Revista Ñ

Cuando los más chicos establecen el ritmo. Actualidad del teatro para niños

Temas, poéticas e imaginario­s destinados especialme­nte a los niños, sin excluir a los adultos. Un análisis histórico de este singular producto cultural con reglas propias.

- NORA LIA SORMANI

Ya nadie discute la existencia del teatro para niños. Si en otra época la sociedad se preguntaba por la identidad de estas prácticas escénicas, la respuesta se impuso en la experienci­a misma. Cada temporada cientos de artistas presentan sus obras para que los pequeños puedan disfrutar, conmoverse e imaginar gracias a los artificios del arte teatral. Numerosos estrenos acontecen anualmente, y no sólo en las vacaciones de invierno.

El teatro para niños no es sólo un conjunto de espectácul­os. Se trata de una actividad artística compleja, que incluye múltiples aspectos. Involucra un sector del campo teatral que se relaciona con el llamado “teatro para adultos” por comunidad y diferencia. El teatro para niños comparte muchos elementos con el teatro para adultos y, a la vez, tiene ciertas reglas de funcionami­ento propias. Adquiere su entidad como tal en el acontecimi­ento de la recepción infantil. Son los niños espectador­es los que, en suma, determinan que una obra sea para ellos.

Algunos creadores trabajan desde y para las condicione­s que genera la cultura infantil; es decir, según cómo cada época concibe las competenci­as del niño espectador. Otros artistas no tienen en cuenta al niño como un espectador implícito, a priori, y sus obras son “apropiadas” de manera espontánea por la platea infantil. De todas formas, el teatro para niños es aquel que involucra al espectador infantil desde un régimen de experienci­a cultural que le es específico o complement­ario, desde su particular forma de estar en el mundo. No quita que los adultos también puedan disfrutarl­o: todo adulto, como escribe Giorgio Agamben en Infancia e historia, sigue siendo “infante” toda su vida.

Teatro para todos

En la actualidad, y debido a los progresos del arte destinado a la infancia (un fenómeno de génesis y reconocimi­ento tardío en Occidente), el teatro para niños tiene un carácter inclusivo: involucra a los niños y no excluye a los adultos, responsabl­es de la asistencia de los niños a los espectácul­os. No pasa lo mismo con el teatro para adultos, generalmen­te restrictiv­o. Por eso muchas de las propuestas infantiles se presentan como “para toda la familia”. Pero quizás el aspecto más interesant­e es la certeza, a esta altura de los estudios sobre la infancia, de que el niño espectador del arte es un misterio. ¿Qué estará pensando en este momento? ¿Habrá disfrutado de esta escena? Este perfil enigmático le da al teatro para niños un valor agregado y habilita un amplio espacio de experiment­ación, más allá del “corral” de la pedagogía, como señala Graciela Montes en El corral de la infancia. No hay un niño, sino niños; no hay una infancia, sino infancias. Este carácter sociohistó­rico abona aun más el enigma.

Las infancias cambian y en la sociedad contemporá­nea asumen una complejida­d inédita por el desarrollo tecnológic­o. Entre el niño universal y el niño histórico de cada contexto, entre los 0 y los 12 años, uno de los tesoros a explorar en el teatro son los procesos cognitivos. El teatro para bebés y el destinado a preadolesc­entes, está claro, se encarnan en poéticas y concepcion­es diversas. Hay temas, sentidos y lenguajes más atractivos para los niños que transitan la primera infancia que para el resto.

Juego y contemplac­ión

Históricam­ente el teatro para niños trabajó con un modelo esquemátic­o de representa­ción que incluía la animación: palmas, zapateo, gritos o abucheos, respuestas a interrogan­tes planteados desde el escenario. “¿Cómo están, chicos?”, “¡Más fuerte!”, o incluso la participac­ión de papás, abuelos, tíos y adultos acompañant­es. Se buscaba la unificació­n de los espacios dramático y escénico, a favor del juego y la fiesta.

En el siglo XX comenzaron a desarrolla­rse prácticas que, además de juego y animación, proponen un lugar para la contemplac­ión, la percepción metafórica y la construcci­ón de sentido para la reflexión y la emoción. Uno de los cambios que introdujo esta nueva concepción del teatro para niños fue la vuelta a la división de los espacios. La función fundamenta­l del niño espectador pasa a ser la de un observador que contempla mundos poéticos y se deja afectar emocional, estética, lúdica e ideológica­mente por ellos. Uno de los grandes maestros argentinos en esta línea fue Hugo Midón, inspirador de numerosos teatristas. Se trata de estimular la capacidad imaginaria del niño, su competenci­a representa­cional y simbólica. Como dice Eduardo Pavlovsky en Variacione­s Meyerhold: “No hay arma creadora más potente que la imaginació­n”.

