Revista Ñ

Rimas cantadas para pedir perdón

Después de años de silencio, Jay Z lanzó el álbum “4:44”, que revela un sinceramie­nto radical hacia su público.

- JON CARAMANICA­O

Cuando el arte de la auto-mitología daba sus primeros pasos en el mundo del rap, Jay Z ya era uno de sus más leales seguidores. Asimiló el arte de la presunción, y sobre eso construyó su personaje, uno de los más fascinante­s del pop: el ratero convertido en multimillo­nario, hábil e imperturba­ble. Eran complejas las emociones en que se basaban sus fábulas de ascenso, pero su mayor talento fue hacer que el camino pereciera fácil e inevitable. Sin importar los riesgos, se mantuvo siempre frío como el hielo.

Cuando uno está en la cima, o a punto de llegar, se trata de una estrategia irreprocha­ble. Pero cuando el reinado de uno se va extendiend­o, la actitud puede parecer despótica, poco generosa, falsa. Cuando tu mujer, igual de famosa, tira por la borda esa imagen de adornos superficia­les con un álbum lleno de un fuego personal, musical y político, seguir haciendo lo mismo que antes no es una opción. Hay que evoluciona­r o desaparece­r. Encontrar una vida nueva o aceptar la muerte.

Como personaje ilustre —hace poco se convirtió en el primer rapero en entrar al Songwriter­s Hall of Fame— a Jay Z se le habría perdonado una eventual desaparici­ón, dejando que el silencio fuera una especie de victoria. Sólo una extrema catarsis emocional y espiritual, o una cruda exposición de la intimidad ameritaría­n su regreso.

En 4:44, su álbum número 13 y el primero en 4 años, ha elegido las dos cosas. Visto desde distintos ángulos 4:44 (Roc Nation) es una confesión vulnerable, cocinada a fuego lento; una relajación de músculos que estuvieron tensos durante décadas; el retorno moralista de un genio a la hora de reescribir las reglas; una estrategia de marketing que pretende reforzar dos negocios, el servicio de streaming Tidal y la compañía de teléfonos Sprint. (Por ahora, por lo menos, se necesita alguna de las dos para escuchar el álbum sin contraband­ear.)

Es, a su vez, el primer álbum de Jay Z en una década que parece ofrecer competenci­a por ahora. Es el sonido de un esteta de 47 años trabajando a su propio ritmo, desmontand­o su fachada y recordándo­se a sí mismo todas las emociones que su personaje había escondido.

“I fall short of what I say I’m all about” [Me quedo corto con lo que digo que soy], dice en el tema que da titulo al álbum, un pedido de perdón a su mujer, Beyoncé, por las indiscreci­ones que la obligaron a condenarlo públicamen­te. El álbum empieza con “Kill Jay Z,” un largo reproche a sí mismo. “You can’t heal what you never reveal” [No podés curar lo que nunca revelás], rapea. “You know you owe the truth/To all the youth that fell in love ith Jay-Z” [Sabés que le debés la verdad a toda la juventud que se enamoró de Jay-Z].

Y así las confesione­s, confesione­s al menos en apariencia, aparecen por todos lados.

Sí, la engañó a Beyoncé (el tema del título, entre otros); sí, probó hacer terapia (“Smile”); sí, apuñaló al ejecutivo Lance Rivera en 1999 (“Kill Jay Z”); sí, hay historias de abuso en su familia paterna (“Legacy”); sí, su madre es homosexual y lo mantuvo en secreto durante décadas (“Smile”); sí, está harto de las payasadas desordenad­as de Kanye West (“Kill Jay Z”, entre otros).

Es decir, asumiendo que todo lo que encontramo­s aquí es cierto, y no el segundo episodio de una novela musical presentada en varios álbumes, en la que él y su mujer hacen el papel de dos amargos amantes, unidos por el destino, la fama y la farsa.

Jay Z ya había sido franco en otras ocasiones, pero nunca de manera tan radical. Estas no son historias contadas para fortificar una imagen magisteria­l, sino más bien la exhalación de un suspiro demasiado tiempo retenido.

En un nivel puramente narrativo, 4:44 es una obra que acompaña el álbum de Beyoncé Lemonade.

En el tema del título, Jay Z es claramente autocrític­o: “I’ve seen the innocence leave your eyes/ I still mourn this death,” [He visto que la inocencia dejaba tus ojos/todavía lamento esta muerte] le dice a su mujer.

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Personaje ilustre. Jay Z fue el primer rapero en entrar al Songwriter­s Hall of Fame.

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