Revista Ñ

América Latina y un pacto esperanzad­o

- MARCO ROMERO PROFESOR DE LA UNIVERSIDA­D NACIONAL DE COLOMBIA

La Cumbre sobre Refugiados y Migrantes de 2016 fue convocada por la ONU ante el incremento de los flujos migratorio­s forzados en diferentes lugares del planeta. El principal resultado del encuentro fue la “Declaració­n de Nueva York”, a través de la cual la comunidad internacio­nal se comprometi­ó a desarrolla­r un marco de acción integral para los refugiados y, de modo inédito, a crear formas de solidarida­d con los migrantes más vulnerable­s y con los países más afectados por las migracione­s masivas. Para estos efectos la Declaració­n de Nueva York convoca un Pacto Mundial sobre Refugiados y migrantes en 2018 e invita a los estados, organismos multilater­ales y sociedad civil a contribuir con este propósito. El principal problema a resolver son las migracione­s forzadas, causadas por guerras, formas sistemátic­as de violencia y persecució­n política, xenofobia, asimetrías profundas de desarrollo, impactos del cambio climático y crisis masivas de derechos humanos, entre otros fenómenos.

Según datos de ACNUR a fines de 2016 en el mundo hay más de 65,6 millones de personas obligadas a desplazars­e forzosamen­te, de los cuales 22,5 millones son refugiados internacio­nales, 40,3 millones desplazado­s internos y 2,8 millones solicitant­es de asilo. Además, el 86% de los refugiados se encuentra en países pobres o en desarrollo. Estos datos indican las dificultad­es para lograr consensos políticos, máxime si se consideran los nuevos desarrollo­s políticos en Europa y especialme­nte en EE.UU., que imponen visiones restrictiv­as, tal como lo simboliza el proyecto de construir un muro en la extensa frontera con México. América Latina enfrenta grandes desafíos en estas materias, pero también es una región en la cual se han dado buenas prácticas que deben ser reconocida­s y fortalecid­as en el marco del pacto global. La primera de ellas son los esfuerzos de la UNASUR, la Comunidad Andina de Naciones, el SICA y demás procesos de integració­n por avanzar en formas de ciudadanía regional que faciliten la movilidad humana y progresiva­mente el desarrollo de derechos laborales, diversidad cultural y de mínimo vital. Una segunda experienci­a es el proceso de Paz de Colombia, que reafirma el diálogo como principal forma de solución de las guerras internas y que contribuye a reducir los desplazami­entos forzados internos e internacio­nales. Una tercera experienci­a es la solidarida­d de países de la región con los migrantes haitianos, luego de los graves desastres naturales que han afectado a este país. En cuarto lugar el tema de los derechos de refugiados, desplazado­s y migrantes forzados cuenta con un instrument­o de protección regional como el Sistema Interameri­cano de Derechos Humanos, que debe ser fortalecid­o. La región tiene en el pacto global de 2018 una gran oportunida­d para reafirmar y consolidar los marcos y procesos de protección internacio­nal, debatir las causas estructura­les de la migración forzada y hacer compromiso­s fundados en un enfoque de derechos humanos, de solidarida­d entre los pueblos y de soluciones integrales.

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