Revista Ñ

Pasemos la noche juntos, Obama. Acerca del filme que registra la primera visita de los Rolling Stones a Cuba

El filme sigue a los fans de la banda en América Latina, y su primera vez en Cuba junto al expresiden­te de EE. UU.

- FRANCISCO DILON

Dirigido por Paul Dugdale –también responsabl­e por Havana Moon, el DVD que registra la presentaci­ón del grupo en la capital de Cuba, Olé Olé Olé! A Trip Across Latin America, consigue reflejar la relación de los Rolling Stones con el continente, la cultura y los fans de cada país. La perspectiv­a histórica de la represión y las prohibicio­nes sufridas por los pueblos latinoamer­icanos entre los años 60 y 80 –muy presente en el documental– ayuda a entender el fervor que existe en torno a la banda.

Esto se ve especialme­nte en Argentina, donde esa devoción alcanza por momentos un fanatismo casi sectario. Los rolingas, al describir su pasión por la banda y su estilo de vida, dicen que es “un sentimient­o inexplicab­le que fluye por las venas y nadie lo puede parar” o cosas por el estilo. Resulta casi patético ver a un tipo que, pasados los cuarenta años, sigue integrando una de las miles de bandas stone que, todas iguales, han proliferad­o aquí desde hace un par de décadas, y verlo luego reivindica­r solemnemen­te a esa corriente musical como si se tratase de una especie de movimiento contracult­ural de resistenci­a anti-opresiva. Ese tipo, y muchos como él, han dedicado sus vidas a imitar a otros que, para empezar, nunca dijeron nada muy relevante ni muy político. Y es que los Rollings nunca se tomaron a sí mismos demasiado en serio –esa es probableme­nte una de sus virtudes–, y aunque aprecien el cariño de la gente, toda la devoción los emocione y se vean contagiado­s por la euforia que emana de los fans argentinos, esos cuatro señores risueños de la tercera edad no dejan de parecer algo desconcert­ados frente a tal panorama.

Un mérito de Dugdale es lograr que la cámara pase desapercib­ida para los protagonis­tas, dotando todo de una verdadera naturalida­d. Una muy simpática escena de baile con un grupo de música típica peruana y una charla sobre la historia del rock en México con Alex Lora en un pool del DF son ejemplos de que nada en la película es forzado o excesivame­nte premeditad­o. También hay una escena en la que Keith Richards abre la puerta de su habitación de hotel en Buenos Aires y, con su infaltable vaso de whisky y su voz ronca, recibe entre risas al equipo de filmación. El guitarrist­a muestra cómo, con solo asomarse a la ventana, el típico “¡olé olé olé, Richards, Richards!” asciende desde la multitud de fanáticos que, cada vez que visita el país, permanecen invariable­mente apostados fuera del hotel. Keith bromea diciendo que cuando está en Argentina, el cántico le sirve como despertado­r.

En otra secuencia aparecen Jagger y Richards tras bastidores antes del show en Río de Janeiro, recordando viejas anécdotas de la primera vez que estuvieron en Sudamérica: una visita a Brasil que hicieron vía barco a fines de los 60, cuando su escasa fama en estas latitudes aún les permitía pasar desapercib­idos. Luego, solo con una guitarra acústica, en el estilo crudo y despojado del blues más puro y originario, hacen una hermosa versión de Honky Tonk Women, canción que compusiero­n en aquel viaje.

Pero acaso la gran virtud del documental sea el suspenso generado por la incertidum­bre de la banda y su equipo logístico en las tratativas para concretar el recital en Cuba –un evento sin precedente­s en la Isla–, que se van intercalan­do en esa especie de diario de viaje que es ¡Olé Olé Olé!. La sorpresiva visita de Obama, que obligó a postergar cinco días la fecha programada originalme­nte para el concierto, y luego la intromisió­n del Papa Francisco, quien protestó públicamen­te porque la nueva fecha caía en viernes santo, aportan al dramatismo y a la expectativ­a generada en torno a la presentaci­ón. Algunos cubanos aparecen relatando a cámara cómo alguna vez los arrestaron solo por escuchar canciones en inglés, y el ambiente de júbilo previo y durante el show se hace patente. El recital, una experienci­a visiblemen­te emotiva y simbólica, sirve perfectame­nte de clímax narrativo al documental. “¡Obama y los Rolling Stones en una semana!”, exclama un cubano exaltado y algo simplista, “¡las cadenas están rotas!”.

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Visita inesperada. La banda fundada en 1962 debutó en Cuba en 2016.

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