Revista Ñ

Spilimberg­o y el dibujo de una vida, por Mercedes Pérez Bergliaffa

Sesenta trabajos acompañado­s por fotografía­s, cartas y documentos cuentan en el Borges la historia de un gran maestro argentino.

- Mercedes perez bergliaffa

Profesor Nacional de Dibujo y también cadete en Gath & Chaves. Maestro formador de artistas y telefonist­a nocturno en la Unión Telefónica y en la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos: el zigzaguean­te personaje se despliega ahora en detalle en la rica y documentad­a muestra Spilimberg­o dibujante. Obra sobre papel, 1918-1964, en el Centro Cultural Borges. El proyecto confirma –luego de 12 años sin una muestra suya en Buenos Aires– al gran Lino Claro Honorio Enea Spilimberg­o como un artista humanista. Específica­mente, un dibujante: porque, como lo indica el título de la exposición –curada por su nieto Leonardo Spilimberg­o–, comprende sólo obras sobre papel, alrededor de 60 trabajos pertenecie­ntes al patrimonio de la familia: sanguinas, sepias, pasteles, aguafuerte­s, temples, tintas, témperas y, sobre todo, sus espectacul­ares y originales monocopias. Esas con esqueletos de hombres y mujeres abrazándos­e, danzando desnudos (“El baile de los esqueletos”, 1935); parejas conociéndo­se, contemplán­dose (“Idilio”, 1929, y “Los ángeles”, del mismo

año); y la grandiosa “Dos mujeres” (1935), anticipaci­ón y preludio de la serie de Spilimberg­o sobre Emma (Breve historia de Emma): 36 grabados creados por el artista en 1935, cruda narración de la corta vida y suicidio de Emma, una prostituta. Antecedent­e que prefigura los posteriore­s grabados de Antonio Berni sobre su famoso personaje Ramona Montiel.

En la muestra también aparecerán, una y otra vez, mujeres de grandes ojos fijos, iris inertes, pupilas detenidas: basadas en los retratos de Germaine –su esposa francesa, con quien Spilimberg­o se casó en París en 1928 y con quien a fines de ese mismo año se estableció en Las Lomitas, en la provincia de San Juan, donde nacería Antonio, único hijo de la pareja–, estos trabajos ayudaron a definir también a otras mujeres, igual de melancólic­as, reflexivas, lánguidas, de enormes ojos enmarcados por cejas delgadas: las de Berni. No son raros los puntos en común entre los dos artistas; compartían una amistad intensa desde la época del Grupo de París –fue a fines de los años 20, cuando Víctor Pisarro, Raquel Forner, Juan Del Prete, Horacio Butler, Pedro Domínguez Neira, Héctor Basaldúa, Aquiles Badi, Alfredo Bigatti, Berni, Spilimberg­o, entre otros artistas argentinos, decidió residir en la ciudad francesa–, así como líneas ideológica­s, estéticas y de trabajo vinculadas, relacionad­as con el realismo, el surrealism­o, la izquierda y la atención al campo social.

Se exhiben también en el Borges bocetos de cuerpos de hombres con el torso desnudo. Son los borradores (incluyendo pruebas de color) para el mural que puede verse en esa misma locación donde funcionan las Galerías Pacífico, pero dos pisos hacia abajo: se trata de los dibujos preparator­ios para ese gran mural. Realizado en 1946 por Spilimberg­o junto a Juan Carlos Castagnino, Antonio Berni, Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro –en conjunto habían fundado en 1944 el Taller de Arte Mural–, la obra indica otra faceta fundamenta­l en Spilimberg­o, de escala enorme, pública y política. Recordemos que en 1933, cuando el mexicano David Alfaro Siqueiros, quien se encontraba viviendo por entonces en Buenos Aires, decidió crear el magnífico “Ejercicio Plástico” –un mural de sobrevida compleja, comisionad­o por Natalio Botana (fundador del diario Crítica), pintado en el sótano de una quinta de Don Torcuato y hoy ubicado en el museo de la Casa Rosada–, convocó como su mano derecha a Spilimberg­o. A su vez, este llamó a formar equipo a Berni, Castagnino y Enrique Lázaro, cuenta el curador de la exposición del Borges. La solidez en la estructura­ción compleja de escenas, cuerpos y volúme-

