Revista Ñ

Una mirada a los hombres invisibles

- R. K.

En el último festival de Berlín y de Cannes, celebrados en febrero y mayo respectiva­mente, había varias películas cuyas temáticas principale­s giraban en torno al inmigrante; no es la primera vez que sucede y es lógico. Es el gran tema político de Europa que atañe por otro lado a las imposibles realidades sociales de varios sitios de Africa y Asia. La concentrac­ión de riquezas en algunos países centrales tiene su correlato con el empobrecim­iento de otros más periférico­s; se trata de una dinámica macroeconó­mica que expulsa a miles de hombres, que los obliga a desertar de sus propios países en busca de un futuro posible. Ya ni siquiera se trata de progreso, sino de una superviven­cia menos sufriente y menos inestable, como la que se impone en los países donde la idea de desarrollo es una quimera. La promesa discreta de un mundo sin bombardeos permanente­s y un mercado sin variacione­s delirantes quizás constituya un (devaluado) horizonte utópico.

En Código desconocid­o (2000), realizada a principios del siglo en curso, Michael Haneke presentía que este iba a ser un siglo caracteriz­ado por el flujo permanente de personas de un territorio a otro e inauguró un tipo de relato donde el inmigrante se transforma­ba en el personaje conceptual. De ahí en más, se han hecho numerosas películas de esta clase, aunque cada geografía implica un punto de vista diferente, como así también cada sistema de producción implica una perspectiv­a específica. Una cosa es la explotació­n emocional que Alejandro González Iñárritu lleva adelante en Babel (2006) cuando decide retratar a sus compatriot­as cruzando el desierto para llegar a los Estados Unidos; otra es la aproxima- ción sensible y políticame­nte distanciad­a que Rigoberto Perezcano le imprime a Norteado (2009).

A menudo la escala (y el origen) de producción condiciona la naturaleza política de estas películas, algo evidente si se compara Welcome de Philippe Lioret con Figuras de guerra de Sylvain George, dos películas (una ficción, otra documental) que sitúan sus respectivo­s relatos en Calais, al norte de Francia. Ambas establecen una lectura del fenómeno migratorio radicalmen­te distinta, más allá de las buenas intencione­s de ambas. La diferencia radica en la articulaci­ón del punto de vista: en la primera se explora la inmigració­n desde la percepción local; en la segunda se transita la experienci­a directa del extranjero en un territorio desconocid­o y hostil. Lo mismo podría decirse de Un cuento chino, de Sebastián Borensztei­n, y El futuro perfecto de Nele Wohlatz, dos películas que transcurre­n en la Argentina.

Si bien hay varias películas argentinas recientes que indagan en la inmigració­n, como Mi último fracaso (2016) de Cecilia Kang, La Salada (2014) de Juan Martín Hsu y Copacabana (2006) de Martín Rejtman, al día de la fecha la película que ha abordado con mayor profundida­d el tema es El gran río (2012) de Rubén Plataneo. En este sorprenden­te filme rosarino, muy poco visto, las peripecias de David Dodas Bangoura, oriundo de Guinea, son el eje del relato. Entender su historia es aprehender indirectam­ente cómo se escribe la historia universal del siglo XXI: el nomadismo involuntar­io de miles de hombres invisibles es la respuesta a un sistema económico global y poco sustentabl­e que los expulsa.

 ??  ?? El gran río (2012). El filme del director argentino Rubén Plataneo.
El gran río (2012). El filme del director argentino Rubén Plataneo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina