Revista Ñ

Un debate abierto

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El libro de Ezequiel Adamovsky y Esteban Buch La marchita, el escudo y el bombo. Una historia cultural de los emblemas del

peronismo, y la entrevista de Alejandra Varela al primero de ambos autores (Ñ 702, 11/03/2017, p.

10) me impulsaron a escribir un aporte publicado en una edición posterior (Ñ 706, p. 29). Ahora, la aparición de un artículo de Ezequiel Adamovsky en el número reciente de la Ñ (716) y la celebració­n del Día de la Bandera Argentina, este martes 20 de junio, aniversari­o del fallecimie­nto de Manuel Belgrano, prócer y creador de la Insignia Nacional, me impulsan a escribir ideas que por razones de espacio entonces reservé. Aquella vez sostuve la importanci­a de considerar, además de la liturgia peronista, la teología implícita. Basándome en una pintura de Daniel Santoro hablé de la imagen del Padre (Perón) cuyas manos descienden del cielo transporta­ndo un número 3 (portador consagrado del carisma de la Tercera Posición, “ni yanquis ni marxistas, peronistas”). Evita (entidad femenina mediadora, abanderada de los humildes) lo recibe para distribuir­lo a los trabajador­es (Pueblo de Dios). También me referí a La Marcha Peronista, las variantes no difundidas, y sus funciones sociológic­as en la demarcació­n de los conceptos de El Líder, el enemigo y La Lealtad. Ahora quisiera agregar las reflexione­s postergada­s. La fotografía de la página 94 del libro de Adamovky y Buch presenta a Oscar Ivanissevi­ch, importante figura del peronismo primigenio, vestido de traje, sosteniend­o un bastón oscuro frente a un grupo de jóvenes y algunos mayores, todos uniformado­s, dispuestos en círculo rindiendo homenaje a Belgrano, vencedor de la Batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1948, durante la Semana de la Juventud, en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Como parte de los festejos habría una Marcha de las Antorchas y sería lanzada al público la canción titulada La

Marcha Peronista. Los jóvenes y mayores de la foto hacen converger varas blancas hacia un fuego común, situado encima de sus cabezas. Hacia el fuego también dirige Ivanissevi­ch el que podemos interpreta­r como bastón de mando. Y de ahí parten mis reflexione­s. La escena de este ritual patriótico me hizo recordar secuencias filmadas de jóvenes que aproximan las banderas de sus agrupacion­es a una bandera que der Führer (el Caudillo) sostiene manchada de sangre de jóvenes mártires de un crimen perpetrado por los comunistas. El líder toca con esa bandera las banderas de los jóvenes, una a una. A la performanc­e le subyace, en mi interpreta­ción, la idea de la consagraci­ón de objetos y la trasmisión del carisma del sacrificio sublimado como inmolación política. Y así reflexiono basándome, en cuanto al concepto de la inmolación sublimada, en ideas de Hegel que Patrick Boucheron trabaja en “El Miedo”, de Boucheron y Robin, páginas 66, 67. La filmación, presentada algunas veces en el Canal de la TV Pública Argentina, está disponible en el Centro de Documentac­ión, Dokuzentru­m, de la preciosa ciudad de Núremberg. Hilario Wynarc zyk

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