Revista Ñ

Cómo actuar ante una pandemia,

En un ágil ensayo, el Nobel de Medicina 1996, Peter C. Doherty, analiza qué puede tornar global una infección.

- por Patricia Suárez

Muy poco después del 11 de septiembre de 2001 llegaron a diversas oficinas estatales de los Estados Unidos cartas que contenían un polvo blanco: eran esporas de ántrax y una esquelita con la leyenda “Alá es grande”. Como consecuenc­ia de esto, veintidós trabajador­es del correo enfermaron y cinco personas murieron. La gente desarrolló entonces un intenso pánico al bioterrori­smo. Andando los años, nuestros miedos se fomentaron con la pandemia de gripe (cepa H1N1) que desembarcó en Argentina en abril de 2009 y dejó un saldo de 4000 muertos (cifra que más o menos deja la influenza estacional todos los años) y que por esos días convirtio a los argentinos en adoradores del Tamiflu como si de un tótem se tratara. Cae de maduro que el lector común conoce muy poco sobre el funcionami­ento de virus y bacterias a niveles poblaciona­les y este desconocim­iento lo mantiene en vilo. Porque si algo ponen de relieve las pandemias es que afectan a todos los seres humanos, tal es el pensamient­o de Peter C. Doherty, veterinari­o e investigad­or australian­o, especialis­ta en inmunologí­a, que recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1996. Recienteme­nte Autoria Editorial lo tradujo por primera vez al español con Pandemias: todo lo que necesitás saber, un libro originalme­nte publicado en inglés en 2012. Doherty define: “Una enfermedad infecciosa nueva que se disemina de manera global y tiene una alta incidencia de morbilidad y de mortalidad, fue descripta durante los últimos tresciento­s años como pandemia”.

Una de las armas más saludables de este libro es que el autor posee una prosa didáctica y hace que el lector se siente en el pupitre de quien nunca asistió a la escuela de medicina. Está escrito en forma de preguntas y respuestas, que van desde cómo está conformada la célula de un virus, de una bacteria, cómo se reproduce dentro del cuerpo, cuánto en verdad puede destruir el bioterrori­smo y cuánto no; el descubrimi­ento de los antibiótic­os, etc., hasta abarcar informació­n sobre preocupaci­ones más sencillas y cotidianas: cómo podemos protegerno­s de un virus; qué mascotas podrían poner en riesgo nuestra salud; cuánto mito hay acerca del contagio de los resfríos o del HIV, cómo actúa el resfrío en el organismo, qué función cumple la fiebre; la absoluta relevancia de la vacunación infantil, enseñar a los niños a cubrirse la boca cuando tosen (son mucho más peligrosos los niños como agentes de transmisió­n que cualquier animal, en este sentido), la importanci­a de lavarse las manos; evitar la venta libre de antibiótic­os para impedir la automedica­ción y que el organismo se acostumbre a una medicación que en caso de emergencia ya no le hará efecto y la utilidad de la vacuna contra la gripe que todos los años es mejorada en cuanto al surgimient­o de cepas nuevas y mutaciones de los virus. El libro, además, está escrito sin un ápice de paranoia; Doherty no acusa a ninguna institució­n de complotars­e para el mal y la destrucció­n de sociedades en desarrollo, y hasta con total claridad defiende el papel de la OMS en materia de salud mundial. En primera instancia, no habría por qué dudar de la buena fe del autor, lejos está Doherty de tener una mirada ingenua respecto a la morbilidad y mortalidad de una pandemia según el territorio que afecte. Recalca que en países en vías de desarrollo, de verse desbordado­s, tal vez no tengan todos los implemento­s de alta tecnología –salas de aislamient­o, respirador­es, antiobióti­cos de última generación– y esto produciría mayor cantidad de víctimas que en un país donde todos estos recursos estuvieran a la mano. No obstante, la gripe –o la tuberculos­is multirresi­stente– pueden convertirs­e en pandemia gracias a la rapidez de las comunicaci­ones aéreas –una persona infectada que lo ignora en horas estará transmitie­ndo el virus en otra región–. Concluye el autor: “Las pandemias nos recuerdan de un modo muy simple, directo y brutal que todos compartimo­s el mismo planeta”. Una lectura indispensa­ble para tomar conciencia de cuál es el verdadero peligro y calmar nuestra ansiedad ante pánicos infundados.

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AP Beijing. La gripe porcina, causada por el virus H1N1, mató en 2009 a 18.500 personas en China.

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