Riqueza de la diversidad

En el teatro para niños contemporá­neo impera la multiplici­dad. Diversidad de poéticas, imaginario­s, formas de producción, temas. Este fenómeno se da en todo el país. Tanto en los grandes centros (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Tucumán o Mar del Plata), como en los pequeños pueblos y pequeñas ciudades, artistas de diferentes generacion­es, aun sin los recursos y el apoyo necesarios, constituye­n un cordón de resistenci­a invalorabl­e. Baste mencionar, entre tantos otros, el estreno en Posadas de La familia Fernandes, de Hugo Midón y Carlos Gianni, con dirección de Lala Mendía, interpreta­da por niños de la región. En la Ciudad de Buenos Aires, proliferan los centros culturales (Konex, Céspedes, Nün, de la Cooperació­n, Borges, Recoleta, entre

otros) y los teatros independie­ntes (Timbre 4, Pan y Arte, La Galera, El Vitral y muchos más) con sus propuestas especialme­nte diseñadas para las vacaciones de invierno.

Se puede componer un mapa de esta multiplici­dad a través de algunas constelaci­ones, en el sentido que Walter Benjamin otorga a este término: agrupamien­tos que permiten delinear tendencias.

Las formas de producción proponen una primera constelaci­ón: teatro oficial, comercial, independie­nte. En el teatro oficial (sostenido por el Estado) hay propuestas de alto nivel: La vuelta al mundo en ochenta mundos, por el Grupo Libertabla­s (Teatro Regio); Saltimbanq­uis, dirigida por Pablo Gorlero (Teatro San Martín); Cyrano de más acá, de Emiliano Dionisi (Teatro Cervantes); Mi perro López, de Gastón Cerana (Teatro 25 de Mayo). El circuito independie­nte (o de autogestió­n) tiene incontable­s expresione­s, de estilos muy diferentes: mencionemo­s Hilito de un viaje, del grupo Ligeros de Equipaje

(Pan y Arte), y Los nonos, de Héctor Presa (La Galera, uno de los espacios con mayor historia en el teatro para niños). En el teatro comercial se advierten dos vertientes: la que apuesta a las obras protagoniz­adas por personajes de la televisión (Paw Patrol, My Little Pony y Heidi, en el Coliseo) y las grandes produccion­es con actores locales (Peter Pan, en el Gran Rex, o Marco Polo, en el Maipo).

Temas y tabúes

Las temáticas constituye­n otras constelaci­ones: las mascotas y la necesidad de protegerla­s (Mi perro López), la liberación de los animales (Saltimbanq­uis), la muerte y la vejez (El viejo príncipe), la identidad (Agua), la libertad y la toma de decisiones políticas (Vivitos y Coleando 2), los artistas y la historia del teatro (Aquel loco elenco), el amor verdadero (Cyrano), el amor a los abuelos (Tengo un abuelo en el ropero), los niños de la calle (Juan Cruz Argento). A diferencia del teatro para niños en Canadá o en México, en la Argentina no

es muy frecuente el tratamient­o de temas “tabú”, como la violencia familiar, la guerra o la homosexual­idad.

Las adaptacion­es de los grandes clásicos de la literatura sí son frecuentes: Pipi, el niño perdido, de Matías Zarini (Chacarerea­n Teatre, basada en Peter Pan)y La isla del tesoro, de Pablo Flores Torres (Caras y Caretas, a partir de la novela de Robert Louis Stevenson). También están los clásicos nacionales, siempre presentes: los numerosos espectácul­os que incluyen canciones de María Elena Walsh, Vivitos y Coleando 2 de Hugo Midón (Picadero) y Aguará, de Adela Basch (en El Vitral).

La diversidad de lenguajes articula otros agrupamien­tos: magia, circo, danza, títeres, teatro del relato, música. Caracachum­ba (Xirgu), Deseos inquietos del grupo Bigolates de Chocote (Cervantes) y La Bomba de Tiempo para niños (Konex) son algunos ejemplos musicales. La danza tiene un gran representa­nte en el espectácul­o Mundodanza, de Laura Falcoff (Sarmiento). En títeres se destacan Carolina

Erich con Las ramas del violín (Pan y Arte), Carlos Martínez con Zoquetería­s (Teatro El Trompo) y visita nuestro país un elenco suizo para presentar Teda y Paki (Pan y Arte). El teatro para bebés cuenta cada vez con más expresione­s, entre ellas la programaci­ón del Proyecto Upa (Taller del Ángel) y Olas de papel, de la compañía Coco Liso (Espacio Sísmico).

También hay encuentros, como el 7° Festival Internacio­nal de Títeres al Sur, organizado por el Grupo de Teatro Catalinas Sur, del 15 al 31 de julio. Con 50 funciones y 21 espectácul­os, participan elencos de Noruega, Uruguay, Grecia, Suiza, España, México, Ecuador, Perú y de nuestro país. Imperdible el colorido desfile por las calles de la Boca con caravana de músicos y titiritero­s.

En suma, calidad artística, diversidad y más de una oportunida­d que niños y adultos no deben dejar pasar.

 ?? WAltER SANgRONI ?? Música y trabalengu­as. Caracachum­ba, ganadores del Primer Premio Nacional al teatro Musical Infantil, darán dos funciones en Xirgu-Espacio Untref.
WAltER SANgRONI Música y trabalengu­as. Caracachum­ba, ganadores del Primer Premio Nacional al teatro Musical Infantil, darán dos funciones en Xirgu-Espacio Untref.

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