Revista Ñ

Desde el más allá

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Sed de mal (1958) fue uno de los tantos proyectos de los que Orson Welles fue excluido. Luego de dejarlo escribir, dirigir y protagoniz­ar la película (gracias a la insistenci­a de Charlton Heston), los ejecutivos de Universal quedaron tan horrorizad­os con el primer corte del filme, que intervinie­ron y expulsaron definitiva­mente al director de la producción. Welles escribió entonces un memorándum de cincuenta páginas –que el estudio ignoró por completo–, donde dejaba precisas instruccio­nes para la edición de la película. El documento decía, entre otras cosas, que la toma inicial de la película no debía tener títulos sobreimpre­sos, algo muy raro para la época.

La película fue luego reeditada en 1998, esta vez sí, siguiendo al pie de la letra las instruccio­nes de Welles. El editor Walter Murch recuerda que vio entonces la genialidad del director: la presencia de títulos en ese ahora icónico plano secuencia del cine negro despojaba a la escena de todo suspenso. El espectador sabe que hay una bomba en el auto, pero los títulos son un indicio de que todavía no va a explotar. Con esta simple pero fundamenta­l idea, Orson Welles demostró ser un gran cineasta, como dice Murch, “incluso desde la tumba”.

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