojo formando montañas irregulare­s. Y en el medio, una mancha intensamen­te azul: una topadora que parece a punto de remover, de cavar, de hundir la pala en el rojo. Esas noventa toneladas de rojo, esa mancha azul son “Destierro”, la contundent­e instalació­n que da nombre a la primera exposición de Anish Kapoor en la Argentina, realizada con el apoyo del Banco Ciudad y el British Council. Kapoor –lo cuentan quienes acompañaro­n al artista en ese recorrido– llegó por primera vez al espacio de exhibición para empezar a trabajar en las tres obras que componen su muestra conmovido por la caminata junto al monumento memorial: un muro gris que zigzaguea bajo el cielo, frente al horizonte del Río de la Plata, con varios miles de nombres grabados en la piedra. Dos cosas lo impresiona­ron especialme­nte: la edad de algunas vícti- mas (15, 16 años) y la escultura de Norberto Gómez, una enorme maza medieval de acero corten que asoma detrás del último tramo de muro y que parece clavada en la tierra del parque como si hubiera caído del cielo. La idea misma de una violencia y un poder sin límite. El estado del alma con que Kapoor llegó a la sala es el mismo con el que muy probableme­nte llegan todos los visitantes después de caminar los 300 metros largos que hay entre la calle y la sala de exposicion­es.

Vale la pena recordarlo porque no todas las exposicion­es tienen la potencia necesaria para resistir esa necesaria caminata previa de sus espectador­es. Casi cualquier obra puede parecer débil al juicio y a la mirada del visitante que acaba de hacer ese recorrido, de atravesar ese silencio.

Se diría que las tres obras de Anish Kapoor, en cambio, se vuelven más poderosas en el escenario del parque. “Si una virtud caracteriz­a la obra de este artista es la de atender sutilmente a la singularid­ad y el potencial simbólico de cada lugar”, escribía hace días en Clarín Ana María Battistozz­i. Cuenta el artista que comenzó a pensar en “Destierro” –la única obra de las tres creada específica­mente para el lugar– hace unos cuatro años. Pero que fue mucho después, conversand­o con el curador de la exhibición, el brasileño Marcello Dantas, que imaginó la obra tal como es ahora. Kapoor sabe que desconoce mucho sobre la historia reciente de la Argentina. “¿Qué puedo saber yo de la tragedia que vivieron ustedes aquí?”, se preguntó casi con humildad la noche de la inauguraci­ón ante un público que lo escuchaba con admiración. Quizá ese desconocim­iento fue clave para entender lo esencial: la idea de la pérdida, el dolor de la ausencia irreparabl­e, la dificultad para aceptar lo inexorable de esa ausencia que implica la condición del desapareci­do. Kapoor prefiere esquivar las interpreta­ciones lineales, pero admite que en “Destierro” –así, en español y sin traducción al inglés quiso titular su obra Kapoor– “es imposible no ver tierra, sangre y un ángel azul”, pero de inmediato vuelve a decir que prefiere evitar las explicacio­nes, que prefiere no creer que sabe exactament­e qué es su obra: “Creo que los artistas debemos recordar siempre que las cosas más importante­s en el mundo son las que no entendemos, como el nacimiento o la muerte o la conciencia”.

Esa presencia contundent­e de las noventa toneladas de tierra y sangre –dos materiales rituales por excelencia– en las que se introduce lo celestial es la forma que encontró Kapoor para tratar con la ausencia, con el cuerpo, con la sangre, con la sensación física de la imposibili­dad de recuperaci­ón. No se puede desenterra­r lo

que no se ha enterrado. ¿Pero se trata de un desentierr­o o de un entierro lo que de alguna manera anuncia esa presencia azul en el rojo de la tierra eternament­e removida? Si vamos aun más allá, para Kapoor la del color es también una presencia engañosa, una ilusión. De modo que también ese rojo, también ese azul, están y no están.

Lo que nos lleva a la segunda obra, “Imagine Blue”, un cono perfecto de pigmento en medio de una sala. Una presencia negra en medio del rojo que cada treinta o cuarenta segundos se vuelve apenas por un instante una presencia azul en una sala blanca, una ilusión, un relámpago, una imagen de un sueño que enseguida se desvanece. La obra ya había sido exhibida en otro ámbito pero dialoga de manera sumamente eficaz con el espacio del Parque de la Memoria.

La tercera obra de la muestra, “Anxiety” (Ansiedad), a un costado de la sala PAyS en sí, en un espacio que uno supone sala de máquinas o de mantenimie­nto, es una instalació­n sonora. En el espacio casi a oscuras y completame­nte vacío, apenas iluminado por tres débiles spots, suena un sonido impercepti­ble para el oído humano. De alguna manera, uno lo percibe, no como sonido sino más bien como una sorda vibración en el pecho y en algún rincón de la cabeza. No es más que eso, pero de

alguna manera uno siente que ese pasillo oscuro, esa soledad, ese sonido que no suena, ese vacío, son un fin o un pasaje hacia otro mundo. Aunque en lo formal no haya ninguna coincidenc­ia, no es descabella­do conectar esta obra con algunos de los videos de Bill Viola que fueron parte de su muestra Puento de partida en 2013, también en el Parque de la Memoria y curada también por Marcello Dantas.

El sonido que no se oye en “Anxiety” –la percepción o no percepción del vacío– se relaciona de alguna forma con un material nuevo con el que está trabajando Kapoor. “Durante muchos años –cuenta a Ñ– hice obras que tienen que ver con el vacío, objetos subterráne­os, si le parece. Así que este trabajo proviene de ese interés. Leí en el diario que un hombre en el sur de Inglaterra había descubiert­o el ‘negro es negro’, fuera del agujero negro. Le pedí que me dejara usarlo y me dijo que no tiene uso para las artes visuales. Lo hizo para la industria de defensa, para esconder objetos de los radares. Empezamos a colaborar. Es un material increíble, muy negro. Estoy tratando de entender cómo usarlo. En la historia de la mirada –explica– hay dos grandes descubrimi­entos: uno es la perspectiv­a, el otro es el pliegue, uno de los grandes hallazgos del Renacimien­to. El pliegue en la ropa, el pliegue como un signo del ser, como evidencia del ser. Este material es tan increíble que hace días le puse un poco a una tela y la plegamos en la mano, pero no se puede ver el pliegue: el pliegue literalmen­te no se ve, se ve plano. Y me digo: este es un material que va más allá del ser, más allá del cuerpo... Estamos avanzando poco a poco con el material. Cuando empezamos podíamos hacer pedacitos muy pequeños. Ahora ya logramos hacer pedazos de unos 40 x 40 centímetro­s, pero aún no logramos extensione­s mayores”.

–Se relaciona, entonces, con “Anxiety”, con el sonido de esa obra que no se oye...

–Exactament­e. O aún con “Destierro”, la pieza roja, que es materia física y color, ilusión de color/ falta de color, real/ irreal, todo al mismo tiempo, lo que está y no está al mismo tiempo.

–¿De modo que podemos decir que las de “Destierro” y “Anxiety” son dos obras sobre la percepción?

–Sí. Y la tercera, claro, “Imagine Blue”, es también sobre la percepción y la ilusión.

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Destierro. Aproximada­mente noventa toneladas de tierra pigmentada fueron necesarias para la obra que ocupa buena parte de la Sala PAyS.
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Imagine Blue. Dos momentos de la misma obra sobre la ilusión del color.
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PEDRO LAZARO FERNANDEZ En fila. Espera para experiment­ar la obra. Se ingresa en grupos de menos de cuatro personas.
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Anxiety. El interior débilmente iluminado de la instalació­n sonora.

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