Revista Ñ

Lecturas: Cuatro maneras de anochecer, poemas de Fernando Kofman

Con toques a veces narrativos, a veces ensayístic­os, los versos transparen­tes de Fernando Kofman incursiona­n en la naturaleza, el cine o la filosofía y destilan una iluminació­n sin adornos artificial­es.

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Los pájaros

Caminamos a medianoche hasta nuestro hotel, y en el sendero de piedras y barro nos recibe el trino de un pájaro.

Son doscientos metros sin faroles ni otras luces.

Los árboles en galería nos acompañan. ¿Estamos en una película de Hitchcock? pregunta mi mujer.

Y sí. Más o menos.

Mi débil linterna Ilumina un sapo, una rata de campo, piedras redondas como la calva de un magistrado.

La penumbra no trae otros pájaros. Sólo esta letanía, que me descubre que hay pájaros que no duermen. Son los que instalan una película de terror donde menos lo pensamos, en el corazón de unas vacaciones.

(inédito)

Cariátides

Lo que muestra el “Diccionari­o de Deleuze” en sus veinte minutos de emisión, es que su lenguaje, sus sinuosidad­es, sus silencios, se aproximan a la poesía.

Lejos de lo enfático del desarrollo discursivo, propio de los jefes de Estado, donde no hay pausas, ni dudas, él se muestra como esas cariátides de la avenida Belgrano que cargan sobre sus hombros, un gran edificio.

Las cariátides están opacas, por el paso del tiempo, y lo que dice este pensador también es opaco.

El ensayo está haciendo crujir la poesía, como a un vestido al que se le reviertan las costuras.

Cuando se apagan las luces

¿Adónde van todas las lágrimas que se contienen en un cine, en la penumbra? Ni idea. Terminó la película, vuelven las luces. No hay rostros desencajad­os.

Me asombra el aplomo, el control de las emociones. Porque varias películas en distintos años nos mostraron que nuestra vida fue una noche y sin aire.

Pero parecemos ingleses. No hay que lavar la ropa en público, y menos mostrar las emociones. Los que cultivan el desaliento hay que Ignorarlos. El pueblo se merece alegrías.

Pero mi inquietud no es un afán estadístic­o. Saber si esas lágrimas conformaro­n un río o un arroyo. Es más sencillo. Es acercarme a la intimidad de cada cuarto, cada noche, con sus lágrimas rumiando un naufragio.

(inédito)

Aufgang

En una reseña encuentro una palabra que te trae, “aufgegange­n”: brotó. Para mí tu apellido siempre fue: subida o elevado. Y así fue tu regalo: dejarme parte de tu biblioteca, que protejo.

Los años juveniles se los tragaron los años hitleriano­s, como vos me decías. Por eso tanto leo a la Escuela de Frankfurt. Me enseñaste a pensar el país como un extranjero,

Tal como el viaje que hicimos a Posadas en un Fiat 600. Llevó días, pero fue un camino que nadie tomó.

No has partido porque siempre estás conmigo. Al revisar algún libro siempre emerge tu letra. No seguí el mandato kafkiano: no quemé nada.

Gran parte del país quemó a la otra parte. Tu voz supera a los incendios. Llega con la noche.

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ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

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