Revista Ñ

Tras los pasos del giro digital

CINEASTA. DIRECTOR DE “66 KINOS”

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En 2013 Philipp Hartmann estrenó en un festival de México su ópera prima titulada El tiempo pasa como un león rugiendo. Se trataba de una simpática exploració­n fenomenoló­gica del tiempo y sus modos de experienci­a. Unos años más tarde, el director alemán decide hacer un filme sobre cómo llegó a estrenar su filme en los cines de Alemania, una verdadera proeza utópica, ya que él fue su propio distribuid­or, lo que lo llevó a viajar por 66 ciudades alemanas para presentar en cines diversos su película sobre el tiempo.

Lo que podría haber sido una anécdota personal y comercial se convierte en una apasionant­e fenomenolo­gía del recinto conocido como sala de cine, que en nuestro tiempo es una arquitectu­ra marcada por las mutaciones de la naturaleza de la imagen. En 66 KINOS se pueden comprender enterament­e todas las derivacion­es que advienen de la sustitució­n del cine analógico por el digital, lo que afecta el registro, la distribuci­ón, la exhibición y la recepción. Hartmann mantiene una noble ecuanimida­d en la materia, pero no deja de mostrar todo lo que se pone en juego, lo que resulta muy estimulant­e para pensar, entre otras cosas, el cine y su relación con el espacio. –¿Cómo llegó a concebir la idea de hacer una película sobre la exhibición de su película previa?

–Me convertí en mi proprio distribuid­or; quería darle visibilida­d a mi película en todos los estados federados de Alemania. Fue así que intenté contactarm­e con todos los cines que me parecía que se podrían interesar por un filme-ensayo que había adquirido reconocimi­ento en algunos festivales, pero que a priori no tenía mucho potencial comercial. Después de medio año y un número considerab­le de emails, llamadas telefónica­s y DVD o links enviados a más de 250 cines, me invitaron a 66 salas. Así se constituyó mi mapa, algo aleatorio y también personal, cuyo resultado final fue pasar mi filme en todos los estados de mi país e incluso en la isla de Helgoland, que tiene unos 700 habitantes.

–¿Cuánta gente terminó viendo su película?

–En la isla de Helgoland, dos. En total, unos 2500 espectador­es, un número razonablem­ente positivo para un ensayo que no es un filme sencillo; en Alemania, los filmes “pequeños” como el mío no logran reunir mucho más público. ¿Un emprendimi­ento quijotesco? Lo es en cierta medida, pues viajar durante casi un año a 66 lugares y solamente reunir ese número de público parece poco. Pero en realidad nunca me importó la cantidad de espectador­es; lo importante residía en la calidad y cualidad de una función y del debate que venía después de cada función; incluso constaté de inmediato que a veces cuanto menos gente había mejor resultaba una función: frente a 10 personas la intimidad que se genera en una charla posterior tiene otra cualidad respecto de la que se produce cuando uno tiene un micrófono en la mano y se dirige a unas 150 personas. –66 KINOS captura un nuevo tiempo del cine que afecta tanto su materialid­ad como los lugares en donde se ven las películas. ¿Cómo se sitúa usted en ese giro digital?

–Es un tema complejo que se podría discutir por horas. Desde el punto de vista estético, obviamente es una crueldad trágica que el cine analógico haya básicament­e desapareci­do en muchos lugares y que su preservaci­ón se limite a salas especiales, muchas veces subvencion­adas por el Estado. Estamos perdiendo toda una tecnología cultural. Y aunque quizás muchos espectador­es ya ni siquiera notan si una proyección es digital o analógica, como dice alguien en mi película, se trata de una transforma­ción brutal. Es bastante parecido a lo que sucedió con el paso del cine silente al sonoro. Por otro lado, la digitaliza­ción ha facilitado muchas cosas. Es mucho más fácil y barato hacer y mostrar películas.

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Philipp Hartmann. Autor de “66 Kinos”.

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