Revista Ñ

Lecturas: Un calor que se oye, poemas de Mario Nosotti

La naturaleza cambiante, desvíos y cosas que suceden “en el tembladera­l del tiempo libre” pueblan estos versos de Mario Nosotti, que integran “La casa de la playa”, de próxima aparición.

- ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDA

Fragmentos inéditos

verano de estaciones superpuest­as el micro se detiene una calle de arena que atraviesa la ruta me lleva hacia la casa de la playa

*

Poco después se encuentra en el tembladera­l del tiempo libre. Se deja suceder.

La mirada atraviesa los exvotos leñosos de una forma tronchada. De lo que fue la huerta flamean unos trapos atados a las cañas. Un pájaro en la viga va desnudando el grano golpea la piedrita y pudo ser el ruido con que alguien te llamaba en el sueño de la noche anterior.

Acá no llegan cartas, no hay señal.

Entre los pinos sube el humo blanco de los que cuecen algo.

*

Hace más de seis meses navega entre dos casas. Ahora se detiene. Escucha.

En un cuaderno aplica lo que juzga importante.

Apartado de todo lo que amaba su desierto lo condujo hasta acá.

*

Escribo en esta especie de gran patio, en el lujo espacial frente al estanque, perplejo y aliviado, por la alfombra de insectos transparen­tes que esta mañana flotan en el agua y que hasta ayer volaban. Son millones de alas como los del poema Los Chayules en el lago azul de Nicaragua. Los que están en el suelo la brisa los ha ido amontonand­o en un pequeño cerro quejumbros­o listo para barrer. Es octubre y lo que ya tendría que llegar no llega. Se cuaja la distancia entre lo que amenaza y el poder de esgrimirlo.

Uno no está impedido de vivir.

Justo antes de salir a consultarl­e al que todo lo sabe oyendo la dureza de los ciclos supe encontrar mi fe. *

La sensación de ir solo manejando ese auto es como destapar el gas de una botella sin nada en el asiento del acompañant­e ni en el patio de atrás de la memoria.

Imaginar qué viene en esa casa nueva o en la próxima curva donde ahora es probable el descontrol.

Bienvenida­s las últimas luces de la tarde los foquitos dispersos que encienden unos ranchos apenas sostenidos en el trazo de vencidos alambres.

Bienvenida esta fiebre donde cada parada es una fundación la posibilida­d de un monolito en el calor absurdo hipnótico y letal de un baño de campaña un calor que se oye en la misma frecuencia que construye el estímulo dulce de una voz.

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