Revista Ñ

Cuando Greil Marcus conoció a Bob Dylan

- MAURO LIBERTELLA

Hay un clima de expectativ­a. Son las seis de la tarde y la gente espera a que den sala, como se suele decir en el teatro. Muchos hombres vestidos de negro y con un libro entre las manos; puede ser Rastros de carmín, puede ser En el baño del fascismo. Se aferran a esos ejemplares como otros se consagran a objetos religiosos: con fanatismo y una rara devoción. Son textos escritos por Greil Marcus, académico e historiado­r. Estamos en la Biblioteca Nacional y están por abrir la puerta. En unos minutos va a hablar Marcus y de pronto parece como si el que estuviera por hablar fuera la encarnació­n misma del rock.

La charla consiste en una entrevista del crítico Pablo Strozza y Marcus –72 años, remera y saco negro, anteojos circulares– contesta todas las preguntas con humor, mezclando reflexione­s y anécdotas, ha- ciendo la pausa en el momento cumbre. Un hombre amable, que sabe que está hablando para fanáticos, incluso para enfermos, para tipos que conocen los nombres de los 18 álbumes deTom Waits y que pueden enunciar los años de todos los discos de Neil Young.

Strozza le pregunta por Lester Bangs, el mítico crítico de rock del que Marcus armó una antología que, increíblem­ente, todavía no tiene edición en español. “Lester era como una fuerza de la naturaleza –dice Greil–. No paraba de escribir. En algún momento las discográfi­cas le empezaron a mandar pilas y pilas de discos y él sentía la obligación moral de escribir sobre todos los discos que recibía. No solo escucharlo­s: escribir sobre todos. Yo tuve que conminarlo a que no me mandara más que cinco o seis críticas por semana y sin embargo me mandaba más”.

Más adelante ocurre lo que tenía que ocurrir: le preguntan por Dylan. Greil Marcus es uno de los ensayistas que más escribió sobre el cantante y sin embargo, cuenta ahora en la Biblioteca Nacional, habló con él una sola vez: “Lo vi a Dylan una sola vez, en el sentido en que te presentan a alguien y ambos tienen un nombre. Pero antes ya había tenido un encuentro con él, cuando lo escuché en vivo por primera vez. Fue en el verano de 1963 en un concierto de Joan Baez en New Jersey. Yo tenía 18 años. En el medio del show salió a escena esta persona y cantó un par de canciones. La primera fue ‘With God On Our Side’, que es un catálogo de todas las guerras de Estados Unidos.

Fue uno de los momentos más fuertes de mi vida. Estaba en shock. Cuando terminó la canción recordaba cada una de las palabras y el modo en que la cadencia de la música se imprimía en esas palabras. Cuando terminó el concierto lo vi a ese tipo ahí afuera, en el barro, al lado de una carpa. Trataba de encender un cigarrillo y no podía por el viento. Me acerqué y le dije: ‘Estuviste increíble’. Y sin levantar la vista, dijo: ‘no, fue una porquería, una porquería total’. 34 años después recibí un llamado de un amigo y me dice que están por darle el Gish Prize a Bob Dylan y me pregunta si yo quería inaugurar la ceremonia. Acepté, porque sabía que lo iba a conocer: el premio era de 250.000 dólares y hasta Dylan iba a aparecer para buscar ese dinero. El día del evento fue increíble. El fotógrafo Richard Avedon iba a hacer la primera presentaci­ón y cuando llegué Avedon vino corriendo, me agarró del hombro y me gitó: ‘Greil, ¡no sé qué voy a decir!’. Y yo no lo había visto en mi vida. Luego apareció Dylan y nos presentaro­n. Yo ese año había publicado un libro sobre él, Invisible Republic. Sabía que a Dylan le había gustado el libro. Estábamos hablando, entonces, y de pronto nos quedamos sin tema y Dylan me pregunta: ‘¿En qué estás trabajando?’. Le digo que no tengo proyecto y me dice: ‘¿Por qué no escribís Invisible Republic parte 2? Hasta ahora solo arañaste la superficie’. Y yo sabía que eso era absolutame­nte cierto: la historia para contar era mucho más honda. Eso me hizo entender que leyó el libro y entendió perfectame­nte sus logros y sus limitacion­es. Fue la mejor respuesta que un escritor puede recibir. No lo volví a ver”.

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KALOiAn/ MiniStERiO dE CuLtuRA dE LA nACión Media sonrisa. El autor de “Rastros de carmín” habló en Buenos Aires.
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