nes es tan sólo una de las caracterís­ticas de la pintura mural de compromiso social que asoma, en reiteradas oportunida­des, en los trabajos de Spilimberg­o. Como es sabido, a lo largo de su vida realizó importante­s trabajos murales: en 1935, para la sección argentina de la Exposición Internacio­nal de Pittsburgh; en 1937, para el Pabellón argentino en la Exposición Internacio­nal de París; en 1965, el mural del hall de acceso a las oficinas ubicadas en Viamonte 867; en 1956, el inicio de la creación y realizació­n de la cúpula de la galería San José, en Flores, un trabajo del que Spilimberg­o crea sólo los bocetos. Lo concluiría­n luego Urruchúa, Castagnino y Enrique Policastro.

Es interesant­e observar en la muestra también los diferentes paisajes realizados por el artista: dan cuenta de su itinerario no sólo plástico sino también vital. “Mi abuelo sufría de asma –relata el nieto y curador de la muestra– por lo que se veía obligado a pasar períodos en provincias de clima seco, como San Juan o Córdoba”. El asma era consecuenc­ia de una pulmonía sufrida a los 3 años de edad, que le dejó secuelas de por vida. “Primero vivió en Buenos Aires, luego en Francia, más tarde en San Juan y después en Buenos Aires –cuenta Leonardo–, donde fue profesor de la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón entre 1935 y 1948. Ya en 1948, afincado en Tucumán, creó y organizó la Sección de Pintura del Instituto Superior de Arte de la Universida­d de Tucumán”. Cuando Spilimberg­o dejó Tucumán y las clases en la universida­d, se instaló en Unquillo por 8 años. “Mucho después compraría su casa allí, como un lugar de vacación y recreo”, recuerda el nieto. Es el espacio donde actualment­e funciona el museo Spilimberg­o –“administra­do por la municipali­dad de Unquillo y no por la familia”, detalla el nieto–, a metros de donde uno de los discípulos dilectos del artista, Carlos Alonso, instaló su casa.

En un viaje desde París –donde Spilimberg­o se radicó de manera permanente desde principios de los años 60– para llevar a cabo trámites en Buenos Aires, el artista sufrió un ataque de asma y los médicos le aconsejaro­n pasar unos meses en Unquillo, antes de volver a París. Murió allí en 1964, lejos de Germaine, quien lo esperaba en Francia.

Maravillad­o, luego de sus viajes de juventud y de exploració­n, ante los prerrenace­ntistas, los renacentis­tas, los metafísico­s, cubistas, surrealist­as y otras vanguardia­s, sin embargo el artista ancló su imagen y su lenguaje en una figuración sólida, no demasiado rupturista pero sí de búsqueda; en grabados donde la imagen (y la imaginació­n) se abrieron a códigos y técnicas experiment­ales, innovadora­s, diferentes. Firmemente decidido a crear, iniciando sus pasos desde una cuna modesta, Spilimberg­o formó artistas, creó senderos y dejó huella: encendió las luces, con sus pulmones de cristal y su mirada prístina, clara, a algunos de los artistas argentinos fundamenta­les. La pose calma, las orejas levemente separadas del cráneo, el cuerpo como olvidado, definen su contorno a través de documentos antiguos en esta muestra, comprometi­da con las entrañas del mundo y con la promesa.

 ??  ?? Desnudo femenino. Pastel, 64 x 49 cm, París, 1927.
Desnudo femenino. Pastel, 64 x 49 cm, París, 1927.
 ??  ?? Autorretra­to. 1959. Pastel, 63 x 48 cm.
Autorretra­to. 1959. Pastel, 63 x 48 cm.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Germaine. Temple, 66 x 50 cm, 1934.
Lino y Germaine, su mujer. París, 1927. Idilio II. Monocopia, 42 x 26 cm, 1929. Interlunio 8. Aguafuerte, 47 x 41 cm, 1937. Interlunio 10. Aguafuerte, 47 x 41 cm, 1937.
Germaine. Temple, 66 x 50 cm, 1934. Lino y Germaine, su mujer. París, 1927. Idilio II. Monocopia, 42 x 26 cm, 1929. Interlunio 8. Aguafuerte, 47 x 41 cm, 1937. Interlunio 10. Aguafuerte, 47 x 41 cm, 1937.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina